Capítulo VII

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Dentro de su sueño, no había nada más que oscuridad, nada más que silencio y tranquilidad. Su cuerpo se encontraba tibio por las mantas que tenía sobre sí. Sabía que llevaba mucho tiempo durmiendo, pero sus ojos no querían abrirse, solo quería descansar y ya. Esperaba que despertara antes de que su viaje diera comienzo. Aún entre sueños, tenía un mal presentimiento en aquel recorrido hacia el norte de la Muralla Rose.

Aquella cama tenía un olor peculiar, se le hacía conocido y tenía un parecido con el pañuelo que aún tenía bajo su posesión. Por unos instantes su ritmo cardíaco se aceleró y con ello su respiración. Aquella cama era de Levi, de eso no había duda. Deseaba con todas sus fuerzas que aquel día no llegara a dormir el capitán, si no sería hombre muerto.

Sus sentidos se agudizaron y su cerebro al fin dio la orden de abrir sus ojos. Con suma lentitud sus orbes se abrieron apreciando la pared de piedra. Se encontraba recostado de lado, de eso pudo percatarse hasta ese momento. ¿Cuándo se había cambiado de posición? Tragó saliva con dificultad, al percatarse de que la habitación se encontraba a oscuras. Sintió un poco de alivio ya que pensó que en aquella habitación solo se encontraba él. Elevó su mirada hacia la hermosa luna en cuarto menguante, le admiró por unos instantes hasta que decidió el levantarse e irse a su celda, antes de que llegara el capitán.

Con los músculos aún entumecidos se sentó en la cama sintiendo su cabeza darle vueltas. Necesitaba comer algo antes de irse a recostar, calculaba que deberían estar cenando sus compañeros, por lo que se dispuso a ir al comedor, pero...

—¿Te atreves a irte sin siquiera acomodar las sábanas que ocupaste, pedazo de mierda? —. Aquella voz, la conocía. Su piel se erizó y su cuerpo se congeló. No... el capitán no podía estar ahí.

—¿No dirás nada?

Su cuerpo permaneció estático, sintiendo unos suaves y firmes pasos acercarse a él.

Para el capitán aquella escena le deleitaba y le divertía. Al menos su espera de casi cuatro horas no había sido en vano. Cuando estuvo lo suficientemente cerca del menor, pudo percibir —con la escasa luz— el temor que emanaba.

—Te pregunté algo, mocoso.

Eren tenía la mirada en el piso sintiéndose pequeño a lado del capitán. Sabía que había cometido un error...esperen, la señorita Hanji fue la que le dijo que esa era su alcoba...entonces no era falta suya, sino de Hanji.

—Responde, ¿te atreves a irte sin antes acomodar las sábanas? —. Sólo al instante que sintió que sus solapas eran afianzadas con zuma fuerza, pudo salir de su ensoñación.

—N-no, señor —. Las esmeraldas de Eren causaron un ligero temblor en el cuerpo de Levi. Ese estúpido mocoso...

—Entonces, ¿qué esperas? —. Sin ninguna delicadeza soltó al menor que se estrelló con la pared de piedra, viendo como el capitán se retiraba.

Su corazón latía desbocado, aquel encuentro sí que le tuvo al límite. Pasaron unos minutos cuando al fin recuperó su aliento y su cerebro había procesado aquella información. De reojo miró la cama, la cual no estaba tan desordenada, pero conociendo al capitán se debían cambiar las sábanas. Tras suspirar con resignación, decidió quitar una a una las sábanas y doblarlas de tal manera que pudiera llevarlas al lugar de la ropa sucia. Las apartó de la cómoda cama, poniéndolas en la silla que reposaba en la pared exactamente frente a la cama (a los pies). Sin mayores ceremonias, tomó sábanas limpias de un estante y las extendió. Cuando terminó su trabajo salió con sábanas sucias en mano, al cerrar la alcoba del capitán y girarse para poder tomar camino hacia las escaleras, una silueta conocida se plantó frente a él.

¿Dónde están tus alas? [Riren]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora