La madrugada se hacía presente con el canto de los pajarillos, la brisa de la mañana entraba por la ventana haciendo bailar las cortinas blancas de la habitación del pelirrojo.
Aquel cuarto estaba tapizado por varios paisajes y retratos de su amor hechos por él. En el pequeño mueble enfrente de su cama tenía un tazón con pinceles. Algunos más chicos que otros. Un cuaderno, lápices y pinturas de todos los colores que pueden existir. El joven pelirrojo, al sentir la fresca mañana, abrió poco a poco sus ojos, se sentó en aquella cama blanca y estiro su cuerpo dejando a la vista su cuerpo flacucho. Se tallo los ojos y hecho su melena que le estorbaba en la frente hacia atrás y dejo ver aquellos ojos azules que la mayoría de las chicas tanto amaba.
Se levanto de su cama, arreglo las sabanas y se dirigió a su pequeña cocina. Saco la enorme cubeta de metal y la lleno de agua para poder darse un refrescante baño de agua fría. A muchos este podría ser la peor manera de recibir el día, pero para Nathaniel era lo más refrescante del mundo. Salió del baño y se puso aquellos pantalones marrón llenos de manchas de pintura, una playera gris y se dispuso a desayunar algo antes de irse al trabajo.
El joven pelirrojo salió de su casa con un morral colgado de su hombro lleno de brochas y un cuadernillo camino a su estudio cerca de la iglesia principal del pueblo para poder terminar aquel mural que simbolizaba la unión del pueblo ante la guerra que se estaba desatando en el sur del país.
Por cada pequeño puesto por el que el pelirrojo pasaba era bien saludado por el vendedor u encargado. Su sonrisa hacia que cualquiera en el pueblo sonriese si estaba teniendo un mal día. Ese era Nathaniel, la persona más positiva y feliz... ¿Cómo no serlo? Tenía la vida que cualquiera de 20 años desease en ese momento. Un buen empleo, una educación alta, un futuro comprometedor, un pequeño recinto donde dormir y un noviazgo bastante largo con una de las muchachas más lindas y talentosas del pueblo.
Nada podría arruinar esa vida llena de felicidad.
-Hey Nathaniel!, hasta que te dignas en aparecer – le dijo una castaña de ojos color miel y pequeñas pecas en sus mejillas.
- Mira quien habla Camila – le respondió Nathaniel dejando su morral cerca de un caballete para poder ponerse un delantal para evitar ensuciarse la camisa blanca, se remango las mangas y se puso sus zapatos especiales para poder subirse a pintar el mural con su amiga.
Pasaban unas 8 horas hasta que se hacía de noche y tenía que irse a casa antes de que las velas de las farolas se apagasen por completo.
Llegando a casa se quitaba la pesada y vieja gabardina café colgada en el perchero, dejaba su morral en la silla del comedor de la cocina, prendía una de las velas, sacaba sus brochas y las lavaba.
Se quitaba su ropa, la dejaba en un pequeño cesto donde estaba su ropa sucia y se ponía unos delgados pantalones de color azul para dormir. Apagaba la vela y se disponía a dormir.
Podríamos decir que esa era su vida cotidiana de aquel joven. Su rutina era la misma, sin tantas distorsiones a excepción de esos días en los que alimentaba a su caballo o, en vez de ir a casa por la noche, acompañaba a su amada a su choza en el bosque. Hasta que ese horroroso día se hizo presente...
El sol salía por la vereda que albergaba al pequeño reino francés, los pajarillos cantaban... pero esta vez su canto se sentía más fresco, tierno... de alguna manera se podría decir que iba a ser un día inigualable. La fresca mañana entraba por la ventana acariciando con cierta ternura las cortinas blancas de la habitación de aquel pelirrojo.
El joven pelirrojo hizo lo que ya acostumbraba hacer, se levantó y estiro su cuerpo, se dio una ducha relajante en agua fría, pero hoy no se pondría esa fea y sucia ropa de la cual ya estaba acostumbrado. Tomo la camisa de blanca de su ropero, se enfusco aquellos pantalones de vestir negros y se puso los zapatos más limpios que tenía.
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Monster (Fanfic) (Marichat) (Ladybug) [HIATUS]
FanficLo conoció por casualidad, en una caminata por el bosque y, desde la primera vez que vio esos ojos esmeralda entre los arbustos, no se los pudo sacar de su mente... ¡Joder! ¿Por que se sentía tan perdida pero a salvo en sus brazos?... ¿Que pensaría...