|SEIS|

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PERDIDOS


La marca tenebrosa apareció sobre la estación King Cross esa mañana, y alrededor de dieciséis niños mágicos desaparecieron sin dejar el más mínimo rastro. El ministerio de magia se encuentra plagado de magos y brujas bulliciosos que exigían respuestas. El departamento de aurores batallaba para poder cumplir con su trabajo: debían de interrogar a poco más de una centena de testigos, mientras un montón de reporteros deambulaban como buitres por ahí.

Ivonne Aldrich era una recién graduada de Hogwarts, y actualmente se encontraba en su tercer día como aprendiz de auror. Ella creía firmemente que el infierno se parecería mucho a ese primer día de septiembre.

Aunque era una novata, sin experiencia alguna, la falta personal obligó a su entrenador a ponerlos a todos a trabajar interrogando a los testigos del caso. Entre Ivonne y su compañero, Edward Lupin, manejaron con facilidad a la madre de una de las víctimas, hasta que Lucifer en cuerpo de modelo apareció: Gabrielle Lefebvre la llamaban, madre de una de las desaparecidas, madrina de otra, y un dolor de cabeza a largo plazo, llegó.

—¿Podrías ser tan amable de explicarme otra vez, cielo? — El tono dulce, que derramaban sus palabras, y esa sonrisa amable, que se marcaba en su boca, contrastaba con el ceño fruncido y esa vena que sobresale en su cuello.

Astoria Malfoy limpió su nariz. Con los ojos llenos de lágrimas arrastro su silla, unos cuantos centímetros, lejos de su amiga. Ivonne levantó una ceja a la vez Teddy se estremecía por el horrible chirrido. La señora Lefebvre ni parpadeó, sus manos continuaban entrelazadas sobre la mesa.

—N-no sé, aun no entiendo que es lo que sucedió... —Bajo la cabeza y mantuvo la mirada sobre la mesa, incapaz de ver a nadie —En un momento estaban conmigo, y luego no... ¡Todo era un desastre! El tren se fue, las personas corrían gritando y yo... yo —Se cubrió el rostro con las manos, sollozando.

Lupin estiro la mano para ponerla sobre el hombro de la mujer, a manera de consuelo. Pero antes de poder tocarla una risilla inquietante se oyó. Ivonne retrocedió un paso de manera inconsciente. Astoria alzo la mirada.

—¿No sabes que ocurrió? —Rió— ¿No tienes idea de lo que sucedió? —La sonrisa murió, sus ojos se oscurecieron hasta parecer la noche misma. Se paró de repente, golpeando la mesa con sus manos y apoyándose en ella para llegar más cerca de la castaña —¡¿CÓMO QUE NO SABES?! TENIAS QUE CUIDARLA UNA HORA ¡UNA MALDITA HORA! ¡¿QUE CLASE DE ESTÚPIDA IRRESPONSABLE DEJA A DOS NIÑAS SOLAS EN UNA MULTITUD?!

—S-señora, por favor, cálmese —Tartamudeo el muchacho. Su cabello pasó de castaño aun vibrante morado en segundos, alzo la varita pero esta se cayó de sus manos cuando la mujer dirigió su atención a él.

Las venas de alrededor de la cara se marcaban dándole una apariencia macabra. La madera bajo sus manos humeaba.

—¡NO ME DIGA QUE ME CALME! —Grita— ¡SECUESTRARON A MI HIJA! ¡¿CÓMO PRETENDE QUE ESTE CALMADA?¡ PODRÍA ESTAR EN CUALQUIER PARTE DE ESTE MALDITO PAÍS PASANDO QUIEN SABE QUE Y TÚ ESTAS AQUÍ PIDIÉNDOME QUE ME CALME

El chico retrocedió, temblando. Ivonne salió corriendo del cuarto.

—¡Gabrielle! —Exclama Astoria tomándola por el codo —¡No cometas una estupidez en un momento como este! ¿No ves que es un auror? Respira profundo. Uno, inhala... Dos, exhala... así bien, bien...

—Sí, sí... —respira— ya pasó...

—Suficiente —Entro un hombre con porte imponente, Ivonne venia tras él viéndose incomoda. —Teddy, Ivonne vayan a entrevistar a Hannah Longbottom. Yo me hago cargo de ellas.

Tears of a FlowerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora