|CUATRO|

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LLENOS DE ESPERANZA


La tormenta se había desatado a media mañana sobre la ciudad.

Las calles estaban empapadas, el frío te helaba la nariz, las personas caminaban rápidamente escondidos entre abrigos y paraguas. Y, entre las tantas personas que recorrían Londres, un hombre vestido con un largo abrigo negro con capucha apareció de la nada, en medio de un callejón solitario. Un chasquido y el sonido de sus botas tocando el agua fue lo único que se escuchó entre el barrullo de la gente, un pequeño gato gris bufó, escondido debajo de un apestoso contenedor de basura. El hombre caminó con la cabeza gacha, zigzagueando entre calles hasta llegar a la que buscaba: Charing Cross.

Se adentró a un pequeño bar que todos parecían ignorar. Metió las manos en los bolsillos del abrigo, ocultándose de la mirada de la mujer rubia y un poco regordeta que sonreía alegremente tras la barra, y subió las escaleras hasta llegar a una de las habitaciones. Finalmente, su viaje terminó cuando se detuvo frente a la puerta marcada con el numero 7. Observó su reloj e Inhaló profundamente tomando la perilla con su mano izquierda, mientras que con la derecha sujetaba la varita oculta en el bolsillo de la túnica.

Según la nota de Malfoy, tras esa puerta se encontraría a una mujer de nombre Gabrielle que supuestamente podría ayudarlo con su problema. No estaba seguro si entrar. En realidad, no estaba seguro de que hacia allí; pero en cuanto había comentado de la nota de Malfoy con su novia, ella había insistido en que fuera. Después de todo lo que el rubio había hecho por Ginny, ella fácilmente podría poner las manos en el fuego por él. Harry, en cambio, no estaba tan seguro. Viejas mañas del pasado que no se olvidan, supuso. Giro la perilla y empujó la puerta, conteniendo el aliento y agudizando el oído en busca de cualquier actividad sospechosa.

Había una mujer, un par de años más joven que él, sentada en la cama junto a una pequeña pila de papeles con el sello oficial del ministerio, del otro lado del cuarto, frente a la ventana que daba al callejón, un hombre alto le daba la espalda.

—¿Te ha enviado Draco? —Pregunta la muchacha de cabellos dorados que se deslizaban suavemente por sus hombros y enormes ojos azules en los cuales aparece un chispazo de débil esperanza. Se veía bastante joven y tenía un particular acento que le recordó a Fleur, la esposa de Bill, cuando recién la conoció. ¿Francesa, tal vez?

—Tú debes de ser Gabrielle ¿Verdad? —Pregunta al tiempo en que saca su mano derecha y la estira hacia ella.

La joven baja de un salto de la cama y camina con la elegancia de una bailarina hacia Harry, sonriendo ampliamente. Ese simple gesto deja Harry atontado por un segundo. La imagen de Fleur vuelve a pasar por su mente. ¿Una veela? se preguntó en silencio.

—El es mi esposo Alexandre Lefebvre —señaló al hombre de la ventana, que ahora se encontraba mirándolo fijamente sin expresión alguna.

Se permitió asombrarse por un momento, Alexandre Lefebvre era una estrella de quidditch en asenso. Había visto uno de sus últimos partidos, era asombroso verlo jugar.

—Un placer —Murmuró incómodamente.

Gabrielle cerró la puerta.

—Bueno, ya que has llegado ¿por qué no terminamos con esto? —Alexandre caminó hacia la cama donde tomó un par de papeles que entregó a Harry. —Nosotros nos hicimos cargo de todo ya en el ministerio.

—Espero que no te moleste —dijo Gabrielle un poco apenada— queríamos agilizar los trámites para tener todo listo para cuando naciera.

—¿De todo? —Preguntó frunciendo el ceño.

Tears of a FlowerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora