CAPÍTULO 9.

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Ana

21 años atrás

El humeante café estaba frente mí mientras veía al hombre de mi vida alistarse para marcharse, era muy temprano, tanto que el sol aun no salía de su escondite. Hacía frio y a pesar del gigantesco suéter se filtraba por mis pies. Mis manos calientes por el café y mi mirada perdida entre Víctor y su maleta, lo veía andar de aquí allá organizando todo tan minuciosamente, siempre tan organizado y meticuloso. Sonreí, ese hombre era la razón de mi mayor felicidad. De pronto un movimiento en mi vientre me hizo dar un saltito, sonreí ampliamente "hablando de felicidad y ella que se mueve"

—¡Víctor! Amor ven, siente como se mueve — Le dije al hombre que recientemente se había convertido en mi esposo, el se acerco tan rápido y sonriente.

—¡Oh! Mi niña será futbolista, tiene unas piernas potentes —Dijo él, mientras sentía en mi vientre hinchado como nuestra hija daba patadas con fuerza, como reclamándome estar fuera de la cama tan temprano.

—¡Guau! Creo que está molesta —Una patada más fuerte me hizo derramar un poco de café — Si, definitivamente esta alterada.

—Pues es tu culpa, te dije que podías quedarte en la cama —Me dijo él mientras seguía con su labor de empacar.

—¿Y qué te vayas sin despedirte? No— Su mirada se suavizo y regreso a mi rodeándome con sus brazos.

—Cariño, pero si solo serán dos días. Volveré tan pronto que no notaras que me fui, lo prometo — beso mi mejilla y con cariño sobo mi vientre.

Tenía 8 meses y medio de embarazo, una hermosa niña que aunque no estaba en nuestros planes, desde que nos enteramos de su llegada había cambiado todo en nuestras vidas, para mejor por supuesto.

—Más te vale —Me cruce de brazos y él rió.

—Más te vale a ti guardar reposo, recuerda lo que dijo el médico.

Asentí, me había mandando a descansar y así evitaríamos que el parto se adelantara. Ambos estábamos en un punto importante de nuestras carreras, yo había conseguido dar clases de literatura en una escuela secundaria, y Víctor había conseguido un ascenso, ahora como jefe de comando de operaciones especiales. Tendría un viaje para atrapar a un importante sospechoso que los ayudaría a cerrar el caso, perseguir a los malos siempre fue su sueño, la justicia era para ambos algo muy importante, pero éramos tan opuestos: yo una romántica empedernida y él tan comprometido con su placa y su arma. Aun así cuando supimos del embarazo de inmediato hubo boda, y ahora vivíamos en un pequeño apartamento en el centro de la ciudad.

—No se adelantara —Dije, recordando las palabras del médico.

—Eres primeriza, Ana, se consiente por favor —Rodé mis ojos.

—Todo saldrá bien, tenemos a una niña sana y mi embarazo ha ido de maravilla, tanto que se me permitió trabajar hasta hace una semana.

—Y ahora no soportas estar encerrada, te conozco— Mordí mis labios, era cierto.

—Es frustrante, estar aquí sin hacer nada y con tanto trabajo que hacer.

—Ya hablamos de eso, Ana, necesitas descansar y estar lista para cuando llegue nuestra Sofí.

Sonreí un poco aunque él no lo noto, adoraba que se refiriera a nuestra hija ya con su nombre, un diminutivo tierno, o incluso cuando decía su nombre completo: Sofía Diamon. Hermoso.

—Está bien— Bufe.

Ambos salimos de la habitación, él listo con sus maletas y yo a punto de llorar. Muy normal en mi estado, más cuando eres demasiado sensible y cursi.

Nunca me olvidesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora