McGonagall se levanta y trata de conseguir nuestra atención durante la cena. Hay un gran murmullo constante, de risas y conversaciones, de cubiertos y de vasos, de sillas y de golpes... Sin embargo, la figura de la directora es más amenazante que la perspectiva de no terminar de comer.
—Alumnos y alumnas, estamos a punto de terminar el periodo escolar antes de las vacaciones de Navidad. Como cada año, los alumnos que se estén preparando para examinarse de los ÉXTASIS, deberán dar consejos y clases a los alumnos de quinto año, que se están preparando los TIMOs. Estas últimas dos semanas serán cruciales para el acercamiento de los alumnos de séptimo y quinto durante las lecciones.
"Mierda", me digo. No me apetece nada estar tener que enseñar a Victoire. Bueno, a la clase de Victoire. Pero es demasiado incómodo para mí estar cerca de ella cuando estamos en un grupo pequeño. Estar, además, rodeado de toda su clase... No es una idea que me guste demasiado, que digamos.
—Ya, te entiendo, Teddy. A nadie le gusta que le den clases personas que están a su mismo nivel. Especialmente si esas personas son tus conocidos. Debes estar muerto de vergüenza— comentó Victoire en uno de nuestros paseos de hacía dos años.
—Creéme, cuando estés en quinto, tú también morirás de vergüenza— amenacé yo. — Además, no podrás concentrarte con un profesor tan atractivo como yo...
Al decir esto, no la estaba mirando a la cara. Sería demasiado incómodo. Por el contrario, miraba al frente, intentando aparentar seguridad en mis palabras. La rubia me golpeó con todas sus fuerzas en mi hombro.
—¡Eso ha dolido!— me quejé, al tiempo que me frotaba el lugar golpeado.
—Es para que no se te suba el ego...
En ese momento, sí que la miré. Diría su mirada a sus zapatos, completamente sonrosada. No pude evitar esbozar una sonrisa.
—¿Te hago sonrojar, Perfección Rubia?— la piqué un poco más. Siempre me ha gustado llevarla al límite de sus emociones.
—No digas tonterías, Tornado Azul...— dijo, paseando sus ojos por el suelo.
—Entonces, mírame y dime que no te hago sonrojar.
Ella me miró. Muy fijamente. Me perdí sin darme cuenta en ese mar azul. No hacía mucho habíamos tenido la conversación acerca de su cambio de veela. Era imposible no notar que cada día desde su "transformación" brillaba con más intensidad. Pero su mirada permanecía igual. Siempre tranquila e impasible. Parecía que escondía todos los secretos del universo, todas las respuestas a mis miles de preguntas.
No dijo nada. No negó que la hiciera sonrojar. Tal vez porque sabía que era mentira, y que la pillaría. Tal y como pillaba todas sus mentiras.
—¿Y yo, Tornado Azul? ¿Te hago sonrojar?— me preguntó. No sabría decir con qué tono lo dijo. No sonreía, pero tampoco estaba seria. Tal vez, con simple curiosidad.
—Claro que sí. Si no lo hicieras, no serías mi Perfección Rubia— respondí, jovial y animado. Intentando restarle importancia a lo que decía. Me hacía sonrojar de todas las formas posibles. Y llegados a ese momento, yo ya sabía el porqué. Había tardado demasiado tiempo en notarlo, quizás. Pero en mi quinto año, estaba seguro de las razones. Sin embargo, sabía que ella aún era pequeña para tener ese tipo de sentimientos hacia alguien. Tan solo tenía trece años. Estaba dejando atrás la niñez. Y, alguien tan madura como ella no se centraría en esos sentimientos si los tuviera a esa edad. "Me gustas, Perfección Rubia", quería decir. Pero no era justo para ella quitarle a su único amigo chico.
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La Perfección Rubia (Veddy/Tedtoire)
FanfictionEl primer año de Victoire Weasley en Hogwarts no fue nada fácil. Pero siempre tuvo a Teddy y sus locas ocurrencias a su lado. Ahora, el último año de Ted Lupin está siendo demasiado duro para él. Y no tiene a la Perfección Rubia ni su apoyo a su...