Capítulo 11| Todo se derrumba Des.. Pa... Cito

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ANTES.

—Eres más inútil que los semáforos en GTA.

—¡Hey! Yo no soy un inútil, al menos sirvo de mal ejemplo.

De respuesta a su comentario solo me limito a rodar los ojos, estoy con Troy en el gimnasio de gimnasia, oh, gimnasio de gimnasia, suena raro.

Volviendo al punto...

¡Aja!

Estamos aquí porque mi entrenadora me dijo que tenía que practicar unas horas más sola ya que he faltado a unas clases. ¿Y a dónde entra el inútil? Estoy tratando de agarrar mi cola de cabello que, no sé cómo pasó según las leyes de la física, salió disparada a unos de los estantes de el fondo que para colmo, son muy altos. Y él, muy inútilmente, lo está tratando de agarrar.

—Es caso perdido—le expreso ya rendida—, voy a seguir practicando.—le informo.

—Bien...—se da por vencido.

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Troy: 0 | Azul: 1

—Voy.—dije unos segundos antes de comenzar mi rutina en las barras.

Con las manos en alto corro unos metros hasta atrapar la barra con mis manos, me aferro a ella como si de ello dependiera mi vida-e indirectamente sí es así-. Me impulso hacia adelante y la barra logra separar lo que es de mi cadera para arriba y lo que queda para abajo, abro mis piernas, las cierro y me dejo caer... así haciendo vueltas de 360 grados y la parada de mano en varias ocasiones, termino mi rutina haciendo una vuelta en el aire separándome de la barra en la que estoy agarrada y cayendo en la colchoneta plegando mis piernas por el impacto, con mis brazos mirando hacia el frente y luego me paro correctamente y levanto mis brazos.

Oigo unos aplausos y automáticamente sonrío.

—Me tienes que enseñar eso movimientos de ninja en acción.—mueve sus brazos como un ninja por lo que yo río.

—Algún día—suelto un suspiro, tengo el corazón acelerado— , cuando no seas tan inútilmente inútil.—le guiñó un ojo.

—Creo que debemos irnos antes de que las plantas dejen de hacer la fotosíntesis.

No estamos en la época de vampiros en 1864... no usamos esas frases.

—Voy a hacerme la que entendió tu comentario.

Los dos reímos fuertemente.

—Si te soy honesto, yo quería que pensaras que yo era un Bad Boy antes y que después me conocieras.—admite con un brillo en sus ojos celestes.

—¿Por qué lo hiciste...?—inquiero totalmente desorbitada.

—Para ver cómo te intimidabas a mis comentarios seductores.—emboza una sonrisa que deja ver sus dientes, blancos como la leche.

—Ja, ja, ja. Que buen chiste.—expreso todo el sarcasmo que tengo.

—Soy el mejor—hace un ademán con la mano—, ¿Vamos?.

—Voy, solo déjame cambiarme—rueda los ojos—. ¡Son solo cinco minutos!.—aviso ya cuando voy a medio camino hacia los vestidores.

Al llegar ubico mis cosas y me cambio a una ropa deportiva, un suéter morado claro y un pantalón del mismo color más unas zapatillas deportivas, normal.

La Otra Cara del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora