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Capítulo 27: "Verdades expuestas"

Habían días tranquilos en el hospital. De ese tipo en los que no hay mucho que hacer y el tiempo pasa lentamente, y al acostarte en tu cama en la noche ya ni los recuerdas...

Pero habían otros días en los que esa buena suerte parecía hacerte una seña con el dedo del medio...y hoy era exactamente uno de esos.

Laura respiró estresada organizando citas y ajustando las agendas de algunos doctores mientras algunas otras enfermeras al igual que ella se paseaban como moscas por la recepción, haciendo sus propios deberes. La sala de espera estaba llena, el escritorio ocupado y Katherine estaba especialmente de mal humor teniendo que confirmar tantas consultas y llenar el sistema con nuevos archivos. No era algo fácil.

Después de un fastidioso día de universidad, lo que Laura menos hubiera deseado era esto...pero era su deber, así que debía hacerlo sin protestar, bueno, tal vez sí habría protestado un poquito si no estuviera recibiendo ese aceptable sueldo, pero ese no era el caso ahora...

Luego de unos momentos de dirigir nuevos pacientes hacia el pabellón, Laura miró su lista y se entusiasmó levemente al conocer su próximo y presumiblemente último destino. Habitación del señor Michael.

Casi se precipitó por el corredor hacia las salas de revisión, lanzando una pequeña mirada sobre su hombro mientras notaba como el ruido y el bullicio se quedaba atrás. Cuando encontró la puerta que buscaba y entró todo su cuerpo se relajó visiblemente. Tal como había esperado, todo aquí era cálido y silencioso, excepto por el ligero zumbido del monitor cardíaco en el fondo, pero eso no era problema. Con el tiempo Laura se había acostumbrado bien a ese pitido intermitente. Le hacía saber que todo estaba como debía ser, sin problemas, así que para ella el lugar estaba tan bien como silencioso.

El hombre dormía y respiraba acompasadamente. Había caído de unas escaleras un mes atrás y ahora su pierna estaba envuelta en una escayola mientras un soporte mantenía su pie alzado en un ángulo que no se veía demasiado cómodo, pero afortunadamente se estaba recuperando muy bien y saldría en no más de una semana. Laura supo con una mirada al letrero de la cabecera que el señor ya había recibido una dosis de medicamento por alguna de las enfermeras en la mañana, así que técnicamente Laura no tenía mucho más que hacer ahí salvo revisar que todo estuviera en orden...lo cual tristemente no tomaría más de tres minutos...

Pero ciertamente no pensaba regresar pronto. Si lo hacía, lo más probable era que le encomendaran más tareas y aun cuando llegara su tiempo de descanso ella estaría con cosas pendientes en su lista. Ya había pasado antes, pero no era tonta como para dejar que se lo hicieran de nuevo...y no se sentiría culpable si hacía sufrir un poco a las otras enfermeras.

Así que sin hacer mucho ruido fue hasta la ventana y descorrió ligeramente la cortina, dejando que unos pocos rayos de luz pasaran, pero no suficientes como para alterar ningún sueño.

Revisó la tensión, la mascarilla del oxigeno, receptores de pulso, el gotero, aguja intravenosa. Sí, todo en orden... ¿y ahora qué? Laura miró a su alrededor y entonces sus ojos tomaron en cuenta los numerosos chocolates, flores, tarjetas y frutas en una linda cesta sobre la mesita a un lado de la cama.

Se acercó para ver mejor. No quería sentirse como una entrometida tomando una carta ella misma, pero una de ellas estaba sobrepuesta y ligeramente abierta, por lo que pudo echarle un vistazo. Sonrió enternecida. Había muchos corazones hechos con crayolas de colores y las letras eran un conjunto de garabatos apenas legibles, pero se veían hechas con un gran sentimiento. Posiblemente las tarjetas eran de sus nietos. Ella miró al hombre un momento. Nah, no se veía tan viejo como para tener nietos, debían ser sus hijos entonces.

A través de mi ventana |Raura|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora