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— Buen ojo, muchacho. — Sonrió el detective Barbens, de manera apagada. — ¿Cómo lo notaste?

No alcancé a contestarle, pues él había entrado a la habitación en donde estaba mi padre, y vi como le decía lo que acaba de notar y el médico forense asintió, tomando unas pinzas y revisando. No tenía sentido si los mismos policías ya lo habían mencionado anteriormente.

El detective volvió a salir y me miró. 

— Muchacho... — Comenzó, pero yo lo interrumpí. 

— Luca. Luca Hall. 

— Bien, sí. Luca; ¿y tú cómo te llamas? — Se dirigió hacia mi hermano. 

— Marc. 

— Bien; Marc y Luca, debo de primeras disculparme, pues aún no habíamos investigado el cuerpo, y sé que está mal dejarlo para último. 

— Está bien. — Dije yo. No me importaba. Lo único que me importaba es que encontraran a esa perra que había asesinado a mi padre. 

— Bien, pues, con tú descubrimiento, Luca, hemos reducido bastante la investigación, así que gracias. 

Algo en su tono era confuso. ¿Cómo es que no había notado eso?

— Por nada, fue inconsciente, sólo lo noté. 

— Pues sugiero que se vayan a casa, con su hermana. — Se dio la vuelta, dándonos la espalda, pero mirándonos de reojo. — Los he investigado, y lo seguiré haciendo. Les prometo que encontraré el asesino de su padre. 

Se alejó con grandes zancadas y Marc suspiró a mi lado. 

— Estoy tan... Cansado. — Me giré hacia él, y era muy notorio. 

— Yo igual. Ya vámonos. — Ambos le dimos una última mirada a nuestro padre, y nos fuimos, con el corazón en un puño. 

Mi hermano, nada más llegar, fue a darse una ducha, y me mandó a mí por Charlie, lo que no me molestaba, lo que más me incomodaba era ver a mi maestra. No sé por qué, pero lo hacía. 

Llegué a su casa, y con un gran suspiro, toqué. 

No tardó en abrirme, y también prender la luz, pues en el camino se había oscurecido. 

Al verla supe que estaba dormida antes de que llegara. 

— ¡Oh, hola! ¿Cómo les fue? — Preguntó ella, tratando de sonar animada. Repito, tratando. 

— Bien. ¿Y mi hermana? — Fui directo. 

— Sí, ella está dormida. Voy por ella. — Volvió a entrar a la casa, pero tomé su brazo para detenerla. Ella paró, y me miró sorprendida por mi tacto. 

— Ya voy yo. — Ella asintió, mirando mi mano sobre su brazo. — ¿Puedo pasar?

— Ah, sí, sí. C-claro. 

Su piel era suave y sentí cómo se le erizó al sentir mi tacto.

Entré, y lo primero que noté fue que había cambiado algunos muebles, haciéndolo más acogedor y amplio. 

— Está arriba. Ven, te guío.

La seguí escaleras arriba, hasta la primera habitación, en un cuarto acqua.

En ella estaba una cama, y ahí Charlotte dormía plácidamente.

— Cuando llegó, no quería hablar. — Me contó mi maestra, sonriendo con tristeza mientras la veía. — Le preparé algo de comer, pero no hacía nada. Estaba preocupada por ella; aunque en parte sabía que era por todo lo que estaba pasando. Pensé que era mejor dejarla sola, por lo que me fui a mi cuarto, explicándole en dónde estaría, por si necesitaba algo, pero ella no me contestó. Parecía en estado de shock. Unos pocos minutos después, ella vino aquí y me abrazó empezando a llorar. — Sus ojos se empezaron a llenar de lágrimas y no lo comprendía, ¿por qué ella lloraba? No tenía nada que ver. No me conocía, no la conocía. ¿Por qué de repente era la más triste? — Yo sólo la abracé, dejando que se desahogara, hasta que se quedó dormida, sobre mí. Yo me sentía en paz, al verla a ella en paz, por lo que también me quedé dormida. 

La chica que usaba uñas de color sangre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora