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El despertador sonó a mi lado demasiado fuerte, haciéndome abrir los ojos, un poco atontado. 

Miré el reloj, 6:01 a.m

Aún estaba a tiempo de llegar, por lo que cerré los ojos, dispuesto a dormir otro rato, sin embargo, la puerta se abrió de una patada y de ahí entró mi hermano mayor, Marc.

Suspiré, sabiendo que pasaría lo de todas las mañanas; y eso pasó. Marc saltó hacia la cama, arriba de mí, dando un grito, como si fuera a la guerra. 

— ¡Despierta, hermano! El sol ya salió, ¿qué no lo ves por tu ventana? Ah, cierto, tú eres un emo amargado que mantiene siempre su cuarto a oscuras. — Dijo mi hermano. Se levantó y abrió las cortinas, haciendo que la luz del sol entrara. — Ya hice el desayuno. Te esperamos. 

Dí un gemido de protesta y volví a meterme dentro de las cobijas. 

— Papá no regresó anoche. — Susurró antes de irse, lo que me hizo espabilar. 

Volvió a suceder. 

Bajé de un salto de la cama y salí de mi cuarto, directo a la cocina, bajando las escaleras. 

Me recibió mi hermanita Charlotte, dándome un gran abrazo. Ella ya estaba bañada y arreglada. Mucho mejor a comparación mía. 

Luky, viniste. — Me reí por ese apodo muy raro, pero en su boca sonaba muy tierno. — Ven, vamos, mira lo que hizo Mar

Volví a reír al escuchar cómo decía el nombre de Marc, sin pronunciar la "c". 

Me jaló hacia Marc, que cocinaba unos panqueques de formas muy extrañas.

Charlotte me decía qué era cada forma irregular y yo no le agarraba forma para nada. Marc frunció el ceño.

— ¿Conejo? Pero si es un caballo. — Corrigió él, sin embargo, a mí me hizo reír, pues no tenía nada que ver con un caballo lo que había hecho, aunque tampoco un conejo, la verdad. Más bien tenía forma de mancha extraña. Sí, eso. Todo muy mal hecho. 

Ellos siguieron peleando por la forma que era, mientras yo comía, según Charlotte, un perro, pero según Marc, un elefante. Reía a cada momento por lo que decían, pues eran muy divertidos. 

Subí después de desayunar para arreglarme. 

Salí de casa después de despedirme y fui directo a la escuela, que estaba a dos cuadras de la casa. Muy cerca. En el camino, me topé con un amigo. 

— Hey, ¿qué tal, Luca? — Me saludó, Leo, con una sonrisa. 

— Hola, todo muy bien, ¿y tú? 

— Igual. 

El camino continuó en silencio hasta que llegamos a la escuela, y entramos, rodeándonos de ruido, algo muy común en la escuela. 

Fuimos hasta nuestros respectivos casilleros, y agarré los libros que me correspondían. 

— ¡Lucas! — Cerré muy fuerte las manos, desesperado por que dijeran mal mi nombre. Chris, otro amigo que siempre bromeaba con eso, me abrazó por los hombros, y me miró con una sonrisa traviesa, sabiendo que había logrado que me enojara. 

Luca. — Corregí, aún sabiendo que no serviría para nada, pues él aún seguiría bromeando igual. 

Empezó a reír y me contagié, pues su risa era muy estruendosa, pero alegre, lo que siempre te hacía reír igual. 

— Oye, amigo, ¿supiste que vamos a tener una nueva maestra? Es suplente, ya sabes, por lo que le pasó a la Sra. Jackson. — Comentó, con su sonrisa característica.

La chica que usaba uñas de color sangre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora