CAPÍTULO 17

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Sofía

Dos semanas después.

—Hola soy Carlos, tengo problemas depresivos —Dijo el chico de pie en el círculo improvisado de 6 personas en la amplia oficina de Ada, la terapeuta.

"Hola Carlos" se oyó la respuesta en coro.

—Tengo 16 años, hace poco tuve una recaída e intente quitarme la vida. Con ayuda de mis abuelos estoy aquí —Dimos unos aplausos para animarlo.

Era nuevo en el grupo, se estaba integrando esa tarde. Se sentía extraño ver a alguien nuevo, alguien que llegaba con una historia más que contar. Llevaba dos semanas seguidas asistiendo, tres días por semana. Tiempo suficiente para adaptarme, Ada la líder y terapeuta era tan cariñosa y paciente que con solo verle provocaba llorar y echarle encima todas tus inquietudes. El grupo estaba conformado por seis ahora con Carlos, en su mayoría jóvenes como yo a excepción de Carmen, una mujer que pasaba sus cuarenta y tenía problemas de ansiedad. Los demás padecíamos problemas depresivos, como Carlos, otra chica llamada Alexa y yo. Los restantes tenían adicciones, o problemas compulsivos, otros de codependencia. Los constantes éramos seis, pero en la clase anterior llegamos a ser diez con algunos que venían antes de mí y ya se habían recuperado u otros que recaían después de tanto tiempo.

—Carlos, puedes sentarte y cuando te sientas preparado puedes contarnos tu historia. No es necesario que sea hoy, puedes comenzar a decirnos alguna inquietud o conflicto que creas que sea detonante en ti —El chico se sentó y me vi reflejada en él, esa era mi cara el primer día.

Me negué a contar mi historia así sin más, solo comente mi reciente crisis y el hecho de que me sentía culpable del conflicto de mis padres. Confesé también que me sentía culpable por la relación fallida de mi mejor amiga, conté sobre mis problemas de autoestima. Pero no pude contar mi historia, Ada, tan tranquila como siempre, acepto mi silencio diciéndome que algún día estaría lista y ella esperaría al igual que los demás.

—Una chica me gustaba, es de mi clase —Comenzó a decir Carlos —Salimos al cine en varias ocasiones y creí que yo le gustaba pero luego... resulto que era novia de otro chico. Eso fue mi detonante y me deprimí más de lo que estaba. Comencé a ir mal en clases, peleaba con mi madre hasta que... me hundí y creí que tenía una salida.

—Gracias por tu confianza Carlos —Recitamos todos en coro. Era una especie de ritual, sabíamos lo duro que era contar nuestros problemas, nuestros demonios internos. Eso nos calmaba, yo lo sabía.

—¿De qué manera te sirvió esa experiencia para llegar aquí hoy? —Pregunto Ada, en tono gélido.

—Cuando... hice eso —El chico se removió intranquilo, Ada no mostro impaciencia. Esperábamos dándole su tiempo —Mi madre fue quien me encontró, se que la herí. Vi su dolor y fue como comprendí que así como me sentía yo, ella también lo sintió al encontrarme... casi muerto.

—Gracias por tu confianza Carlos —Dijo Ada y cruzo las piernas reclinándose para ver directamente al chico —Has comprendido, con ese simple acto. Que si te llegase a pasar la cosa más horrible, el amor de tu madre siempre estará. Pase lo que pase, y ella te ayudara, te rescatara y veras que si le importas a alguien, que eres valioso tu vida es valiosa.

Después de un momento el chico se echo a llorar, así que Ada se puso de pie y fue a abrazarlo.

—¿Alguien quiere decirle algo? —Pregunto Ada.

Era habitual que cada uno diera su opinión, este grupo era muy abierto. Una de las principales normas para entrar era: ser sincero y receptivo. Yo misma había recibido buenos consejos, y había dado mi opinión en otros casos. Eleve mi mano y Ada me sonrió.

Nunca me olvidesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora