Lo siguiente que pasó fue que el director me llevó a su despacho, y yo lo seguí a regañadientes. Él estaba sorprendido por mi singular comportamiento, ya que, yo era un buen alumno, tranquilo, pacífico, y con muy buenas notas. Y jamás había golpeado a alguien en mi vida, solo que esa vez, había perdido los estribos, eso le dije. Sin embargo, llamó a mis padres, quiénes también se impresionaron, y me avisaron que hablaríamos cuándo yo llegara a casa.
—Me impresionas, Lynch. ¿Que te ha pasado? ¿Por que has golpeado a aquél compañero tuyo? —me preguntó el viejo director, con severidad y molestia. Suspiré profundamente, y me acomodé mejor en el incómodo asiento.
—Él ha insultado a una amiga. Decía cosas horribles de ella, y yo no... no quise hacerlo. Solo... no pude controlarlo, no fui consciente de mis actos en ese momento. Me arrepiento, lo admito, es la primera vez que esto pasa. Yo no quise hacerlo —repetí intentando convencerlo.
—¿A quién ha insultado? ¿Y que ha dicho? —quizo saber con curiosidad.
—A Lucía Smith. Ha dicho que ella se corta, y que deberían encerrarla en el hospital psiquiátrico. Y eso no me gustó — se quedó como perdido en sus pensamientos unos segundos y luego reaccionó.
—De todas maneras, eso no es excusa para golpear de forma tan brutal a un colega tuyo. No se si suspenderte o darte un mes de castigo —agregó cruzandose de brazos, de forma pensativa. Y yo estaba con el corazón latiendo a mil, y sentía una adrenalina y nervios de los mil demonios. Prefería que me castigase mil veces antes de ser suspendido. —creo que te daré un mes de castigo, solo por ser tu primer delito. La próxima vez no tendrás tanta suerte. Puedes irte.
Suspirando de alivio tremendo, me incorporé del asiento, y me dirigí a la puerta a grandes zancadas. Y cuándo iba a salir por ella, el director me llamó por mi apellido, por lo que volteé hacía él. No me miraba a los ojos, sino que acomodaba unos cuántos papeles de su escritorio.
—Recuerda que las apariencias engañan. Uno puede sonreír por fuera, pero estar sufriendo por dentro —comentó. Y no pude preguntarle nada sobre esa frase, pues hizo una seña para que me retirara de su despacho, cosa que hice y comencé a dirigirme a la clase que me tocaba con uno de mis hermanos, mientras pensaba.
¿A que se refería con esas palabras? "Uno puede sonreír por fuera, pero estar sufriendo por dentro" ¿Que demonios significaba eso? No lo sabía, pero algo me decía que tenía que ver con Lucia. ¿Acaso ella estaba sufriendo? Bueno, jamás la había visto sonreír, pero no me parecía que ella sufriera. Aunque seguramente ella habría escuchado los apodos que los demás solían ponerle. Debía de dolerle, pero tampoco pensé que ella podría sufrir.
De todas maneras, no podía estar seguro de aquéllo hasta descubrirlo. Pero, había muchas evidencias. Ella era diferente, solitaria, siempre con la cabeza baja, invisible para todos... menos para mi. Me atraía, lo admitía, siempre me había parecido una persona muy... diferente. Y me gustaba que ella fuera así, y no como las demás. Todas las chicas, o la mayoría de ellas, solo eran plásticas, que lo único que buscaban de un hombre era una noche, y yo no quería eso.
No.
Quería a una chica a quién poder proteger de los demas, alguien a quién abrazar cuando esté triste, Alguien con quién poder ser yo mismo, alguien con quién compartir mis gustos. Alguien que no me juzgue por mi forma de ser. Alguien como ella.
Si... alguien como ella...
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Punto de vista de Lucia.Castigada, genial, lo único que podía faltarme, pensé. Aunque, verdaderamente, no me importaba en lo absoluto, pues antes ya había sido castigada muchas veces. Lo que me molestaba era que perdería una hora del tiempo que tendría que aprovechar para ir a comprar algunas cosas que necesitaba. Nuevos auriculares, y libros. Ese era mi paraíso.
En ese momento, me encontraba en el castigo, en mi típico asiento, atrás de todo. La profesora, con maquillaje de más, tanto que parecía un payaso, leía atentamente un libro, y parecía desconectada de este mundo, como si no le importara lo que pasara a su alrededor, y de cierta forma me recordaba a mi cuando escuchaba música.
En ese momento, se abrió la puerta, y la profesora, mis otros compañeros de castigo, y yo volteamos hacía ella. Y me sorprendió mucho ver a Ross Lynch parado en ella. Él, jamas en la vida, nunca, habia sido castigado, y menos en las primeras semanas de clase. Era como si fuera ajeno a todo eso.
Parecía algo nervioso ante nuestras atentas miradas, podía verlo en su mirar. De pronto me vio, y sonrió, cosa que me extrañó. Nadie sonreia al verme, era como si la pizza no fuera deliciosa. Algo muy raro e imposible... En fin, Lynch se acercó a la profesora, le entregó un papel, y se sentó a mi lado. Lo que me faltaba. De tantos asientos que había en el salón, tenía que sentarse conmigo.
—¿Por que tenías que sentarte conmigo?—le pregunté frunciendo el entrecejo, antes de que pudiera decir o hacer algo. Yo sabía que iba a hacerlo. Meditó unos segundos su respuesta antes de decírmelo, mirando la pared.
—Porque... no lo se. Simplemente me llamas la atención—se encogió de hombros. Que directo y sincero era.—¿por que te castigaron?—me preguntó con interes.
—Por correr en los pasillos. ¿Y tu?—pregunté por preguntar. Él se mordió el labio inferior con preocupación antes de contestar y se sonrojo un poco.
—Por defenderte—al ver mi cara de confusión, agregó—: unos imbeciles estaban diciendo cosas malas de ti—en ese momento, me sonroje intensamente, y eso debió hacerle gracia, porque rió levemente.
—Eres un tonto. No debiste hacerlo. ¿Que te dijeron?—quise saber, aunque yo ya sabía perfectamente que habían dicho.
—Que te cortas—al escuchar eso, apreté con fuerza los puños de mi sueter, para evitar que mis cortes se vieran. No quería que pensara como los demás de mi.
—Oh... entiendo. Creo que sería mejor que dejáramos de hablar por unos momentos—propuse bajando la cabeza, aunque pude notar su expresión extrañada mirando hacia mi. Sin embargo no dijo nada, y miro hacia el frente, mientras que yo pensaba en lo que me había contado.