Adrián conducía a gran velocidad y con la vista bien fijada en la carretera arenosa. Ya hemos salido del bosque y su gesto serio me daba la seguridad para saber que me pondría a salvo. Aún no asimilaba lo que estaba ocurriendo, miro atrás y veo el internado ya a lo lejos, puede que siendo la última vez que lo vea. Adrián me mira un momento y vuelve a fijarse en el camino.
-Si no nos hubiéramos ido no viviríamos para contarlo -comenta con su aterciopelada voz.
Una punzada me llega al pecho al oír sus palabras, no puedo evita sentirme mal al dejar a mis amigos allí. Soy una cobarde, una traidora.
-¿Y Paola? -comienzo a decir entre sollozos, intentando contener las ganas de llorar- ¿Y Laura? ¿Y guille? ¿No vamos a volver a verlos?
Adrián vuelve a mirarme con gesto triste y no soy capaz de aguantarle la mirada, así que miro al frente y es cuando veo al final del camino una camioneta militar con varios soldados, todos armados, allí apostados.
-Adrián... -le hablo en voz baja, con el miedo empezando a recorrer todo mi cuerpo.
Adrián aprieta la mandíbula y continúa avanzando con gesto serio, apretando la mandíbula. Uno de los soldados se pone delante nuestra y nos levanta el brazo pidiendo que paremos. Adrián obedece y baja la ventanilla. El soldado se acerca y le pide la documentación y él, sin dudarlo, saca su carnet de identidad y se lo entrega. El soldado lo comprueba y tras un momento en el que no soy capaz de respirar le devuelve el carnet y le da permiso para seguir el camino. Cuando los dejamos atrás miro a Adrián sorprendida.
-¿Por qué nos han dejado?
-Mi padre no va a permitir que me pase nada. Es lo bueno ser hijo de un hombre tan importante -dijo con una media sonrisa que me pareció demasiado arrogante.
La verdad es que no sabía si alegrarme por eso o asustarme, porque esa parte de Adrián nunca la había conocido, tan decidido y temeroso. Como tampoco nunca antes me había hablado sobre su familia mucho más allá de lo que todos conocemos. Adrián volvió a fijarse en mi y debió de notar mi preocupación cuando dijo:
-Tranquila, no nos va a pasar nada.
Y disipó mis dudas con un leve apretón en la mano.
El estruendo de golpes, voces y cosas cayendo y rompiéndose habían cesado por fin. El pequeño sótano de la casa del guardabosques nos sirvió de escondite y escapatoria de los soldados que hacía unas horas habían irrumpido a base de fuerza bruta. Todos nos mirábamos con miedo por lo que nos encontraríamos al salir. Ese mismo miedo nos hizo permanecer en completo silencio y no salir de allí hasta que todo pasara. Y puede que nos hayamos salvado la vida, pero había una imagen que no se me iba de la cabeza y me hacía sentir culpable, indefensa, impotente. Y es que no pude hacer nada por ayudarla...
*Flashback*
Un fuerte golpe en el hall nos hizo sobresaltarnos a todos, los profesores se miraban atónitos. El director se puso en pie y salió para ver qué pasaba, pero entonces una autoritaria voz le mandó volver al comedor. Luís entró con las manos en alto y un soldado tras de sí apuntándolo con una pistola. Todos nos asustamos en seguida, pero más aún cuando entraron un centenar más de soldados rodeándonos a todos.
-¡Salgan al patio, vamos! -ordenaron de inmediato.
Nosotros obedecimos sin protestar, ¿cómo protestarle a alguien que te está apuntando con una metralleta? Laura y yo nos miramos asustadas mientras avanzábamos casi a empujones por el pasillo. Salimos al patio y el que parecía el sargento, un hombre robusto y canoso, llamó al director para que diera un paso adelante. Luís obedeció y el sargento se acercó a él ha hablarle. Lo que dijo ya no pude escucharlo porque habló en voz baja, pero fuera lo que fuese no debía de ser bueno por la cara descompuesta de Luís. A continuación le agarraron con fuerza otros soldados y lo pusieron delante de nosotros dándonos la espalda. El sargento volvió a alzar la voz.
-¡Hombres y mujeres a partir de los 40 años, que formen fila detrás de este hombre! -vociferó refiriéndose al director.
Todos los profesores y trabajadores obedecieron excepto la profesora de historia y cinco mujeres más, trabajadoras todas ellas, que tenían menos de 40 años. Laura y yo nos miramos perplejas, nadie entendía qué demonios estaba pasando.
-¡Ahora los niños, vamos! -informó entonces.
Los soldados cogieron a los niños sin miramientos mientras muchos de ellos ya lloraban de miedo, formando una fila paralela a la de los adultos.
-Bien, por último, ¡todos los demás chicos y chicas adolescentes! -proclamó el sargento.
Y de nuevo los soldados nos cogieron con sus manazas y nos llevaron con empujones a formar la fila. Nos separaron en ese momento a Laura y a mi, aunque traté de no perderla de vista. Por otro lado tampoco dejaba buscar a Guille, pero no le veía por ningún lado, y eso me ponía muy nerviosa.
-¡Voy a nombrar a algunos de vosotros y quiero que deis un paso al frente cuando lo haga! -volvió a gritar el sargento- ¡Daniel Pérez! ¡Marcos Espina! ¡Laura Gómez! -el corazón me dio un vuelco al oir el nombre de mi amiga y verla dar un paso adelante con gesto asustado- ¡Luisa Fernández! Y ¡Adriana Castro!
Todos los que había nombrado estaban allí, excepto Adriana que seguía en casa de sus padres. El sargento volvió a nombrarla, pero nadie se movió, se limitaban a agachar asustados la cabeza, gimoteando algunos en silencio.
-No está -dijo Noelia, amiga de Rocío, con temblor en su voz.
El sargento se le acercó con temeraria parsimonia.
-¿Y dónde está?
-Pasando el fin de semana con sus padres -no se atrevía a levantar la vista del suelo.
El sargento se alejó gruñendo y lancé una rápida mirada a Laura que a su vez, miraba con odio a Noelia por ser tan bocazas. Todo esto era muy raro. ¿Qué pretendían hacer con nosotros? ¿Por qué estaban aquí estos soldados? El sargento los miró entonces y les hizo un gesto con la cabeza. Varios soldados cogieron a los chicos que había nombrado hace segundos y los llevaron a rastras hasta una furgoneta militar. Laura, como los demás, pedía a gritos que la dejaran en paz y no dudaba en soltar patadas y puñetazos fallidos.
-¡Dejadla! -grité dejándome la voz, sin temer que pudieran hacerme daño.
Traté de correr en su busca, pero de pronto una mano tiró de mi a la vez que la otra me tapaba la boca impidiéndome gritar más. Quise soltarme, pero la persona que me agarraba me llevó a la fuerza hasta la parte de atrás del colegio sin que ningún soldado se diera cuenta. El ajetreo de los demás alumnos y profesores tratando de ayudar a los chicos nos sirvió de camuflaje, y cuando noté que su presión disminuyó no tardé en girarme para golpearle, pero entonces descubrí que era Guille que me pedía que me tranquilizara. Sin abrir la boca volvió ha cogerme de la mano y me llevó hasta la pequeña casa donde dormía el guardabosques. Cuando entramos abrió una pequeña puerta que había en el suelo debajo de la cama, desplazada de la habitación. Me hizo entrar dentro y cerró tras de sí. Encendió una pequeña vela que había con una cerilla y sin alzar mucho la voz empezó a explicarme todo lo que ocurría.
*Fin del Fhashblack*

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Búscame como puedas (Trilogía "Como puedas" Segunda Parte)
RomanceAdriana y Laura están muy lejos la una de la otra. Cada una buscará desesperada la manera de volver a encontrarse. Laura pasará por un infierno mientras que Adriana tendrá que desprenderse de todo aquello que quiere. La guerra a comenzado y las posi...