S E I S (2015)

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Ted's POV

Desde la mesa de Hufflepuff puedo ver como Nathan se ha sentado al lado de Scarlett, quien está sentada junto a... ya sabéis quién. Nathan empieza a conversar con la morena gesticulando demasiado mientras ésta ríe a carcajadas y... ya-sabéis-quien... disimula una sonrisa. ¿Por qué nunca quiere reírse a carcajadas y usa esa sonrisilla a medio hacer? Intenta ser una sofisticada y elegante señorita. Pero ella no es así y lo sabe. Es muy frustrante observar cómo alguien a quien conoces actúa como quien no es.

Los ecos del pasado resuenan en mi cabeza.

—¿No te parezco guapa?—me preguntó aquel día en los jardines hacía dos años.

—¿Bromeas?—exclamé.— Perfección Rubia, tu extraña transformación en veela te ha dejado... completamente irreconocible...en el buen sentido. A ver, no estoy diciendo que antes fueras fea—intenté explicar—, pero ahora...ahora estás...

—¿Y por qué tú no me miras diferente?

—¿A qué te refieres?

—Desde que cambié todos los chicos me miran con otros ojos. Tú no.— Nunca logré descifrar lo que aquel tono pretendía decir.

—¿Por qué iba a hacerlo? Eres guapa, más que eso diría yo. Pero no importa. Sigues siendo la misma chica a la que me gusta poner de los nervios. Esa que va de listilla siempre que puede junto con sus compañeros de Ravenclaw. Eres mi Perfección Rubia. ¿Por qué debería tratarte diferente si lo que está adentro, que se supone que es lo que importa, no ha cambiado?

Aquellas fueron las palabras más sinceres que alguien podría haber escuchado de mis labios alguna vez.

—¿Y por qué ellos sí lo hacen?

—Porque ellos no te conocen como yo—le respondí. Ella sonrió.— Si te conocieran como lo hago yo, no se acercarían a ti ni con un palo, y por respeto al palo, ¿entiendes?

Ella rió. Pero no con esa sonrisilla típica suya. Rió de verdad. Con esa risa contagiosa que inundaba todo mi mundo.

—¿Y por qué si te acercas, Tornado Azul?

—Porque soy tu Tornado Azul y eres mi Perfección Rubia. Por muy horrorosa que seas, tengo que estar contigo.

Y volvió a reír.

Añoro esa risa. Añoro esos tiempos, donde podíamos bromear diciendo tonterías que contenían mucha verdad.

Me doy cuenta de que Victoire se ha levantado bruscamente del salón. Miro a Nathan, que se encoge de hombros con ese gesto de: "La he cagado, lo siento". Scarlett está mirando por dónde va a su amiga, quizá meditando si era buena idea seguirla. Yo no debería hacerlo. No le hablo. Sin embargo, yo siempre estuve cuando ella lo necesitó. ¿Por qué romper la tradición ahora? Así que, simplemente, me levanto y voy detrás de ella. Como tantas veces lo he hecho. 

Ella no ha avanzado muy lejos. Sólo ha caminado hasta un pequeño rincón y está sentada en el suelo abrazando sus rodillas. No ha enterrado su rostro, lo cual es buena señal, pero me preocupa la mirada perdida que tiene. 

—Perfección Rubia...—la llamo. Ella me ha oído. Lo sé por qué es como si acabara de volver de a la Tierra, pero no me ha contestado, así que sigo hablando.— Perfección Rubia, ¿estás bien?

Ella sigue sin hablar. Yo camino hacia ella y me siento a su lado. No me mira, pero sé que sabe que estoy allí, porque puedo notar como sus músculos se tensan. 

—Ignorarme no te servirá para nada. Puede que me ignorases y yo acabara cansándome de ir detrás tuya. Pero sabes que siempre voy a seguir aquí si te veo mal. Y ahora te veo mal, así que aquí me tienes. Y más te vale que me empieces hablar ya mismo o no te dejaré en paz ni un instante, ¿entiendes? Eres una chica lista, así que seguro que lo entiendes. 

Se produce un gran silencio. Decido que es mejor dejarle un poco de tiempo hasta que se decida a dirigirme la palabra. 

—¿Por qué?—musita. 

—Porque siempre estuve a tu lado en las malas. No voy a dejar de estarlo ahora—le contesto sin pensarlo. 

—Ted.—me dice mirándome por primera vez. Más que mirarme, sus ojos azules parecen traspasarme el alma.— No tienes que estar aquí, ¿vale? 

—Pero quiero estar aquí. 

—No soy tu responsabilidad—me espeta sin apartar sus ojos de los míos. 

—Oh, sí que lo eres. ¿Cómo puedes dudarlo aunque sea por un segundo?

—Ted, estás enfadado conmigo. Lo entiendo. Te retiré la palabra sin razón. Ahora no me vengas con la misma estúpida historia de siempre diciéndome que yo soy tu Perfección Rubia y tú eres mi Tornado Azul porque ya hace meses que eso no es verdad. 

—Nunca he dejado de ser tu Tornado Azul, Vic. 

—¿Y si quiero que dejes de serlo?—me pregunta.

—Eso es una completa tontería—suelto.— Además, hace unas horas intentabas entablar conversación conmigo. 

—Quizás haya recapacitado. Si te dejé de hablar es porque ya no quiero hablar contigo. 

—Vic, sabes que eso no es verdad. 

—¿Y qué lo es?

Veo cómo sus ojos se empañan de lágrimas poco a poco mientras intenta seguir hablando:

—¿Qué es verdad entonces, Ted? Yo sólo...No sé...Es que... Ted, tú y yo somos un desastre. Siempre peleamos y discutimos y luego nos reímos y bromeamos y las cosas no funcionan así. Siempre fue así. Desde pequeños, siempre hemos sido iguales. Y lo peor de todo es que siempre he creído... siempre he querido creer que... No importa. Sólo... tan sólo olvídalo... Todo.

Y sin dejarme tiempo a reaccionar se levanta y se marcha. Se aleja por los pasillos y yo no puedo hacer nada. Ahora soy yo quien tiene la mirada perdida. 

—Me encanta pelear y discutir contigo, y luego reírme y bromear—comento, en realidad para nadie. Sé que nadie está escuchando, y mucho menos ella. 

¿Qué está pasando, Ted? Todo era genial y de repente, dejó de serlo. Para convertirse en una especie de estúpido concurso a ver quien aguantaba más con esta pelea. Y ahora nada. Nada en absoluto. Respiro profundamente y pego mi cabeza a la pared. La dura pared de piedra de los muros de Hogwarts. 

—Hola, Teddy—oigo. Giro la cabeza y veo a la despampanante Dominique. Si Victoire es el día, Dominique es la noche. —He dicho: "Hola, Teddy". Estaría bastante bien que dejaras de mirarme de esa manera y que me contestaras. 

—Hola, Dominique—saludo cansadamente. 

—¿Qué te pasa, Teddy querido?— pregunta con demasiado melodrama como para creer que realmente le preocupa lo que me pasa.—Oh, vamos, Teddy. Ha pasado todo el verano. ¿No me digas que aún sigues con eso? 

—¿Sabes, Dominique? Debería volver ahí dentro—digo evitándola a toda costa. Probablemente ella no tenga culpa de nada. Y probablemente tenga toda la razón del mundo, pero simplemente una parte de mí (la parte a la que siempre le hago caso) prefiere guardarle rencor a ella. Es más fácil culpar a otra persona que culparte a ti. 

Me levanto y mi dirijo hacia el Gran Comedor. Escucho como ella suspira aburrida y gira sobre sus talones. 

—Una última cosa, Ted—dice. Ninguno de los dos se ha dado la vuelta.— Nunca quise hacerle daño a Victoire. Arregla lo que rompí, por favor. 

Tan solo eso. Nada más. «Arregla lo que rompí». ¿Cómo se supone que debo hacer eso? ¿Y por qué tenía que ser yo quien arreglara eso? ¿Y por qué tenía que ser ella, tan doña perfecta? ¿Tan correcta siempre? ¿Tan malditamente ella?


La Perfección Rubia (Veddy/Tedtoire)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora