|SIETE|

92 9 2
                                    

MUÑECA ROTA


La tenue luz de la mañana alumbraba pobremente aquel triste lugar. Los rayos de sol, silenciosamente se colaban por los vidrios sucios, rotos y polvorientos de la ventana. La pared de ladrillos blancos y pintura rojiza, sin duda había tenido mejores días. Al igual que ese piso, mohoso y polvoriento, que desconocía el color de antaño.

Dentro una bañera de cerámica, escondida tras una vieja cortina azul, se encuentra una niña, con los labios ligeramente azulados, que flota sobre agua mugrienta entre los insectos muertos.

Las largas pestañas se levantaron, revelando unos ojos azul verdoso que ven al techo sin enfocar nada realmente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Las largas pestañas se levantaron, revelando unos ojos azul verdoso que ven al techo sin enfocar nada realmente.

Una especie de suspiro aliviado se escucha de fondo.

—Eh, tú —Se escucha la tímida voz ronca de un niño.

La chiquilla en la bañera parpadea un par de veces, tratando de entender.

—Oye tú, niña, ¿estás viva?

—Sí —Murmura para si. Se siente confundida, lo último que recuerda es una luz roja golpear su pecho.

Agarra el borde de la bañera para ayudar a sentarse. Agua, oscura de un olor pútrido, chorrea por su espalda y hombros.

—¿Hola? —Escucha otra vez.

La niña voltea. Una silueta difusa se aprecia tras la cortina.

—¿Podrías ayudarme? Por favor —Ruega con voz lastimera.

—¿Quién eres?

—Evan —Responde— ¿Puedes ayudarme?

—¿Ayudarte? —Cuestiona confundida— ¿Cómo te ayudo, Evan?

Se levanta, y sale de la bañera. Respira profundo cuando la superficie astillada entra en contacto con su piel melosa.

—Por favor, ayúdame. —Gimotea. Un escalofrió recorre la columna de la nena.

Despacio, caminó dejando atrás la cortina. Huellas húmedas y un camino de gotitas quedan registrados en el piso con cada paso que daba. Tenía la piel arrugada, fría y el pelo maloliente.

Cuatro camastros de hierro se veían en el cuarto, dos contra la pared derecha, dos contra la izquierda. Solo unos treinta centímetros los separaban. En una de ellas, al lado de la puerta, sobre un colchón carcomido por las ratas se encontraba el tal Evan, sentado con las piernas en posición del loto y los brazos tras su espalda.

—Desátame —Pidió en un susurro. Él parecía solo un par de años mayor que Lily, sus risos castaños caían sobre su rostro ocultando sus ojos, y el nacimiento de tres cortadas profundas, amarillentas e inflamadas, que llegaban a rozar su despellejado labio.

Tears of a FlowerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora