Capítulo 38

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—Jax.

Por fin puedo verlo. No es su padre. Es... Mirco. Su amigo. Lo sé por la foto que vi en la habitación de Jax, esa donde sale con un chico rubio y de ojos verdes. Y entonces, todo encajada. Él era quien sabía la verdad y es por eso que el pelinegro está tan enojado. Estoy segura de que no se ven hace... ¿cuánto? ¿Tres años? ¿Menos? ¿Más?

—¿Qué hace él aquí? —repite, enfadado.

El chico, Mirco, se acerca a Jax, pero él da un paso atrás.

—¿No crees que tenemos que hablar? —inquiere el rubio con voz pacífica.

Su mirada se dirige hacia mí y puedo ver la sorpresa cruzar por sus ojos. No mantenemos contacto visual por mucho tiempo, ya que Jax se pone delante de mí, cubriéndome con su cuerpo. Mi frente se arruga, sé que no es momento de reprochar pero, ¿por qué hace eso? No creo que sean celos. Suena más como que no quiere que Mirco sepa nada de su vida.

—No tengo nada de qué hablar contigo. —sentencia, y entonces me veo en la necesidad de actuar.

Le tomo la mano y él se gira para mirarme, medio sorprendido, medio enfadado. Abro mis ojos, mirándolo significativamente, como recordándole la conversación que tuvimos hace un día.

«No mantener más rencor, con nadie».

Él cierra sus ojos unos segundos, deja escapar el aire con un poco de violencia, y entonces aferra su mano a la mía. Luego voltea poniéndome a su lado y nuevamente obtengo la atención del rubio. Él, además de parecer sorprendido, parece... genuinamente feliz.

—Salgamos un rato al jardín trasero.

Y entonces, me lleva con él. Supongo que para que le recuerde lo mismo cada vez que el odio lo vuelva a cegar. Yo me alegro, porque en realidad quiero saber qué tiene para decirle y porque quiero que Jax deje todo tipo de odio atrás.

Salimos y agradezco que llevo campera. Jax nos dirige a ambos —con Mirco siguiéndonos y yo de la mano—, hacia unas bancas. Allí nos sentamos, y como hay dos, el rubio se sienta en la otra. Ahora tenemos una mesa redonda de por medio. El pelinegro no le dirige la mirada al chico, pero el otro asume que es tiempo de hablar.

—Jax, perdón —es lo primero que dice, mirándolo con sus ojos verdes culpables y siento que su voz está cargada de sinceridad—. Perdón, no fui el mejor amigo que debía ser. Juro que... desde ese maldito día, me arrepiento de todo lo que pasó. Sé que debí decirte que lo sabía, pero... Yo... te veía tan feliz a su lado, que simplemente no quería entrometerme. —me lanza una mirada incómoda por lo que acaba de decir, supongo.

»Sé que te parece idiota lo que digo, pero ponte en mi lugar. Estabas feliz a su lado, era... era tu primer novia y yo no quería arruinar la felicidad que tenías junto con ella. Se llevaban tan bien, que dudé de que algún día encontraras a alguien que tuviera tantas cosas en común contigo, se llevaban de maravilla. Es totalmente egoísta y pesimista pensar eso, lo supe cuando te enojaste conmigo.

»La primera vez que la vi, fue en un bar. Ese día había ido a visitar un viejo amigo, y tú me llamaste para hacer planes conmigo porque Caro había salido con sus amigas. Ya no estaba en casa, y una vez llegué al bar, la vi. La primera impresión que tuve fue que ella solo estaba con un amigo, con el hermano de alguna amiga, no lo sé. Simplemente no quería creer que... que ella te estaba engañando. El tipo parecía mayor que ella, ¡tenía las de dudar!

»No me acerqué, me quedé lejos para saber qué pasaba entre ellos. En todo el rato que estuve allí, charlaban con normalidad y no había nada fuera de lo común, pero luego... él se acercó a ella, y la besó. Ella simplemente reía como la colegiala que era y parecía feliz junto con el tipo —ahora, su voz está cargada de frustración. Quiero entender su posición, de hecho lo hago, pero Jax no parece muy conforme con lo que escucha aún—. Eso me hizo poner como loco, y los interrumpí en medio del beso. Se asustó bastante cuando me vio parado frente a ellos, se puso pálida y se levantó de un brinco.

Ahuyentando los miedos de JaxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora