Melissa

67 3 0
                                    

  Capítulo 12:  

Una fuerte luz me llego directo al rostro, ya no estaba en la habitación anterior, esta era mucho más pequeña y para mi suerte tenia mejor olor que la anterior, aunque tampoco era demasiado difícil de superar un olor tan asqueroso, la luz de una linterna me apuntaba insistentemente y no podía ver quien estaba tras ella , segundos después una luz se encendía y me dejaba ver que estaba sola junto al culpable de todo lo que me pasaba.

Gabriel estaba sentado frente a mí en una silla de plástico con su mierda de sonrisa que patéticamente aún me seguí pareciendo irresistible, comencé a gritarle y a insultarlo, cuando intente moverme me di cuenta de que estaba atada de manos y pies.

Gabriel: tranquila bebe, no quieres que amordace esa linda boquita, ¿cierto amor?

Yo: Eres un maldito hijo de puta, bastardo de mierda.

Cerro su puño y me golpeo con toda su fuerza directo en el rostro, sentí como el dolor se apodera de mi cara y las lágrimas comenzaron a escapar de mis ojos.

Gabriel: mi princesa… ¿ves lo que me haces hacer?, no quiero tener que arruinar tu linda carita solo porque no sabes comportarte muñeca.

Yo: ¿Por qué me haces esto Gabriel?, yo no te he hecho nada, ¿Por qué no me dejas ir?

Lloraba mientras le gritaba esas palabras, no quería tener que estar encerrada sin saber que me harían, siempre pensé que sería dueña de mi propio destino.

Gabriel: Calma Esme, así están las cosas, tu ahora eres mía, ¿entendido?, lo bueno es que anoche te portaste como toda una niña buena y... adivina que, ¡quiere verte de nuevo! – se rio estrepitosamente para continuar diciendo, me harás ganar mucho dinero amor.

Yo solo lloraba, las palabras que me había dicho calaron hondo en mis sentimientos, me sentí vulnerable, frágil, pequeña… solo podía llorar y suplicar que por favor me dejara ir.

Gabriel: Deja de llorar de una vez puta, no quiero que arruines el producto, ahora te traeré ropa para que te cambien y te pongas buena para el cliente, Diciendo esto entre risas se fue dejándome sola.

Minutos después entro otro hombre que jamás había visto, en sus manos llevaba un pequeño vestido de lentejuelas rojas, que más que nada parecía el de una prostituta, también traía zapatón de taco alto negro y algunos cosméticos.

Me desato las manos y los pies, me agarro del cabello y comenzó a caminar sin decirme nada, intente no gritar, no quería ser golpeada de nuevo, monos por esa tremenda más de musculo mal oliente.

Trate de caminar a su paso para que no me tirara demasiado fuerte pero el tipo era muy rápido y doblaba repentinamente por cada esquina.

Llegamos a otra habitación, al parecer era una especia de camarín al más puro estilo de cabaret barato, tiro las cosas que llevaba en la mano sobre un mesón y me grito de mala gana que esperara quieta y que no intentara hacer nada, creo que era regla en este lugar que todos y todo oliera asqueroso. Me senté un momento en el suelo, toda yo estaba cansada, fisca y mentalmente, ya no podía llorar, el dolor tapaba cualquier otra emoción.

Minutos después entro a la habitación una mujer de unos 40 años o más, vestía de manera provocativa mostrando todos sus “atributos”.

Se acercó a mí, tenía una mirada triste se notaba cansada por su forma de hablar. Su nombre era Melissa, limpio mis heridas delicadamente, me maquillo y ayudo a que me vistiera, era la primera persona “amable” que conocía en ese lugar, aunque de todas maneras era parte de esa mierda y ayudaba a mis captores, aunque no puedo culparla, era solo otra más de nosotras, atrapada en las redes de esos malditos, había estado casi todo el tiempo en silencio, cuando ya se iba yendo me tomo de las manos, me miro a los ojos y me dijo: lo siento, siento por lo que estás pasando, pero, hagas lo que hagas, jamás intentes escapar, no se puede salir. Y sin más, se fue.

Mi amiga la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora