Capítulo 2: Frialdad
Si por ella fuera, hubiera subido otra vez a su recamara, pero en vez de eso fue y se sentó solo para no tener que oír luego los regaños de su madre por ser tan descortés con los invitados. Sirvió un poco de té en una taza y lo bebió cabizbaja, escuchando la charla de su madre con la del joven que tampoco había pronunciado palabra alguna desde la llegada de Laura a la sala.
Le incomodaba estar en el mismo lugar que él, tenía vergüenza de mirarlo, pues el que ese chico tuviera aquel vistazo de su intimidad sin siquiera conocerla la alteraba y no le parecía correcto.
La madre de Ross, por su parte, parecía ser una mujer realmente agradable. Laura escuchó parte de su conversación. Los Lynch vivían en la ciudad de Madrid pero se mudaron a Miami por cuestiones de trabajo. Tenían otro hijo llamado Riker que decidió quedarse en Madrid por sus estudios universitarios y vendría a visitarlos en las próximas vacaciones, el resto solo eran asuntos relacionados con la mudanza y el nuevo vecindario.
Por un momento, Laura bajó la guardia y ladeó la cabeza para mirarlo con discreción. El había dejado su té y ahora estaba recostado en el sofá con la vista perdida, lucía un poco aburrido, pero de pronto ambas miradas se encontraron, el chico le sonrió tenuemente y le guiñó el ojo. Laura volteó la cabeza enseguida, con las mejillas algo enrojecidas y sorprendida de lo fresco que era ese muchacho, por alguna razón la hartaba esa actitud tan relajada, quizás en su interior quería ver alguna clase de sentimiento de culpabilidad o pena por parte de él, pero claramente no lo había. Estaba por levantarse e irse de ahí cuando por primera vez escuchó su voz varonil simulada en un tono educado.
- Disculpe, Señora Ellen – Dijo refiriéndose a la madre de Laura – ¿Podría decirme donde está el baño?
- Oh querido por supuesto – Respondió la mujer con amabilidad – Es mi culpa por llenarte de té -Ellen le echó una mirada a Laura y esta volteó los ojos con frustración sabiendo lo que estaba por pedirle – Hija, dile a Ross donde queda el baño.
Ross se levantó con las manos en los bolsillos, siguiendo a la chica que paso a zancadas por su lado, apenas brindándole una mirada fría. Salieron al pasillo y caminaron un trecho, Laura sentía un escalofrío al tenerlo caminando detrás.
- Es aquí – Exclamó Laura sin expresión, señalándole la puerta. Tan pronto él se acercó ella dio una vuelta en sus talones para marcharse.
- Gracias...- Le dijo él, pero ella no le respondió - bailarina...
Ahí sí se detuvo en seco y su corazón se disparó, un rojo intenso se apoderó de su cara. Ladeó el rostro a él y quiso patearlo por aquella sonrisa despreocupada que llevaba en su rostro.
- No seas grosero... – Trató de increparlo, pero se sorprendió de lo débil que salió su voz en comparación a como tenía planeado. El alzó ambas cejas. – ¿Te gusta andar espiando a la gente no? – Preguntó ella con sarcasmo.
Ross puso cara de asombro y luego simplemente se encogió de hombros – Tú eres más grosera por tener esa actitud con tu nuevo y amable vecino...- Le sacó la lengua y entró al baño rápidamente.
Laura se quedó con los ojos como platos, abrió la boca para decirle algo más pero no le dio tiempo. Apretó los puños y corrió hasta las escaleras que subió de dos en dos para encerrarse en su habitación, el único lugar en el que se sentía a salvo con la presencia de él en su casa.
Minutos después Ross salió del baño. Caminó rumbo a la sala con las dos mujeres pero se detuvo un instante con la vista fija en las escaleras. Sabía que ella se había ido a su cuarto y que no bajaría de nuevo. Suspiró y se resignó a quedarse escuchando la aburrida charla de su madre Stormie con Ellen.