ERRORES DEL PASADO
—Esto no está pasando —Murmura Astoria Malfoy en voz baja. Aunque en aquel silencioso lugar su voz se escucha como un grito histérico. —No está pasando...
Cual león encerrado se pasea por el despacho. Sus tacones golpeaba el cerámico provocando un molesto sonido que Alexandre parece no notar; él permanece inmóvil, mirando fijamente la bonita caja de pandora que adorna su escritorio.
La mujer se detuvo frente a la puerta, donde un calendario marcaba el primero de septiembre con un círculo rojo, apoyó su dedo contra el papel tapando el número. Deseaba con toda su alma haberle hecho caso a su madre por una vez en la vida, y educar a su hijo en casa, tal y como hicieron con ella. Pero no, quería demostrar que tan distinta era a su madre. Ahora pagaba las consecuencias, seguro que ella se reiría de lo lindo al saber esto, no por nada era conocida por su retorcido sentido del humor.
Sintió sus piernas temblar bajo el peso de la culpa. Los errores del pasado, esos que tenía por montón, volvían una vez más, para joderle la vida y ya no solo era ella, arrastro a su adorada hija y a su única amiga consigo. ¿Qué clase de madre era? De lo peor, ¿Qué clase de persona era? Una horrible, seguro.
¡Oh Dios, cuando su hija se entere!
¡Cuando su marido se entere!
Astoria ya los podía ver abandonando su vida en un abrir y cerrar de ojos. Y no los podría culpar si lo hicieran.
—No es tu culpa —La voz ronca del hombre reventó su burbuja, ¿había hablado en voz alta? Volteó a verlo. —Es mía. —Dijo sin mirarla— Sabía que cuando nos fuéramos cruzaríamos una línea de la que no hay retorno, y aun así la crucé y te arrastre conmigo.
Sorbió su nariz, limpiando un par de lágrimas con el dorsal de la mano derecha antes de caminar lentamente, parándose junto a él. Su mano se envolvió en su codo, se escucho pequeña, como una niña dulce, al hablar —Es una culpa compartida. Tuviste razón al sacarme de ese lugar, lo vi entonces y lo veo ahora. No debes hacerte responsable de mis actos, yo me uní a ellos por mi propia voluntad.
Alexandre medio sonrió, sin mirarla pero encontrando razón en sus palabras. Astoria respira profundo, dándose ánimos, antes de levantar la tapa.
Dentro de la caja, sobre páginas viejas de un diario muggle, se encontraba una vieja y maltratada máscara de gas, un sobre de papel y una mecha de cinco centímetros de cabello rubio entrelazado con una mecha oscura.
Con la garganta seca y la sangre caliente, Alexandre, toma el sobre de dónde saca un pequeño pergamino arrugado. Tres líneas escritas con pulcra letra manuscrita, agregan una tonelada más de culpa a la mochila que llevan.
Ninguno dijo nada por un segundo, luego el francés arrugo la carta y en un gesto de rabia sacó su varita e incinera el papel. Sus rasgos se habían transformado en una muesca de asco, rabia y remordimiento, Astoria lo entendía bien, tenía el mismo sentimiento. Acercó su mano temblorosa a la caja, pero se detuvo, un segundo antes de llegar a tocar la trenza con el cabello que, estaba segura, era de su hija y de su ahijada.
Una mueca, parecida a una sonrisa rota, se dibujó en su boca —Nuestra culpa.
Mi culpa, Corrigió la castaña en su mente.
Cuando apenas tenía la edad de Cassiopeia enfermó de gravedad, y mientras su núcleo mágico se apagaba su hermana compraba los útiles para su primer año en Hogwarts. A los once mientras su núcleo tenía chispazos de magia, su corazón se llenaba de envidia.
A los catorce mientras el mundo mágico temía el regreso de Voldemort, Astoria caía en las bonitas palabras de una mujer y tontamente escapaba con ella, para formar parte de un nuevo mundo.
Aquella marca tatuada en su piel, asemejando una cicatriz, era el recordatorio eterno de lo tonta que fue. Ese simple círculo blanco atravesado a la mitad por una pequeña línea igual de blanca, se encontraba un poco más arriba de su seno izquierdo, justo sobre su corazón. El símbolo de Pandemia. El símbolo de su culpa.
El ex jugador de quidditch asintió —Lo arreglaremos. —dijo con una mirada cargada de determinación y rabia, aquellos ojos azules brillando por las lágrimas que se negaba a soltar —Encontraremos el modo de traer a las niñas a casa.
—Aunque me cueste la vida —Afirmo ella con la misma determinación.
Me encontraba lejos, muy lejos de ella.
En este momento deseaba atravesar la habitación y esconder la cara en el cuello de Cassy, esta pesadilla seria menos horrible si ella pudiera tomar mi mano.
Tengo hambre. Tengo miedo. Quiero a papá y a mamá. Necesito quitarme estas cosas que lastiman mi piel. ¡Quiero ir a casa! ¿Cuánto tiempo llevamos aquí? Siento que han pasado días. Mis tripas rugen. A mi lado el niño que dormía ya no se mueve, ¿estará muerto? Trato de no pensar en eso, ¿pero en qué puedo pensar sin terminar llorando?
El lugar apesta a orina, o tal vez soy yo, no sé. Deje de sentir mis brazos hace varias horas, ya no tengo fuerzas para tratar de aflojar las cadenas, ¿las arañas me perdonarían si destruyo el hogar que están construyendo ahí? Los rayos de sol que se colaban por las ventanas cerradas, me tranquilizaban y me largaba a llorar cuando desaparecían, como ahora, que se ocultaban tras las nubes dejando pasar poco y nada de luz.
—¿Te da miedo la oscuridad? —Me pregunta Cassy quien, de seguro, escucha mi llanto. No respondí, trataba de no hacer ruido, y sabía que en cuanto abriera la boca mil quejidos se escucharían —Yo en tu lugar tendría más miedo a las arañas que caminan por tu brazo.
—Eso es tan tranquilizador —Dijo sarcástica una niña, mientras la que estaba a mi lado se sacudía violentamente atrayendo nuestra atención.
—¡Eh, para!
—¡Calla!
—¡Shhhu!
—¡Nos van a oír!
La puerta se abrió en ese momento y cerré mis ojos. No volvimos a hablar. La niña tampoco volvió.
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Tears of a Flower
FanfictionHarry Potter -famoso auror- y Ginny Weasley -ex cazadora profesional- tiene una relación de seis años, una casa y dos hijos. Su vida es "perfecta". Pero, la perfección no existe y la paz es solo una ilusión. Ginny lo sabe, sus sueños constantes con...