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Capítulo 8: Una acción temeraria.

Todo estaba en calma. La recamara se encontraba totalmente a oscuras a las tres de la madrugada. Aquel silencio tranquilizador solo fue cortado por la respiración agitada de Laura, la cual se iba acelerando cada vez más. La chica se movía de un lado a otro en la cama y murmuraba cosas ininteligibles hasta que por fin abrió los ojos asustada y se sentó bruscamente, con la frente perlada de sudor y respirando por la boca. Trago saliva y se llevó una mano al pecho en un intento inconsciente de tranquilizar su alocado corazón.

¿Qué había sido eso? un sueño...un sueño muy perturbador.

Pegó los ojos en la ventana sintiendo un ardor en el rostro ¿Desde cuándo tenía esa clase de sueños? ¡Por Dios! Se sentía tan pervertida...

Habían pasado dos días desde que aceptó aquel sucio trato. Si salía con él, no mostraría su vergonzoso video. Por suerte Ross no la había acosado mucho, solo se le acerco en el instituto para decirle que el trato duraría al menos dos meses. Ella por supuesto se negó a que fuera tanto tiempo, pero él solo le sonrió y le aseguró que al terminar aquel tiempo ella estaría totalmente enamorada de él.

Bah, eso nunca...ese Ross...engreído...petulante...

Aquel asunto la atormentaba en demasía. Ahora Ross ocupaba todos sus pensamientos, y al parecer sus sueños también... en cualquier momento llegaría al borde de un ataque de nervios.

Bajó a la cocina por un vaso de agua fría y luego de tomarlo tan rápido que le dio una jaqueca momentánea volvió a su habitación, le costó mucho dormirse otra vez puesto que las escenas de aquel sueño se colaban caprichosamente en su mente y la mantenían ocupada, sin darse cuenta dejaba el recuerdo correr tal cual lo soñó, hasta que se percataba de lo que hacía y el pudor la obligaba a poner la mente en blanco...pero no funcionaba...se sentía tan inquieta.

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Laura escuchaba la clase de historia sin mucho ánimo, con la mano sosteniendo su mentón y golpeando ligeramente el lápiz contra el escritorio. Las clases de esa regordeta profesora de avanzada edad siempre eran lo mismo, igual de largas y aburridas, de esas que te hacen mirar el reloj cada tres minutos. ¿Por qué no se jubilaba ya? Bueno, fuera de aquello, parecía ser una amable y dulce ancianita.

Miro el asiento vacío de al lado y suspiró. Maia estaba enferma y tenía días sin ir al instituto. Necesitaba contarle lo que ocurría, quería desahogarse y que alguien la escuchara y la aconsejara...pero...conociéndola lo más que le diría era que siguiera con Ross y dejara a Bradley como un amigo.

Tomó el lápiz por ambos extremos y siguió jugueteando con él mientras seguía en sus cavilaciones. Tenía que pensar bien las cosas, quería olvidar todo aquello, pero el temor de que ese video fuera enseñado era más fuerte... ¡ese maldito Ross sí que era un desvergonzado! Mira que grabarla en ese momento y luego usarlo como ¡chantaje! Aunque bueno...después de todo era un chico, un chico que vio a alguien del sexo opuesto bailando en ropa interior al frente de su dormitorio... hizo una mueca, aun así estaba segura de que Brad jamás hubiera sido capaz de hacer algo así...

- ¡Señorita Marano!

Sin querer rompió el lápiz al escuchar su nombre y se levantó de inmediato, algunos compañeros no pudieron evitar reír – ¡S...si profesora!

- ¿Se encuentra aquí con nosotros? – Preguntó la mujer mirándola por sobre sus gafas, la joven asintió. – Preste atención al siguiente párrafo porque le haré algunas preguntas.

La profesora siguió leyendo y Laura volteo los ojos, lo que le faltaba... ¿amable y dulce ancianita? ¡Bah, podía besarle el trasero!

Rato después sonó la campana. Laura se levantó algo cabizbaja y guardó sus libros en la mochila. Al salir del salón alguien la detuvo tomándola de la mano y ella volteo al instante – Brad...

A través de mi ventana |Raura|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora