La rabia, mezclada con la confusión me consumió.
— ¡Fuiste tú! — Exclamé, sin pensar claramente.
— ¿Q-qué? — Ella parecía no entender, se sobresaltó con mi grito. Podría ser una mentira. O no. — ¿A qué te refieres?
— ¡No te hagas la idiota!
— L-Luca...
— ¡Mataste a mi padre! ¿No es cierto?
— ¡Claro que no! — Su rostro se veía horrorizado por la acusación, y empecé a dudar de mí. — ¿De dónde sacas eso?
— De tus uñas, claro. Es el mismo esmalte que está en el rostro de mi papá. Tú rasguñaste a papá y ahora morirás en la cárcel.
— Pero yo no...
— Aunque, no entiendo, ¿por qué lo hiciste? Él era un buen hombre. Con sus problemas, claro, pero un buen hombre. ¡¿Por qué lo hiciste?!
— ¡YO NO LO HICE! — Su grito, con mayor intensidad que los míos, me calló.
Miré su rostro, que me miraba a mí, enfadada por la acusación, pero triste, por lo mismo.
— Y si no me crees, ¡voy a que me hagan una prueba! ¡Hago lo que sea, pero no fui yo!
Se instaló un silencio extraño y ella suspiró.
— Deberías irte. — Dijo en voz baja, sin mirarme. — No te preocupes, yo llevo a Charlotte a casa, y después a que me hagan una prueba. A primera hora te la muestro.
— No, yo... — Pensé, claramente, esta vez, que habían muchas mujeres que tendrían ese esmalte. Además, ella acaba de llegar, y no podría saber a dónde iba mi padre. Era una buena persona, que me acababa de ayudar, y yo la acusé de manera injusta. — Lo siento, ¿sí? Es sólo que...
— Vete. — Me interrumpió, dándome la espalda y yo resignado, salí; ella cerró la puerta detrás de mí y escuché su profundo suspiro.
Al día siguiente, cuando desperté, ya había traído a Charlotte, y se estaba arreglando para irse cuando yo fui a desayunar.
Marc no había hecho el desayuno, y ni siquiera parecía despierto, por lo que fui a su cuarto.
Toqué levemente y escuché un gruñido como respuesta, así que entré.
— Hermano, ¿estás bien? — Dije asomando mi cabeza por la puerta, alcanzando a ver como estaba metido bajo el revoltijo de cobijas y sábanas.
— Claro que no. — Contestó con voz ronca. — ¿Acaso tú sí?
— No.
— Bien, ¿entonces por qué preguntas? Si quieres, no vayas a la escuela, al cabo deben saber todo lo que sucede; y si no, yo les diré.
— Pero quiero ir.
— ¿En serio? — Se levantó para verme, sorprendido. Sí, supongo que no es normal que un muchacho rechace la idea de no ir a la escuela. — Dios, en serio que eres extraño. Pero dile a Charlotte lo mismo. Que yo le permito que no vaya. Después de todo... Ahora soy el responsable de la familia.
Escuché la pesadumbre en su voz, y supe que era muy normal lo que sentía.
— Sí, le diré. Nos vemos, Marc.
— Adiós... — Se despidió con aflicción.
Fui con Charlotte, que estaba terminando de desayunar, callada.
— Charlie, ¿quieres ir a la escuela? — Inquirí cuando llegué a su lado.
— No. — Dijo en un susurro.
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La chica que usaba uñas de color sangre.
Misteri / ThrillerEra ella. La misma. Con sus uñas pintadas de un color rojo como la sangre.