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La clase se sumió en un incómodo silencio al tiempo que ella entraba.

Dejó su maletín en el escritorio vacío y se giró hacia nosotros. 

Sus ojos azules como el océano nos observó a cada uno de nosotros y cuando se posó en mí no pude evitar bajar la mirada. ¿Qué sucede conmigo? 

— Es mucho mejor de lo que imaginé. — Musitó Chris. — Es... 

— Hermosa... — Lo interrumpió Leo, anonadado. 

Quise decir algo, pero no podía apartar la mirada de ella. Tenía una cara ovalada, con piel blanca y un cabello corto de un azabache, que contrastaba completamente con su piel. Sus ojos grandes, pero fríos. Era alta, no tanto como yo, pero lo era, tenía un buen estilizado cuerpo. 

— Hola, mucho gusto a todos, soy la profesora Dasha Hendrickson y supongo que ya todos saben que soy la profesora suplente por lo que le sucedió a  la Sra. Jackson... lamentable. Espero que en estos meses que estemos juntos, nos llevemos bien. — Su voz era suave, pero no muy aguda. Además, tenía un extraño acento. 

Todos seguían callados, y cuando ella paró de hablar, el silencio fue muy extraño, casi nunca sucedía esto en clase. 

— Así que comenzaré por conocerlos. — Anotó en el pizarrón su nombre y luego se giró hacia nosotros, con una débil sonrisa, pero con eso fue suficiente para que mi corazón se acelerara.  — Todos díganme su nombre, por favor. 

Empezó con la primera fila, y todos dijeron su nombre, obedientemente. 

— Lía White.— Se presentó Lía en su turno. 

— Christian Thompson, mucho gusto. — Me sorprendí cuando dijo bien su nombre, muy pocas veces hacía eso. Me giré a verlo y noté que le estaba coqueteando, sin embargo, la maestra se mantuvo impasible, preguntándole a los demás su nombre. 

— L-Luca Hall... — Dije en un tartamudeo. ¿Por qué me estaba pasando esto? Mi corazón latía a mil por hora y notaba que mi mano por debajo del pupitre temblaba, pero solo era una, la derecha, en la que tenía esa extraña cicatriz que nunca supe cómo la obtuve. 

— Leonard Nelson. — Dijo Leo, muy tranquilo, como siempre. 

— ¿Es usted el Leonard que creo? — Dijo la maestra, seria. — ¿El que ganó las olimpiadas de matemáticas, y el mejor alumno? 

Leo sonrió orgulloso de sí, con débil rubor en sus mejillas y asintió. 

— Bien, me agrada tenerlo en mi clase. 

Continuó hasta que terminó y entonces, regresó hasta el frente del salón y anotó un libro en el pizarrón. 

"Ana Karenina" 

— Este es el nuevo libro que tendrán que leer. — Dijo ella. 

— Si me disculpa, — Interrumpió Leo, levantándose. Era su momento, en el que corregía a los profesores. — Ese no es el libro que nos había dicho la Sra. Jackson que leyéramos. 

— ¿Alguien lo ha empezado a leer? — Preguntó la maestra con calma. 

Nadie lo había hecho aún. 

— Pues bien, nadie lo ha leído, así que pueden leer este. Además, yo soy su maestra ahora, así que tendrán que obedecerme a mí. — Apuntó a Leo. — ¿Algo más que tenga que decir, joven? 

— A-ah, no. Gracias. — Se sentó de manera brusca y escuché su habitual bufido cuando algo no le salía bien. 

El timbre sonó y todos se levantaron. 

La chica que usaba uñas de color sangre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora