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                  Los cambios de turno suelen realizarse en un corto lapso de tiempo debido a que la clientela continúa llegando, así que mientras atiende a su último cliente, le sonríe a Karol que solo le regala un estirón de comisuras. Para tener tiempo trabajando ahí, no es muy apegado a ella. No lo comprende, pero tampoco le toma mucha importancia. ¿Por qué querría hablarle a él, de todas formas? Ni él mismo se hablaría. Agradece a la señora que toma su pedido y enseguida Karol toma su lugar. Va a dejar su delantal doblado en el gabinete al extremo y al girarse se detiene en seco. Un peso cae en su estómago al ver a Gerard parado del otro lado del mostrador, e intercambian miradas hasta que se da cuenta de que no puede estar parado ahí, sobre todo si su turno ya culminó. Respirando entrecortadamente da pasos hacia él, viéndolo unir sus labios entreabiertos y luego darle una media sonrisa.

—Hola —murmura el blanquecino.

—... Hola —dice simplemente, ciñéndose al silencio de nuevo—. ¿Qué haces aquí? —agrega luego, Gerard vacila.

—Vine porque... Necesito hablar contigo —habla rápido, por lo bajo, Frank casi no puede escucharle, pero es ese tono que conoce perfectamente y el nerviosismo no tarda en apoderarse de él—. Y pensé que ahora que tienes tiempo puedes... Hablarme.

Un aire de culpa le golpea, retorciéndole el estómago. Sus manos tocan la superficie del mostrador frente a él y su vista recorre la pequeña fila que se ha vuelto a formar, pero le asiente.

—Espera un minuto. Iré a... —con su pulgar apunta a la puerta tras él.

—Sí, sí —asiente el ojiverde para verlo hacer un mohín y luego caminar hasta los adentros de lo que le parece el almacén. Un par de minutos después Frank sale con su chaqueta y su mochila sostenida por ambos hombros. Con un movimiento de cabeza le indica al mayor que ya pueden irse y a su suerte le acompaña hasta afuera.

Por más que quisiera estar sorprendido, Frank no lo está del todo. Sabía que Gerard regresaría. Sabía que tenía muchas dudas y sabía que su cabeza estaba por caer como pelota de fútbol hacia un barranco. De todas formas, no esperaba que quedara de otra manera si al Gerard descubrir que lo conocía de alguna parte, él lo botó casi sutilmente de su casa en plena medianoche. Y lloró hasta que se quedó dormido, y con un tremendo malestar al otro día que lo dejó tendido en el suelo del baño bajo la corriente de agua fría tanto tiempo que Linda tuvo que preocuparse e irlo a buscar. Toda una semana desecho, intentando convencer a su madre de que hablara con Beta porque realmente no quería asistir al trabajo. Si asistía era probable que Gerard aparecería, y no se equivocó puesto a que ahí está.

No sabe de dónde sacó fuerzas para salir de su cama, quizás fueron las súplicas de Linda, o el hecho de que quería, en lo más profundo, que ese encuentro en la cafetería sucediera. Pero es que si sucedía, él acabaría por decirle toda la verdad, porque entonces ya no podría tolerarlo. Lo tendría frente a él, haciéndole sentir más vulnerable de lo que por naturaleza es y daría su brazo a torcer fácil. Desde un principio supo que Gerard debía saber la verdad, e ignoró sus pensamientos porque éstos no tenían relevancia al momento. Pero su plan falló, no pudo hacerlo recordar, y tampoco lo haría. Sin embargo, quiere escuchar lo que Gerard tiene para decir, y a pesar de que sabe que esto puede destruirlo más de lo que de por sí está; tal parece que llegó la hora de hacerle saber la verdad.

— ¿Cómo supiste que estaba ahí? —pregunta el tatuado de pronto. Los labios de Gerard tiemblan, y ve cómo con su aliento se forma una rápida nube de humo ocasionado por el frío. Su nariz está rojiza y comienza a notar raíces negras bajo sus mechones platinados... Sólo pasó una semana en casa, ¿cierto?

—Estuve viniendo los últimos días, pero no te vi. He intenté... preguntar, pero al parecer nadie quería prestarme atención. Hoy fue sólo casualidad encontrarte ahí.

remembering you › frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora