salvacion

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Capítulo 14:

No recuerdo cuantas veces desperté en habitaciones diferentes después de haber recibido un fuerte golpe en la cabeza, me sentía como aquella primera vez, con dolor en todo mi cuerpo y el olor fétido penetrando mis fosas nasales, sin contar la oscuridad que invadía todo el espacio.

Mi cuerpo ya no me parecía mío y cada movimiento lo hacía con dificultad. Había estado tan cerca, pude sentir mi corazón latiendo de nuevo con la engañosa sensación de la esperanza, corría como nunca lo había hecho en mi vida para escapar de las ataduras de mis captores, después del éxtasis que había significado ese momento, me encontraba sentada en piso frio y húmedo, sintiéndome aún más sucia que esta habitación, era menos que un trapo usado para ellos, algo que podían usar a su gusto sin que yo pudiera oponer resistencia.

Mis ojos se acostumbraros a la oscuridad y lograron distinguir sombras en la habitación , era un cuarto de baño algo pequeño, repleto de charcos de agua sucia y de cañerías goteantes, sentía ruidos provenientes del exterior y por la posición en que me encontraba podía intuir que había estado toda la noche en ese lugar.

Me puse de pie trabajosamente y caí en cuenta de la escasa tela que cubría mi piel, por lo menos habían tenido la decencia de vestirme antes de abandonarme en aquel lugar.

La puerta estaba con seguro desde afuera y las luces no funcionaban, se notaba que la ventilación era malísima por que el calor se estaba volviendo insoportable.

El sudor pegaba mis escasa vestimentas que no contaban de más que una camiseta blanca que no tapaba más que lo necesario, abrí el agua de la ducha la cual apenas tenía presión, al menos pude limpiar en algo la suciedad de mi cuerpo, el agua fría se llevaba con ella un poco de mi dolor mientras mis lágrimas le daban un sabor más salado.

No recuerdo cuanto tiempo estuve bajo el escaso flujo de agua pero mis fuerzas se renovaron un poco y raramente me sentía algo mejor conmigo misma.

De repente la puerta se abrió de golpe y el susto hizo que me resbalara y me diera un fuerte golpe en la cabeza, una risa familiar hacía eco dentro de esta y resonaba con fuerza.

Me tomo por el brazo y me levanto del suelo bruscamente, Gabriel me miraba con lujuria fijamente a los ojos, seguramente le excitaba ver cómo me golpeaba, aborrecí en ese instante cada momento en los que desee que me mirara de esa manera antes de que todo esto pasara, me pare firme frente a él y lo mire con todo el odio que pude expresar, su media sonrisa me impedía golpearlo.

Gabriel: ¿puedes venir conmigo?

Yo: ¿es una opción?

Gabriel: No me hagas golpearte de nuevo muñeca.

Yo: eres un hijo de perra ¿lo sabes? Gabriel: ¿Por qué intentas provocarme? Puedo ayudarte bombón.

Yo: ¿Qué quieres de mí?

Gabriel: tú me ayudas… yo te ayudo

Yo: jamás confiare en ti.

Gabriel, vamos princesa, puedo sacarte de aquí, pero tienes que obedecer.

Yo: ¿Qué tengo que hacer? Dije con temor.

Gabriel: solo sígueme.

En ese momento no era yo quien actuaba, si no el miedo de quedarme para siempre en ese infierno, lo seguí por largos pasadizos oscuros y de paredes mohosas, tomaba mi mano con seguridad pero yo solo podía desconfiar de él, al final nos paramos frente a la puerta de salida, me miro a los ojos, vamos, me dijo y salimos por la puerta.

Mis nervios nublaban mis sentidos, cuando subí al auto unos cálidos brazos me recibieron con un abrazo, Melissa estaba también ahí y me abrazaba como si me conociera desde hace mucho tiempo, aunque en realidad solo nos habíamos visto una sola vez, me miro a los ojos y descubrió mi desconcierto. Me equivoque me dijo mientras acariciaba mi rostro, ¡tú podrás!, tan paciencia niña, tu podrás. Y con esas palabras el auto comenzó su trayecto.

Mi amiga la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora