3 meses después... (narra Lucia)
Y luego de tanto tiempo, cosas no muy interesantes pasaron, excepto que ya casi nunca salgo. Siendo sincera, prefiero quedarme en casa que salir. No se porque, pero si salgo, siento... que me miran extraño, o que hablan de mi a mis espaldas. Bueno, eso solía pasarme en el colegio. Ya ni quiero salir, ahora me encuentro en mi habitación, leyendo creepypastas (historias cortas de terror). Me he leído las más famosas que hay, me quedé enganchada, y no puedo dejar de leerlas. Es como arena movediza, ¡te traga en segundos! Para colmo es de noche, y eso hace que volteara a ver cada cinco segundos para asegurarme de que Bloody Painter no viniera por mi para matarme y hacer una pintura con mi sangre.
O que Jeff me ayudara a dormir... Mh... matándome.
O que Slenderman viniera a matarme y violarme. Mh... no lo último.
O que Eyeless Jack viniera por mis riñones...
O que... ok, basta ya.
Siento la puerta abrirse lentamente, y no me atrevo a voltear. Mi respiración es agitada, mi corazón late a mil por segundo, y comienzo a sudar. Asco. ¡SALVENME, LA PUTA MADRE, NO SE QUEDEN AHÍ LEYENDO! Grito cuando dos manos se apoyan en mis hombros, y agarro a mi oso de peluche (como dije alguna vez: "lo primero que madura es lo primero que se pudre") y comienzo a golpear a quién sea que me haya asustado de esa manera.
Y distingo a Mark.
—¡LA PUTA QUE TE PARIÓ MARK! ¡CASI ME AGARRA UN PARO CARDIADO, GIL!—exclamo. Lo golpeo nuevamente un par de veces más (venganza, bitches), mientras él cubre su rostro con sus manos, protegiéndose de mi furia—. Maldito, sabes que soy paranoica. Pensé que eras Slenderman.
—Bueno, ahora sabes que no soy Slenderman. ¿Y por que demonios me pegas con un oso de peluche?—me pregunta. Yo miro a mi oso, lo abrazo, y niego con la cabeza haciendo un pequeño y adorable puchero.
—Para tu información, se llama Luis Alberto.
—Si algún día les pones así a tus hijos, te maldecirán por el resto de tu vida... Pobre oso, ¡le cagaste la vida con ese nombre!—ríe a carcajadas, mientras que yo alzo una ceja, luego río yo también—. ¿Que hacías?
—Leía un creepy.
—Ah, con razón te asustaste.
—Si, porque un pendejo me asustó. Mark, no es que te desee el mal, pero ojalá que las galletitas te vengan sin cremita—él suelta una tremenda risotada que podría escucharse hasta en China. Ahora se pone serio, y creo que estoy a punto de descubrir porque ha venido a mi habitación.
—¿Estás bien?—la misma pregunta desde que salí del hospital. Ahora todo es diferente a como era antes. "'¿Estás bien?"; "¿como te sientes?", "¿necesitas algo?", "¿has vuelto a... ya sabes?" "¿que es lo que te pasa?". Y la misma respuesta: "estoy bien, solo tuve un mal sueño".
Cosa que no es verdad.
—Si, me siento bien—no, no es cierto. Me siento deprimida a veces, cada vez que me miro al espejo veo un monstruo, estoy cansada, triste, mis notas bajan dependiendo de como esté, la balanza está matándome, me arden los brazos, me duele la cabeza, Andrés me está rompiendo las pelotas...
—Mentira. Te sientes mal, lo veo en tus ojos.
—¿Y si ya lo sabías, para que coño me preguntaste?—pregunto confundida y molesta. Él suelta un suspiro antes de responder.
—Porque quería saber si eres capaz de mentirme, al parecer si y ya no puedo confiar en ti. Ya no me mientras más, nunca más, por favor. Tu sabes que cuando tu te sientes mal, yo no puedo evitar estarlo, ¿cierto? Necesito que estés feliz. Me prometí a mi mismo que cada vez que estuvieras triste o mal por algo, mataría a golpes a quién se atreviera a lastimarte. Cuéntame—pide con sus ojos llorosos. Yo bajo la mirada, le he puesto muy mal. Le abrazo para que ya no esté triste, y no lo suelto sino hasta después de contestar:
—Ella. Ashley. Estoy celosa, lo admito, tenías razón de eso. No para de estar con el rubio y eso me pone muy mal. Siento mi corazón arrugarse cada vez que los veo. Y también siento que quiero matarla... ¡es que se viste como Violetta, no me jodan!—me excuso.
—Bueno, ya, tranquila. Tu eres más hermosa que ella, y si ese rubio no puede verlo, entonces no te merece—murmura—. Aunque de todas maneras... ¡nada de novios hasta que tengas cuarenta! Espantaré a cualquier chico que intente acercarse a ti. Y para tu información... prefiero a Tyler para ti.
—¡¿EH?! ¡¿Que coño dices?!—pregunto con los ojos abiertos como platos. Se encoge de hombros tranquilamente.
—Es mi opinión. Para mi que le gustas a ese chico, pero creo que es muy grande para ti... ¿cuántos años tiene?
—18, casi 19.
—¡Pedófilo!—ruedo los ojos. Dios mío, ¿quién quiere a Tyler? ¡Lo regalo, lo prostituyo con tal de que no me sobreproteja más!
***
—Hola, emo. ¿Todo bien? ¿Te has cortado o vomitado hoy? Cuéntame, siempre es bueno saber—ríe Ashley, mientras me sigue, caminando de espaldas por los pasillos. Yo intento controlar mi instinto asesino para no tirarle mi libro de matemáticas, a ver si eso le arregla un poco la cabeza. Me limito a quedarme callada, mientras ella sigue con sus estupideces—. ¿Sabes que? Soy la novia de Lynch...—canturrea.
Al escuchar eso, paro en seco. Siento una fiera dentro de mi. La miro con el mayor odio posible, intento calmarme para no asesinarla ahí mismo. Sin embargo, no logro controlarme y le pego una cachetada que hace que todos los demás pongan su atención en nosotras. Ella lleva la mano hacia su mejilla y la toca, sorprendida.
—¡DEJAME EN PAZ! ¿HASTA CUANDO SEGUIRÁS ROMPIÉNDOME LAS PELOTAS, LA CONCHA DE TU HERMANA? ¿SABES QUE? ¡ANDATE A LA PUTA QUE TE PARIÓ! ¡SI ERES NOVIA DE ESE RUBIO! BIEN POR TI, ME ALEGRO. PERO NO VENGAS A REFREGÁRMELO EN LA CARA COMO SI ÉL FUERA UN PREMIO. AH SI. ME OLVIDABA... ¡PUTA, ERES UNA BARBIE PUTA!—le grito con toda la furia de la que soy capaz. El asombro en el rostro de los demás es increíble, y luego les grito—: ¡¿Que coño están mirando?! ¡¿Acaso nunca vieron a alguien estallar?!
Acto seguido, voy hacia mi siguiente clase: Arte. Me encanta esa asignatura, es una de mis favoritas. Se dibujar bastante bien, o eso dice mi hermano. Todavía me pregunto sino lo dice por decir. Me siento junto a mi mejor amigo, saludándolo con un beso en la mejilla.
—¿Como estás?
—Bien, supongo.
—¿Como que supongo? ¿Que ha pasado?
—Yo... emh... he pegado una cachetada a Ashley, y exploté—dije sintiéndome viva por primera vez en mucho tiempo. Sonrío, ¡y ésta vez verdaderamente!
—Muy bien, has liberado tus sentimientos. Seguro que ahora te sientes mejor—asiento emocionadamente. Acto seguido, la profesora entra en el salón, y da la consigna de lo que hay que hacer. Nos pide dibujar un dibujo figurativo en blanco y negro. En vez de un dibujo triste (como los que suelo dibujar), empiezo a dibujar a una chica sonriendo de verdad. Como yo, ahora está mucho más feliz.