puta, a secas, pero mojada.

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abrí los ojos para ver una mujer que parecía Roma, a ruinas, atada a una columna y aguantando el peso de sus noventa años, junto a los escombros de la que era hace años.

tenía los párpados cansados y los labios arrugados de tanto vivir.
balbuceaba frases sin sentido y movía la silla a la que estaba agarrada haciéndola chirriar, mientras que los ancianos de su alrededor se quejaban de lo que daban en la televisión.

sostenía lágrimas en las mejillas y seguramente se preguntaba la razón por la que seguía ahí.
sufriendo, como lo que era, una vieja loca sin nada que decir.

y me llamó puta, y la entendí, porque era todo lo que ella fue y ese día deje de creer en Dios.

Llámame a OrgasmosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora