Lo único que me incitaba a salir de casa los fines de semana, era la sensación de libertad que me recorría cada vez que lo hacía. Y... las peleas de mis padres. Cada vez era peor. El día de hoy, la palabra "divorcio" saltó por encima de los gritos.
Y éso me dolió.
Hasta escuché decir a mi madre, que ella no estaría con mi padre de no haberse embarazado de mi. Lo siguiente que pasó, fue que noté cinco cortes nuevos en mi brazo, recientes y sangrando. Y la pequeña navaja del sacapuntas en mi mano.
¿Acaso no se dan cuenta de que puedo escucharlos? ¿No se dan cuenta de cuánto me duele que digan todo aquéllo? ¿No se dan cuenta de que estoy sufriendo silenciosamente? ¿No se dan cuenta de que cada día me voy apagando un poco más?
No. O no les importo, o directamente no lo notan. Aunque, habría que ser realmente imbécil para no notarlo. Las lágrimas acumuladas en mis ojos, las ojeras, y que nunca tenga una sonrisa en mi rostro, me delata perfectamente.
Para colmo, el roce de la ropa con los cortes dolía, pero no más que el dolor emocional. Y cuándo los mojabas... uf... no se imaginan. Pero, es lo que me gano por ser tan débil y dejarme caer siempre.
Tenía tan solo 16, años, pero sabía lo que realmente era sufrir. Burlas, insultos, que te ignoren, que te digan que nadie te quiere o necesita, que te griten que eres inútil, que... te digan que te suicides, que a nadie le importaría, eso era dolor.
¿Y que hacía yo? Me cortaba, exactamente. Era demasiado débil, y ya no podía con todo esto. No sabía controlar mis sentimientos. Creo que sufría de una gran depresión, además.
Suspiré al darme cuenta de que debía volver a mi casa. Realmente no quería hacerlo, pero tenía que hacerlo. Caminaba lentamente, sin ganas. Enserio, si por mi fuera, me quedaría todo el día vagando sin rumbo por ahí, pero tenía miedo de que me pasara algo, así que no lo hago.
Al llegar a mi casa, pude notar que mis padres cenaban en silencio. Cuándo mi madre se da cuenta de mi presencia, levanta la cabeza, y me pide inexpresivamente:
-Ven a comer algo. Estás demasiado delgada-Ja, le falla la vista. No estoy delgada, es más, todo lo contrario. Por eso, es que hacía dos días que había dejado de comer. No lo hacía, debía bajar de peso.
-No tengo hambre-mentí, y antes de que pudiera decir algo más, subí sin ganas a mi habitación. El único lugar en dónde podía ser yo misma, y me acosté en la cama, mirando al techo, mientras volvía a pensar en mi vida.
Nadie podía ayudarme. Mi único amigo vivía en España, por lo que solo podía apoyarme por mensaje. De todas formas, nunca en la vida, le habría contado mis problemas. ¿Y si dejaba de hablarme por eso? No, no lo permitiría. Prefería sufrir en silencio, que perder a la único persona que me importaba en ese momento.
Suspiré pesadamente al darme cuenta de que al día siguiente tendría que ir a la escuela. Eso significaba: insultos, ser completamente invisible, y como no, cortes. Aterrador, ¿eh?
Y en ese momento me pregunté: ¿dónde habrá quedado aquélla niña que solía ser? La que siempre sonreía y reía. Se había ido, junto a la felicidad, cuándo entré en la secundaria, y todo fue de mal en peor.
Se estarán preguntando: ¿alguna vez fui feliz? Pues si, pero, eso fue hacía años. Y ya casi no sonreía, excepto cuándo escuchaba a mis cantantes favoritos. Imagine Dragons. Son una banda realmente... ingeniosa.
En la escuela, me decían "la rara", o "la suicida". Y me pregunté: ¿como diablos se habrán enterado de mis cortes? Jamás se lo había dicho a alguien, y dudaba que algún curioso me hubiera visto cortarme, así que no tenía la menor idea de como demonios sabrán.
Yo solía tener una mejor amiga. Y... la perdí. Fue un accidente de auto, ella murió al instante, mientras que yo quedé con vida. Yo la consideraba una hermana, la que nunca había tenido, pues era hija única.
Su nombre era Sally. Teníamos la misma edad, y éramos iguales en gustos. Ella era la única capaz de hacerme sonreír. Siempre iba a visitarla al cementerio, y siempre lloraba su pérdida.
Recordaba perfectamente aquél día de la tragedia. Íbamos con su hermano, quién ahora vivía en España, quién nos llevaba al parque de diversiones, pues ya tenía su licencia de conducir.
Sally y yo teníamos 13 en ese momento. Reíamos y hablábamos, de todo, no teníamos vergüenza entre nosotras.
De pronto, el hermano de Sally, eh... Tyler, tocó bocina, para que el auto que venía frente a nosotros, saliera del camino. Pero, al notar que no tenía intenciones algunas de hacerlo, intentó moverse del camino. No lo logró, y ese auto, impactó contra el nuestro. Por lo que me desmayé momentáneamente.
Al despertar, noté que estaba en un hospital. Miré a un lado, notando que el hermano de Sally se encontraba ahí, mirando a la nada, con tristeza, melancolía, y nostalgia.
-¿Que pasó?-le pregunté confundida. Él me miró, y luego desvió la mirada, mientras unas lágrimas comenzaban a salir de sus ojos.
-Chocamos, y Sally... ella...-no terminó la frase, pues comenzó a sollozar que todo era su culpa, que debería haber sido más cuidadoso. Y pensé lo peor. Pero, luego, luego solté una histérica risita.
-Muy buen chiste, ¿dónde está Sally?-pregunté sonriendo forzosamente.
-Ella está muerta-rebeló en un grito de dolor. En ese momento, algo se quebró dentro de mi. Había perdido a una persona muy importante para mi. Fue horrible.
Esa noche, probé lo que se sentía cortarse...
Un gran error.
Ya no podía controlarme, creía que iba a volverme loca. Ya no sabía que hacer. No sabía como parar.
Justo en ese momento, pude notar que tenía la pequeña y fiel navaja en la mano, a punto de acercarla a mi muñeca.
No, tienes que ser fuerte. NO LO HAGAS. Me decía una parte de mi subconsciente.
Hazlo, hazlo. Es la única manera de sentirse mejor, y tu lo sabes bien. Me dijo otra parte de mi cabeza.
Mantente fuerte, suelta la navaja, sueltala. Me ordené a mi misma. Y eso hice, logré soltarla. ¡Lo había hecho! Había sido fuerte por más de unos segundos. La primera vez que lograba hacerlo.
Una gran hazaña para mi.
Jamás podía haberlo hecho antes.
Aunque, no podría saber si podría hacerlo la próxima vez. Nunca se sabe. Nada dura para siempre, y con ese confuso pensamiento, me dormí.