Me acerqué más, para ver si no me estaba volviendo loco, pero no era así, era el mismo.
¿Quién era esa niña?
Bajé del ático con la foto y fui hasta el comedor, donde mi padre veía un partido mientras tomaba cerveza. En tan solo dos minutos él había vuelto a su antiguo ser, ingnorando que justo de eso yo me quejaba.
Me acerqué a él y levantó su mirada hacia mí. Hizo una mueca, como si quisiera decirme algo.
— Hijo, yo...
No me importaba lo que tuviera que decir en ese momento, más sabiendo que diría las mismas excusas de siempre, se disculparía y lo volvería a hacer; lo que más me importaba era esa foto.
La puse enfrente suya, y él se calló.
— ¿Qué es esto?— Preguntó él, tomando la foto y observándola mejor.
— Eso debería preguntar yo. ¿Por qué tenemos esta foto? ¿Quién es? ¿Es de ella la ropa que está en el ático? ¿Por qué tenemos su ropa? — Articulé con rapidez.
— Yo... — Frunció más su entrecejo, haciendo que más arrugas rodearan su frente. — No lo sé.
Se levantó del sillón, haciendo que rechinara y fue hacia la cocina, donde abrió una de las gavetas del fondo, que casi nunca se abrían.
Ni siquiera sabía que había ahí.
Trastos y cosas de cocina es lo que abundaba, pero mi padre escarbó entre eso hasta llegar al fondo y tomo una caja negra, y pequeña.
— ¿Qué es eso? — Salió de mis labios.
— Es que... No lo sé. — Contestó con la voz rota y noté en su mirada lo confundido que estaba. — Yo sólo sé que esto tiene algo que ver.
Me entregó la caja, sin mirarme y salió de la cocina con rapidez.
Escuché sus pasos hasta la puerta y su carro al salir. ¿A dónde iba ahora? ¿Y sin siquiera despedirse?
¿Qué acababa de pasar?
Miré la caja en mis manos y observé como la pintura se estaba cayendo y en algunas partes estaba rota.
Ya era vieja.La dejé en la mesa y la abrí, tomándolo por el extremo.
— Luky, — Charlotte se sentó a mi lado, con dificultad, pues era muy alta la silla para ella. Observó la caja. — ¿qué es eso?
— Yo... Lo acabo de encontrar. — Contesté.
— Oh... — Su sonrisa de siempre apareció y tomó mi mano, bajándose de la silla y jalando mi brazo. — Ven, mira lo que hice en mi dibujo.
— P-pero... Tengo que...
Su rostro, que era tan lindo como la de un cachorrito me interrumpió.
Asentí, siguiéndola y suspirando, pues el misterio tendría que esperar un poco más.
La noche llegó tan rápido como un parpadeo y yo estaba terminando la tarea, pero justo escribiendo una palabra, la caja llegó a mi mente de nuevo. La había olvidado por completo, pero ahora era en lo único en lo que pensaba.
Bajé las escaleras en silencio, porque Charlotte ya dormía.
Cuando llegué al primer piso, busqué a tientas en la oscuridad el interruptor de la luz.
Lo encontré y la luz se prendió con rapidez, deslumbrando mis ojos, y tuve que taparlos un momento antes de acostumbrarme.
Pasé por la cocina hasta el comedor, pero no lo vi a primera vista.
Llegué hasta la mesa y lo busqué, no estaba.
Lo busqué en las sillas, en el sillón, en la cocina, pero no. ¿En dónde estaba?
Subí las escaleras hasta el cuarto de mi hermano. No me importó tocar y simplemente la abrí. Él sólo estaba leyendo en su cama, tranquilo. Al mirarme, rodó los ojos.
— ¿Qué necesitas?
— ¿Acaso tomaste una caja negra que estaba en el comedor?
Lo pensó un momento, pero terminó negando.
— ¿Sabes quién la tomó?
— No.
— Ah, gracias. Buenas noches. — Me despedí cerrando la puerta a mis espaldas, y escuché algo de que "no durmiera tan tarde", de su parte.
Bajé de nuevo, pero salí a la cochera, buscándolo por ahí. Pero nada.
¿Habría sido mi padre? Pero no había regresado desde que se fue, hacía algunas horas.
Me senté en el sofá, rindiéndome. ¿Quién se lo había llevado? Si no fue mi hermano, ni mi padre, pero no quedaba nadie más en la casa, a menos que...
Volví a subir las escaleras y fui hasta la puerta más lejana, con muchos adornos rosas y de princesas. La abrí con cuidado, sin hacer ruido y la vi.
A Charlotte, abriendo la caja en sus manos.
— Charlie... ¿Qué haces con eso? — Entré por completo a su cuarto, y ella me miró, un poco sorprendida.
— Luky, hola. Es que lo vi abajo y quise ver que había dentro. — Contestó con inocencia.
— Bien , pero ya es tarde, y mañana te toca escuela, así que dámelo y mañana lo vemos juntos, ¿sí?
Me ignoró y abrió por completo la caja, observando su interior. Yo me acerqué a ver lo que era, pero en el camino la vi sonreír.
Tomó algo de la caja y me lo mostró:
Una foto, la misma foto que había visto un poco antes.
— Es mamá. — Comentó.
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La chica que usaba uñas de color sangre.
Misterio / SuspensoEra ella. La misma. Con sus uñas pintadas de un color rojo como la sangre.