O N C E (2011)

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—Victoire, por lo que más quieras... ¡no tardes!— me insistió una vez más Scarlett. 

Acaricié por última vez a Nuage, prometiendo que volvería pronto. Sin embargo, al animal parecía importarle poco. Simplemente, se alejó y se durmió cerca de mi almohada. 

—Ya voy— dije. 

—Al fin— suspiró mi compañera cuando me vio. 

Echó a andar hacia el despacho de Slughorn. Yo la seguí algunos pasos por detrás. Ella hablaba emocionada de lo genial que era ser invitada al club de las Eminencias, relatándome todas las celebridades que habían acudido a ese club antes de hacer algo importante. 

—¡Vamos a ser grandes!— concluyó, con un grito de felicidad. 

Reí para mis adentros, recordando cuando la vi por primera vez. No parecía la chica que gritaba de emoción; más bien, todo lo contrario. Y allí estaba, dando saltitos hasta llegar al despacho del profesor de pociones. 

Cuando llegamos a la puerta, ella tocó con timidez la puerta y el afable profesor de Slytherin nos dejó pasar. Lo primero que vi fue una sucesión sin fin de rostros casi desconocidos. Al principio casi que sentí nerviosismo, pero pronto recordé algo: "Eres Victoire Weasley Delacour, no tienes nada que temer. Tienes clase, elegancia, inteligencia, madurez y carisma." 

—Ah, señorita Andrew, señorita Weasley...— dijo a modo de saludo el profesor—. Siéntense, no sean tímidas. 

Mi amiga y yo obedecimos, tomando asiento en las dos únicas sillas contiguas que había. Ahora que ya estábamos sentadas, pude reconocer algunos rostros, como Nathan, el amigo de Ted. También estaban allí algunos alumnos de último curso con el rostro arrugado como si hubiesen chupado un limón. ¿Qué mosca les habría picado?

—El señorito Smith nos estaba contando cómo se hizo animago durante el verano. Es un Slytherin realmente brillante, ¿no creen?— nos dijo Slughorn. 

—Sí. Pero no hace falta que acabe el relato— comentó el tal Smith. Era un muchacho larguirucho, con expresión ácida y hostil (mucho más que las de los otros alumnos de último curso).— No creo que las niñas puedan apreciarlo. 

Noté cómo los músculos de Scarlett se ponían en tensión. Casi podía leer la indignación en su mirada. "¿Cómo osa a llamarnos idiotas de esa manera tan descarada?", me hubiera dicho si estuviésemos a solas. Mi compañera estuvo a punto de levantarse y gritarle algo a la cara, pero le lancé una mirada de reproche, que pretendía tranquilizarla. 

—No creo que sea un inconveniente nuestra presencia, si somos francos— dijo con toda la propiedad que fue capaz de reunir—. Quizás no lo sepas, pero tanto Victoire como yo hemos estudiado varios libros de encantamientos y procesos, entre ellos la transformación a animago. Por cierto, ese tema me parece fascinante. Así que, no es ninguna molestia para mí que sigas contándonos cómo fue tu transformación.

Smith la miró anonadado y, por unos segundos, todos pudimos ver su debilidad. 

—Eh... esto... Claro, ¿por dónde iba?— dijo al fin el chico, recuperando la compostura. 

—Supongo que estarías explicando cómo terminaste el proceso cuando este verano no ha habido ninguna tormenta...— comentó Scarlett al tiempo que bebía un trago de agua. Al ver el rostro descompuesto de Smith, mi amiga sonrió satisfecha. Había conseguido desarmar a aquel cretino que había intentado que quedásemos como tontas. 

—Y, bueno, profesor, díganos— interrumpió una chica con aspecto sonriente—, ¿cuándo podremos cenar?

La muchacha tenía las mejillas regordetas, lo que le daban un aspecto de bonachona y honrada. Seguramente, solo pretendía romper el hielo y que los dos alumnos no se matasen por orgullo. 

La Perfección Rubia (Veddy/Tedtoire)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora