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Romeo sostiene una flor muerta

- O -

14 de febrero de 2008

Una de las ramas de aquel árbol roza la ventana cada que una corriente de aire soplaba, como un brutal latigazo. El sol se escondía tras espesas nubes, ni él quería ser testigo de la escena tras el empañado cristal de aquella ventana; que con esfuerzo dejaba entre ver una silueta borrosa y descolorida sobre la cama. Para el ojo despistado de algún casual fisgón solo se vería como mucho una mancha, nada importancia, nada que alimentara su morbosa curiosidad, pero el grito desgarrador e inhumano que se escucho a continuación sin duda atrajo la atención de los vecinos.

El hijo menor de los Sallow, probablemente escucho ese espeluznante primer grito. Puede que, incluso, asomara la cabeza por la ventana, con el teléfono temblando entre sus dedos tentado a llamar a la policía, antes de que la Señorita Fernsby -su institutriz- reclamara ferozmente su atención, y terminara por ignorar esa fugaz preocupación como quien silencia las notificaciones de un chat grupal.

Quien, sin lugar a dudas, escucharía el segundo grito una hora más tarde, era un muchachito de despeinados cabellos claros y ojos tan grises como el cielo de afuera. Relish, de escasos veinte años, pretendía ser el Romeo de Juliette -la única hija del adinerado Señor Birdwhistle-. El Señor Birdwhistle era un hombre de avanzada edad, y escaso humor, que tenía dos grandes tesoros que cuidaba celosamente: su amada hija de catorce años, y su preciosa escopeta de caza. El joven conocía hasta los lunares en los muslos del primero, pero esa tarde cuando el Sr. Birdwhistle volvió de sorpresa de un viaje de trabajo, conocería al segundo muy, muy, de cerca.


Empezaba a oscurecer cuando Gaelle Sallow volvía de la universidad. Mientras el chofer esperaba a que la reja eléctrica terminara de abrirse, un fuerte ruido los sobresaltó. Un disparo.

—¡Dios Santo! —Exclamó Gaelle tocando su corazón que latía acelerado— Pero, ¿Qué ha sido eso?

—No se preocupe, señorita. —dijo el chofer estacionando frente al camino de la entrada y saliendo del coche para abrirle la puerta— El Señor Birdwhistle debe de haber conocido al noviecito de su hija.

Gaelle negó con la cabeza ante el buen humor que envolvía aquella declaración, y se abrazó a si misma cuando un fuerte viento despeino sus rizos dorados —Esa niña tonta —Suspiro— casi me causa un infarto.

—Debería entrar ahora, señorita. Parece que se acerca una tormenta.

—Es una pena —Comentó— esta noche tenía una cita, pero no me atrevería a cruzar la cuidad con este clima.

—Muy sabio de su parte.

Gaelle tomó su bolso y caminó con prisa hasta la entrada, sin dedicarle un solo pensamiento más al insensato muchacho, a la cabecita llena de pájaros de su vecina o al desafortunado Señor Birdwhistle. El chofer, mientras tanto, guardó el coche en la cochera y luego fue hasta la cocina a prepararse un café para matar el tiempo antes de ir al aeropuerto a recoger a la Señora Sallow.

A minutos de distancia, Relish corría en zigzag por la propiedad mientras trataba de escapar de las balas del Señor Birdwhistle.

—¡PADRE! ¡PADRE DETENTE! ¡POR DIOS ROMEO CORRE! ¡¡PAPÁ POR FAVOR!! —A lo lejos podía escuchar las palabras desesperadas de Juliette— ¡LO MATARAS! ¡OH SANTO DIOS! ¡DETENTE!

Su suplica se perdió con el último disparo. Ese, que dio en el pie del muchacho mientras escalaba la cerca que separaba la propiedad de la de los Lefebvre.

Tears of a FlowerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora