Capítulo X

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Ya era de mañana cuando el escuadrón de Levi se desperezaba. Habían dormido sumamente bien y se sentían con energías para poder realizar el recorrido final al castillo. Levi se había despertado horas antes y había ayudado al hombre de la casa, llamado James, en algunas cosas a manera de agradecimiento por haberlos alojado. Se encontraba cargando leña, que habían cortado recién, cuando su escuadrón le recibió con un saludo militar y estar ayudando en la limpieza de la casa. La familia de Dominic, el niño, estaba agradecida y se sintieron alagados por la ayuda desinteresada de los militares. James les dijo que podían visitar aquella casa con confianza; asimismo, Levi aseguró que, en caso de que ellos (la familia) requirieran ayuda en algo, sus hombres y él estarían dispuestos a ayudarles. Y con ese trato firmado con un estrechamiento de manos, se retiraron Levi y sus hombres. Antes de partir, James le dio un caballo a Levi y provisiones.

Es demasiado, pensó Levi al ver al hermoso corcel que le fue entregado y bolsas con provisiones; además de abrigos para el frío.

—Gracias —dijo educado, viendo al imponente animal de color azabache, cuerpo fornido y que le miraba de forma penetrante. Levi acercó su mano al hocico del caballo quien al principio se asustó, pero después aceptó ser acariciado.

—Se llama Noir*. Es uno de mis mejores caballos —confesó sonriente James—, confío en que estará en buenas manos —. Levi le miró impasible al recordar lo que le había ocurrido a su anterior caballo. — Descuide, capitán, este caballo le durará. Es un hueso duro de roer. Ya verá.

Levi volvió a agradecer montándose en su nuevo corcel y se marchó junto con sus soldados, y sus respectivos caballos hacia el sendero que les llevaría al enorme castillo que Hanji había señalado. El viento frío azotaba con brutalidad conforme ascendían hasta el castillo. Los caballos de sus subordinados luchaban por no desfallecer ante la obligación de seguir andando. Sus hocicos babeantes y su respiración errada, anunciaban un futuro desplome. En cambio, el caballo de Levi ascendía con facilidad envidiable, llevando a su nuevo amo a donde deseaba. Levi se sorprendió al detenerse y girar, para ver si sus subordinados le seguían el paso, viendo que estaban a unos cincuenta metros abajo.

En verdad es eficaz, pensó mientras miraba al corcel que simplemente resopló en espera de la siguiente orden.

Esperó hasta que Petra, Erd, Aurou y Gunther llegaran hasta donde él se encontraba para reanudar la marcha. Fueron cerca de dos kilómetros los que tuvieron que recorrer antes de poder llegar a la entrada del imponente castillo. Un muro de piedra de diez metros de alto se alzó frente a ellos, junto con un rastrillo de tres metros de alto y dos de ancho de fierro un tanto oxidado. Levi dio la orden de que se dividieran en dos grupos y que recorrieran todo el muro en busca de algún fisgón o alguien que les hubiese seguido, además de ver si no había huecos. En un grupo estaban Gunther, Erd y Aurou, mientras que en otro estaban Levi y Petra.

Durante el recorrido, Petra desviaba su mirar del bosque para posarla en el cuerpo de su superior. Aún permanecía en su mente la vez que vio a Levi con el torso desnudo. Sus pensamientos volaban en sus sueños donde su lado oscuro hacía presencia y se imaginaba tocar aquellos pectorales y abdominales perfectamente bien trabajados. Se imaginaba siendo besada por el capitán quien le decía cuánto le deseaba. Un suspiro escapó de sus labios cuando se imaginó el momento en que el capitán le besaba con fervor y pasión su cuello.

—¿Petra? —llamó Levi extrañado de escuchar un suspiro por parte de la joven.

La aludida al escuchar su nombre se espabiló y se disculpó por su distracción. Levi, no muy convencido, le regañó y siguieron su andar. Cuando los dos grupos se toparon pasaron informes:

¿Dónde están tus alas? [Riren]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora