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— P-profesora... — Formulé en voz baja, aún sorprendido por verla ahí, en mi puerta, de noche. 

— ¿L-luca? — Hasta ella se vio sorprendida. — ¿Tú vives aquí?

— Sí. 

— Yo... Em, no tenía idea de que vivías aquí, sólo... — Suspiró, y noté el cansancio en sus ojos. Sus hermosos ojos. — Mi auto se averió, justo enfrente, y vi la luz prendida, por lo que pensé que había alguien despierto. Sólo quería ver si podían ayudarme, sólo revisándolo, si no es mucha molestia, que sé que lo es, y lo siento. 

— Claro, voy. — Salí de casa y cerré la puerta, para que no escucharan el ruido que haríamos. 

La seguí a su auto, que estaba al otro lado de la calle, pero enfrente de mi casa. 

— ¿Cómo es que... — Pensé si era lo correcto preguntar eso, pero al final lo hice. — ... terminó por aquí, otra vez?

— Larga historia, la verdad...

— Quiero oírla. — expresé. Ahora, intrigado por su historia. 

— Ya veo. Pues, me acabo de mudar a la ciudad, pues yo soy del pueblo a unos kilómetros de aquí, y no conozco, por lo que me dieron la dirección de mi nueva casa, y yo paré por aquí la primera vez (cuando te vi "recogiendo tu celular") — Hizo comillas en el aire, y vi bajo la oscuridad su sonrisa. — porque había perdido el papel en donde venía la dirección.

>> Luego, fui casi al otro lado de la ciudad, pues era ahí a donde me llevaba el GPS, pero no, estaba completamente mal, así que pregunté a las personas con las que me iba encontrando, y me trajeron aquí de nuevo, pero ya era super tarde, y creo que duré mucho tiempo con el auto encendido, porque dejó de andar y ni siquiera encendía.

>> Y bueno, eso nos trae aquí, pidiéndole ayuda a uno de mis nuevos alumnos. Per-fe-cto. 

Noté como bufaba de ironía y yo reí levemente. 

— ¿Puedo entrar? — Pregunté, y ella asintió, por lo que entré en el lado del piloto y traté de encenderlo, pero nada sucedía, ni siquiera un ruido. 

Volví a salir y abrí el capó. Revisé algunas cosas y noté como faltaba el tornillo de la terminal, al igual que las bridas.

— Bueno, aquí faltan varias cosas. — Informé. 

— ¿Qué cosas?  — Se puso a mi lado y noté como temblaba un poco de frío, pero no parecía sufrir por eso. Observó su motor, y al parecer, no sabía de lo que hablaba. 

— Las bridas y un tornillo muy importante que permita que se pueda encender. 

— A-ah...

— Pero lo más extraño es que las bridas no son fáciles de que se caigan. Tuviste que haber hecho algo muy fuerte. O tal vez haber pasado por un gran hoyo, o algo muy grande. 

— Sí, creo que fue eso, pasé por un hoyo camino aquí. — Dio otro largo suspiro y se recargó en el lado contrario. — Estoy tan cansada, y ni siquiera he encontrado mi casa. 

— Tal vez pueda ayudarte. — Me ofrecí. No es que fuera muy conocedor de todas las calles de la ciudad, pero me sabía la mayoría. 

— ¿En serio? — Preguntó, esperanzada, con sus ojos brillantes de alegría. 

— Claro. — Me entregó un papel pequeño doblado y yo lo desdoblé, leyendo la dirección. Al instante me di cuenta en donde era. 

— ¿Sabes en dónde?

— Justo... allá. — Apunté a tres casas a la izquierda de la mía. 

— ¿Es... en serio? — Preguntó, incrédula, al igual que yo. 

— Sí.

— ¿Lo juras? 

— Sí. 

Ella empezó a caminar hacia allá, y la seguí, sin saber muy bien por qué.

Sacó una llave del bolsillo de su pantalón y trató de usarla en la puerta, y funcionó, como lo suponía. 

Entró, un poco dudosa y me invitó a pasar, lo que hice. 

La casa ya estaba amueblada, y ella prendió la luz, viendo mejor. Su casa era un poco más grande que la mía, pero lo que la adornaba era un poco antiguo y de mal gusto. 

— Creo que entonces no necesito mi carro, tengo la escuela muy cerca. — Me dijo, con una sonrisa muy linda. — Pero Luca, en serio te agradezco todo lo que has hecho por mí. Por una desconocida. 

— Usted no es desconocida. 

— Claro que lo soy, me conocías de una hora. Pero supongo que ahora no lo soy. Gracias, de nuevo.

— No es nada... Ahora creo que podría negociar por calificaciones. — Bromeé y ella rió, pero se mantuvo con una sonrisa astuta. 

— Ni aunque me salvaras la vida negociaría con calificaciones. — Bromeó ella igual y sonreí. 

Me di la vuelta, sabiendo que ya era hora de irme. 

— Luca. — Me detuvo. Me giré hacia ella, más cerca que antes, y pude apreciar mejor sus ojos, de ese azul que me volvió loco. — Muchas gracias. 

— D-de nada. 

Fui hacia la puerta y al salir, la volteé a ver. 

— Hasta mañana. — Me despedí. 

— Hasta mañana. 

Lo último que vi de ella al cerrar la puerta, y que me llamó mucho la atención, fueron sus uñas, de un color rojo, tan rojo, como la sangre. 



La chica que usaba uñas de color sangre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora