CAPÍTULO 16.

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Louis

Después de dejar a Sofía en casa de Valentina, me dirigí a casa de Aarón solo para saludarle. Al llegar allí me recibió uno de los porteros diciéndome que Aarón y su hermanan habían salido hace un momento. Resignado le envié un mensaje a ver si se apuntaba a cenar conmigo más tarde. Finalmente llegue a mi casa, sorprendiéndome al ver a muchas personas entrar y salir del lugar. María iba siempre al frente dando órdenes, mi abuela tras ella y alrededor lo que supuse eran otros empleados. Estacione mi camioneta y me baje recibiendo todo el calor del atardecer.

—Hola cariño, llegas justo a tiempo para alistarte —Dijo mi abuela apenas me vio en la entrada, la salude con dos besos.

—¿Hay fiesta? ¿Un domingo? —Ella sonrió y me apretó un brazo con cariño.

—Cariño, para las fiestas de tu padre no hay días específicos.

—¿De qué se trata? —Pregunte mientras me disponía a subir a mi habitación.

—Asociados del club, una cena entre familias —Ah, genial.

—¿Crees que pueda apuntar a Aarón?

—Claro mi niño, eres uno de los anfitriones invita a quien quieras —Inmediatamente pensé en Sofía, pero fui consciente de que quizás no era el mejor momento para ella. Además, estaba seguro de que cierta rubia aparecería por aquí.

Asentí y subí enérgicamente hasta mi cuarto, llevaba todo el día pensando en llegar y tirarme en la cama para aspirar el aroma de Sofía, estaba más que seguro que todo allí estaba impregnado de ella. Su olor, su esencia.

Al hacerlo su aroma dulce me invadió, llevándome a repasar las últimas horas a su lado. El incidente con su crisis, la cena. El descubrir a su padre con otra, su colapso emocional. El que pasara la noche conmigo en mi casa, durmiendo en mi cama. Tan cerca pero tan lejos. Había aceptado toda mi ayuda tan bien, fue tan receptiva. Se me hacía imposible creer que había mal interpretado sus sentimientos, desde el principio vi su forma de reaccionar ante mí. Como su cuerpo se tensaba al tenerme cerca, como su respiración se aceleraba al rozar su rostro con el mío. El cosquilleo que sentía en mis dedos al tocarla, y lo más importante el beso. Ese beso no solo significo algo para mí y aunque no fue muy receptiva tampoco me rechazo de lleno. Sus señales contradictorias me tenían hecho un lio.

Estaba tan seguro de que era cierto lo que dijo en el hospital, de que todo fue parte de mi imaginación. Pero entonces apareció en la cena, fue amable, receptiva, alegre. Se sonrojaba cuando la miraba, compartimos la comida incluso. Eso debía significar algo. Y de nuevo yo me rendía a ella, intentando besarla en cada oportunidad. Y luego, ese deseo que sentí, esa química que creció al verla con mi suéter... Dios. Me frote los ojos y me hundí en la cama aspirando hondo. Ella se había sonrojado al verme semidesnudo por la mañana ¿Eso era normal? Muchas mujeres se llegaron a derretir por mí. Pero Sofía no era como las demás eso lo sabía.

Cansado de tanto pensar me fui a la ducha. No pude evitar pensar que Sofía había estado ahí. Cerré mis ojos mientras el agua fría me caía en cascada, dejándome llevar por la imaginación de ella desnuda en el mismo lugar. Mierda. La deseaba tan jodidamente mal.

Me vestí con un pantalón caqui y unos zapatos casuales, a juego con una camisa azul claro de mangas cortas que mi abuela se había encargado de elegir para mí. Baje a la hora de la cena, oyendo voces y risas en el salón. No me sorprendí cuando Jessica apareció en mi campo de visión con un diminuto vestido rosa y altos tacones. Demasiado maquillada y con el cabello lacio hasta su cintura.

—Cariño, ven te presento a Katherine y su marido Leonardo Navas —Dijo mi abuela cuando me aproxime a ella acompañada por una mujer colgada del brazo de un hombre corpulento.

Nunca me olvidesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora