Nota de autora: Lamentablemente para la persona que inspiro el personaje de Liz no tengo foto porque no se deja jajaja es broma, no hemos podido hacerla, asi que no habra fotos esta vez, lo siento. Feliz lectura 💙💙💙
Sus parpados nunca habían pesado tanto en su vida, al menos no como en ese momento. La conciencia le iba y venía por momentos y cuando finalmente logro abrir los ojos, noto que el cuerpo entero le dolía.
El sitio en el que se encontraba no era en nada parecido al cuarto que tenía en su pequeño departamento, las paredes eran por completo de piedra al igual que el suelo por debajo de ella y solo unos pequeños destellos de luz iluminaban el resto.
Se levantó y respirando hondo comenzó a mirar a su alrededor en busca de algo que pudiera indicarle donde estaba. No lo encontró, la habitación no tenía ventanas ni ninguna puerta al alcance de su vista lo que lo volvía aún más difícil. En realidad parecía no estar formada más que por un gran circulo con ocho grandes estatuas de piedra a su alrededor que lucían igual a los ángeles descritos en las historias que solía leer cuando era niña.
— ¿Quién..., quién eres?— Le susurró la delgada voz de una chica de cabello castaño y piel clara. Se encontraba sentada contra una de las estatuas, con los ojos llorosos. La miro, debía tener la misma edad que ella pero la expresión de miedo en su rostro y la manera en que aferraba las rodillas a su pecho la hacían lucir mucho más pequeña. Bueno, por lo menos ahora ya sabía una cosa, gracias al cielo no se encontraba sola en ese sitio.
—Oye tranquila, te prometo que no te hare daño. Mi nombre es Lizbeth ¿Y el tuyo?
—La…, la gente me llama Mariela pero no estoy segura, yo prácticamente no recuerdo nada de mi vida— Contestó la chica.
— ¿Nada?— Negó con la cabeza, pero pareció relajarse un poco y Lizbeth aprovecho la oportunidad para arrodillarse justo frente a ella aunque todavía sin acercarse demasiado.
— ¿Tu sabes que es este lugar?— Preguntó Mariela.
—No en realidad, cuando desperté yo ya estaba aquí así que…
—Igual que yo.
— ¿Qué?
—Es un poco complicado de explicar.
Lizbeth asintió —Tranquila, ven aquí— Le ofreció su mano para ayudarle a levantarse pero apenas la tomo se quedó helada mientras miraba fijamente los dos puntos en la piel de su antebrazo que desprendían una extraña luz intermitente.
— ¿Qué son esos?
—No lo sé, no recuerdo haberlos…— Se interrumpió, por supuesto que ya los había visto antes. Cerro sus ojos, volviendo sus pensamientos a aquella noche, cuando el dolor que había experimentado en su sueño había comenzado en exactamente los mismos sitios en los que ahora su piel parecía desprender luz, aquella noche que en su mente era como si hubiera ocurrido hace tanto tiempo, pero que extrañamente resultaba ser su recuerdo más reciente.
—Oigan ¿Por qué estoy aquí?
— ¿El quién es?— Preguntó Mariela y de inmediato Lizbeth noto como su cuerpo comenzaba a tensarse nuevamente.
—No pasa nada— Intentó tranquilizarla, colocando protectoramente una de sus manos sobre sus hombros y sintiendo como rápidamente se relajaba bajo su toque.
—Tendrían que saberlo ¿No?— Replico el chico, que al igual que Mariela había aparecido de pronto junto a una de las estatuas del lugar, luciendo mucho menos asustado que ella pero sin duda con el cuerpo demasiado tenso como para hacerles creer que todo esto no lograba alterarlo.
—Mira no somos lo que tú crees, ni siquiera sabemos que es esto solo despertamos aquí y…
— ¿Tienes uno también?— La interrumpió, intentando que su voz sonara neutra mientras se aproximaba hasta donde se encontraba y tomaba su brazo exponiendo su interior, permitiéndoles observar el dibujo de lo que parecía ser una brújula pero fracaso porque ella capto la sorpresa que tanto se había molestado en ocultar.
—Parece como si fuera un tatuaje.
— ¿Segura?— Cuestionó, observando como la aguja en el interior del dibujo cambiaba de posición ante la mirada de sombro de ambas chicas.
— ¿Sabes lo que es?
—No, pero sé una cosa o dos sobre cómo utilizarla, llegue hasta aquí probando a donde podía llevarme así que supongo que esa es su función
—Creí que no sabías como habías llegado aquí— Señalo Lizbeth.
—Si bueno, tal vez haya mentido un poco respecto a eso. Soy Alex por cierto
—Lizbeth y ella es Mariela, nosotras…— Sintió una punzada de dolor en el brazo y de pronto se vio obligada a interrumpirse debido a la presencia de una nueva chica frente a ellos, con el cabello castaño claro, piel aceitunada y ropa llena de polvo y restos de escombro.
—Muy bien, sitio equivocado supongo, disculpen— Dijo la chica, al sentir las tres miradas de los presentes sobre ella, girando sobre sus propios pies como si buscara deshacer sus pasos y volver por el mismo camino que la había llevado hasta allí. —Pero que…— Se detuvo, mirando la enorme estatua del ángel que tenía enfrente como si fuera la primera vez que verdaderamente notaba que esta se encontraba allí, cerrándole el paso y obligándola a voltear nuevamente hacia el centro de la habitación —Muy bien oficialmente no sé dónde estoy ni quienes son ustedes— Volvió a hablar, señalándolos con una mirada de suspicacia.
— ¿Enserio? ¡Vaya pero que novedad!— Exclamó Alex.
—Ignóralo ¿Cuál es tu nombre?— Le preguntó Lizbeth, buscando sonar lo más comprensiva posible.
—Sarahi— Vacilo un momento — ¿Ustedes me dirán al menos quiénes son?
—Pues nosotros…— Otro punzante dolor le atravesó la piel, aunque este quizá el doble de fuerte que antes, lo que le provoco ahogar un grito al tiempo que dos nuevos puntos aparecieron justo a unos cuantos centímetros de donde se encontraban los anteriores.
— ¿Estás bien?— Preguntó Mariela.
—Si es solo que…, me pareció haber sentido algo.
— ¿Y ellos que?— Señalo Alex, indicando con un gesto a los dos chicos más que de pronto habían aparecido en el centro de la habitación. Él, con ropa tan mojada como si se hubiera pasado el día entero bajo la lluvia y ella, con las manos temblándole pareciendo casi tan asustada como Mariela lo había estado, pero sin duda con mucho menos inocencia en su mirada.
—Hola— Susurró Lizbeth, acercándose un poco más hacia donde estaban.
—No me toques, ninguno se atreva a hacerlo— Habló primero la chica, la voz le temblaba y sus ojos se movían rápidamente por toda la habitación, mientras hacia su mejor esfuerzo por levantarse. Parecía cansada, con el cabello rubio cayendo sobre su cara y la mugre cubriéndole la mayor parte de ella.
—Oye tranquila, no vamos a hacerte nada— Dijo Sarahi, quien impresionantemente había sido la primera en recuperase de la sorpresa y ser capaz de responder a la chica.
— ¿En dónde estoy?
— ¿Por qué todos preguntan eso? – Quiso saber Alex, manteniendo el mismo tono malhumorado que había utilizado antes con Lizbeth, Mariela y Sarahi.
—Ninguno de nosotros tiene idea de que es este lugar, algunos simplemente despertamos aquí— Añadió Lizbeth, dedicándole una leve sonrisa — ¿Y tú eres?
—No tengo porque decirles nada— Respondió ella, para acto seguido apartar la mirada.
— Escucha sé que probablemente estés asustada pero…
—Solo aléjense de mí, si es que no quieren sufrir las consecuencias— La interrumpió, aunque sin molestarse en apartar la mirada del piso en ningún momento.
—De acuerdo ¿Y tú?— Preguntó Sarahi, dirigiéndose al chico de la ropa mojada esta vez, quien de inmediato levanto la mirada hacia ellos luciendo una expresión de auténtica sorpresa.
— ¿Ustedes…? ¿Ustedes pueden verme? — Susurró él.
— ¿Y una buena razón para no hacerlo sería…?
—Se supone que estoy muerto— Afirmó.
—Perfecto, esto es fantástico ¿No lo creen? Entonces resulta que o estamos en quién sabe dónde sin tener ni la menor idea de quien nos trajo o estamos todos muertos— Dijo Alex, tan sarcástico y arrogante como había demostrado ser desde el principio, pero aun así, Lizbeth fue capaz de notar un ligero ápice de miedo en su voz.
—No estamos muertos— Aseguró de pronto una voz desconocida perteneciente a una chica de piel obscura y cabello recogido en un conjunto de varias trenzas.
— ¿Por qué diablos siguen apareciendo personas de la nada?
—También me da gusto conocerte Alex, descuida, igual llegaremos a ser muy buenos amigos— Les sonrió, pero la mirada que el resto de los presentes le dedicaron no pudo haber sido mucho más sombría —Tranquilos, no tienen de que preocuparse, después de todo, para mí es un placer conocerlos chicos. Lizbeth, Mariela, Sarahi, Janet, Sebastián, Alex, mi nombre es Chayna y deben saber que en la medida de lo posible hare lo necesario para protegerlos.
—De acuerdo, esto ya da miedo ¿Cómo sabes nuestros nombres?
—Se muchas cosas sobre todos pero tranquilos les aseguro que no hay razón para tener miedo, después de todo soy una de ustedes.
— ¿Qué quieres decir con “Una de ustedes”?— Quiso saber Mariela, quien de pronto parecía de lo más interesada en la conversación.
—Descuiden, tampoco lo comprendí en un principio pero no importa, estoy segura de que todo esto es justo lo que ellos quieren
— ¿Ellos?— Preguntó Sebastián.
—En serio no tienen idea de que es lo que nos está pasando ¿Verdad?
— ¿Tú sí?— Casi sin darse cuenta Lizbeth se acercó a ella.
—Podría decirse pero no debo ser yo quien se los diga, no están lejos ya vendrán
— Y creí que era yo él que estaba volviéndose loco— Escupió Alex pero a Chayna no pareció importarle porque continuo hablando.
—Ya se los dije, lo comprenderán con el tiempo.
—Solo para aclarar ¿Acaso alguien más va a aparecer de la nada?
—Él es el último— Respondió Chayna, señalando a un chico que de pronto se materializaba bruscamente al centro del círculo en donde Sebastián y Janet habían aparecido.
—Lizbeth— Masculló él, sonriendo al igual que lo haría un niño apenas sus ojos se encontraron, mirándola como si ella fuera la única persona en la habitación —Liz lo logre, logre encontrarte
— ¿Encontrarme? No te entiendo ¿Quién eres tú? ¿Cómo sabes mi nombre?— Dijo ella, en un tono mucho más brusco de lo que habia pretendido pero de inmediato se sintió estúpida por haberlo hecho, si Chayna sabía cómo se llamaba ¿Acaso no era posible que aquel chico lo hiciera también?
—Liz soy yo, Anthony— Había dolor en su voz y su sonrisa había sido sustituida por una mueca de tristeza — ¿Cómo puede ser que no lo sepas? Estoy aquí por ti
—Espera un momento ¿Quieres decir que ella es la responsable de todo esto?— Intervino Alex, dirigiéndole a Lizbeth una mirada tan fría como el hielo.
— ¿Eso quiere decir que tú nos trajiste?— Preguntó Sarahi.
— ¿Sabes por qué nos está pasando todo esto?— Agregó Sebastián y Janet y Mariela parecieron preguntarle exactamente lo mismo con los ojos.
— ¿Qué? ¡No!— Exclamó Liz, al sentir la presión de las siete miradas sobre ella, demasiado agobiada para hacer o decir cualquier otra cosa, luciendo tan confundida como se sentía y notando que sus manos comenzaban a temblar al igual que lo hacían cuando se sentía demasiado nerviosa.
—Oigan, chicos tranquilícense, no hay motivo para ponernos así, les aseguro que todo esto tendrá mucho más sentido cuando… — Comenzó Chayna, acudiendo en parte a su defensa algo por lo cual Lizbeth estuvo a punto de soltar un suspiro de alivio, sin embargo se vio obligada a parar cuando nuevamente escucharon una voz desconocida aunque esta parecía ser completamente diferente a cualquiera que hubieran escuchado antes que les decía en tono firme:
— Bienvenidos Elegidos.
Autora: Bienvenidos Elegidos, estan a punto de entrar a un mundo del cual no tienen ni la mas minima idea. Comenzamos.
ESTÁS LEYENDO
Elegidos
FantasiaLos días de la humanidad estan contados. El creador ha decidido terminar con su existencia y solo los ángeles creen que existe una forma de que pueda ser salvada. De esa manera Lizbeth, acompañada de Sebastian, Janet, Alex, Chayna, Sarahi, Mariela y...