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Linda lo ve en el sillón, pasando los canales de televisión con pesadez. Da un suspiro. Frank es tan cambiante que llega a fastidiarle, pero es su bebé, mejor tenerle toda la paciencia que se le pueda llegar a tener a una persona. Piensa en no molestarlo, después de todo, quizás luego regresaría con otra de esas sonrisas despampanantes que gritan "Gerard" a diez manzanas de distancia. Pero no es como si pudiese ignorarlo. Desde hace mucho que las preocupaciones de Frank pasaron a ser sus preocupaciones también. Así que dejando su abrigo en el perchero de la entrada, va a sentarse a su lado.

— ¿Hijo?

— ¿Uh? —suspira volviéndose a ella—. ¿Necesitas algo, mah?

Linda sonríe.

—Vendría necesitando que me dijeras qué sucede.

— ¿Siempre tiene que suceder algo? —ladea su cabeza, sonando verdaderamente fastidiado. Su madre le da una mirada severa, obviando su respuesta. El pelinegro suspira—. Estoy bien, mami.

— ¿Es sobre Gerard otra vez? —pregunta frunciendo su nariz, él se estremece—. ¿Qué pasó?

El avellana calla por un largo rato en el que decide jugar con sus dedos tintados. Recuerda cuando le dijo a Gerard que algún día quería tener muchos tatuajes, fue cuando se conocieron. Él no parecía muy entusiasmado en cuanto a la idea de una aguja taladrando su piel cuantiosas veces, pero con verlo feliz a él, el ojiverde no tenía problema. Acabó dándole muchas otras ideas para que el avellana las plasmara en su cuerpo. La mejor parte, según él, era que primero las dibujaba en su block y luego se las entregaba para obtener su aprobación.

Su cuerpo está lleno del arte de Gerard.

Quería estar en una banda, ese era su plan; tener un trabajo genial. Probablemente entonces, en Estados Unidos se legalizaría el matrimonio homosexual, él terminaría proponiéndosele al ojiverde primero porque la emoción siempre le puede mucho más, y luego adoptarían un bonito niño, quizás uno de tez morena. Lo hablaron tantas veces que ya podía sentir las diminutas manos entre las suyas, y ver claramente cómo los dedos regordetes se aplacaban a los largos y pálidos de Gerard.

Y ahora debe comenzar todo desde un principio. En donde Gerard no está. En donde sólo está la estela que ese accidente dejó, con su mente en un caos y él siempre testigo de ello. ¿Por qué Linda seguía dándole razones para seguir? ¿Por qué no sólo le decía que lo dejase ir tal como hizo Beta? Su madre lo incentiva a querer hacer que Gerard lo recuerde. Pero es que no puede hacer algo como eso. La alternativa queda en hacer que Gerard lo quiera, tal vez un poco, como hacía antes.

—Siempre es sobre él, mamá —murmura en voz quebradiza, pronto hay lágrimas deslizándose por su rostro. Se pregunta cómo demonios es que no se ha deshidratado, si todo lo que ha estado haciendo desde hace dos años es llorar.

—Oh, bebé, no llores —Linda extiende su brazos, y él claramente es lo contrario a un bebé, pero va a refugiarse en ella—. Cuéntame.

—Tenemos... varias semanas "saliendo" —hace comillas con sus dedos—. Va a la cafetería la mayor parte del tiempo, me vengo con él, me deja aquí y luego él sigue hacia su casa, pero...

—Pero... —asiente su madre, Frank encoge sus hombros.

—No... No es lo mismo.

—Frankie...

—Tú sabes cómo era él, mamá, lo sabes. Él prefería quedarse aquí, en lugar de irse a casa. Y se rehusaba a dejarme —risotea—, me abrazaba más fuerte para que no me fuese, y... lo malagradecido que siempre me sentí... por no mostrarme igual a él en ocasiones... ¿Está mal arrepentirme de eso ahora?

remembering you › frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora