Capítulo 6

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Feliz lectura 💙💙💙

Su visión comenzó a aclararse poco a poco, respiraba con dificultad, se sentía igual a como si fuera a perder el conocimiento en cualquier momento.
Miro a su alrededor, luchando con todas sus fuerzas por tranquilizarse solo un poco logrando por lo menos que su respiración se normalizara.
Sus ojos se humedecieron. Ya no estaba en la Sala alma ni tampoco estaba acompañado por el resto de los Elegidos o de los ángeles. Estaba solo de nuevo justo como lo había estado en los minutos después de ver a su madre recibir la noticia de su muerte.
Sintió las lágrimas picar detrás de sus ojos.
Su voz llamándola una y otra vez diciéndole que se encontraba justo frente a ella, la frustración que había sentido después de descubrir que por algún motivo que aún no alcanzaba a comprender nadie podía verlo, el recuerdo de la lluvia mojando su piel, lo golpearon con la misma fuerza que un puñetazo en el estómago y le provocaron caer de rodillas ante la sensación de que sus piernas ya no serían capaces de sostenerlo por mucho más tiempo.
Lloro, sintió el agua caer por sus mejillas una y otra y otra vez mientras su garganta dolía cada vez más gracias a los gritos que ni siquiera había notado que salían de su boca.
Aferro sus manos al suelo debajo de él y entonces se paró en seco. Por un momento observo como una fina arena blanca caía de sus manos devuelta al lugar de donde la había obtenido. Se estremeció ¿Donde se encontraba realmente?

El calor era sofocante pero no había reparado en ello hasta ese momento cuando sintió que sus pulmones estaban a punto de estallar.
El sol le quemaba, lo sentía en la piel con la misma intensidad que el fuego y cuando miro a su alrededor descubrió que sin importar para que lado volviera la mirada, arena blanca lo cubría todo. Un desierto.
Su garganta estaba seca, se ahogaba, no podía respirar ¿Qué era lo que los ángeles le habían dicho? Algo sobre que la Sala alma le pondría una prueba con la que conseguiría despertar sus poderes y que si conseguía pasarla obtendría sus alas.
Todo comenzó a darle vueltas, agua todavía le escurría por las mejillas, sin embargo le tomo solo un par de segundos descubrir que no eran lágrimas si no sudor.
Al menos aquello le había servido para descubrir dos cosas. La primera, el calor en ese lugar avanzaba el doble de rápido o quizás ¿El triple? De lo que tendría que hacerlo. Y la segunda, un hormigueo había comenzado a recorrerle las palmas de las manos.
Lucho con todas sus fuerzas por levantarse, su cuerpo entero temblaba y su visión estaba nublada. Se sentía débil, la marca en su rostro le ardía casi con la misma intensidad de aquel día en el salón de clases. El dolor entonces había sido similar al de ese momento, recordó, pero la única diferencia era que ahora sí que tenía conocimiento de lo que le estaba pasando.
Necesitaba hacer que terminara, hacerlo ya.
-Vamos Sebastián, concéntrate....tienes que concentrarte, termina con esto- Se dijo así mismo, luchando por levantarse mientras contenía la sorpresa ante el hecho de que su propia voz saliera áspera, ronca y prácticamente por puro milagro pues su garganta se encontraba todavía más seca que antes.
Sus piernas finalmente se apoyaron contra el suelo, había conseguido ponerse de pie y obtener una mejor vista del lugar, aunque claro no era como si hubiera mucho que ver. Nada más que arena y el sofocante sol sobre él. Sin embargo la satisfacción de haberlo conseguido le duro poco, solo un momento antes de que su equilibrio o quizás su fuerza, lo traicionara y terminara enviándolo al mismo sitio en donde había empezado.
La cabeza le martilleaba una y otra vez en un dolor constante, su visión estaba cada vez más borrosa, pero el cosquilleo en la palma de sus manos todavía estaba presente.
Una voz en su mente le insistía con todas sus fuerzas que debía resistir, ser fuerte, pasar la prueba, levantarse pero sin importar cuales fueran sus deseos ni siquiera se sentía con la capacidad de ponerse de pie otra vez.
Su respiración era entrecortada, una sensación de quemadura le recorría el pecho. Y cuando una fuerza invisible tiro de sus parpados para cerrárselos, se lo permitió. Estaba hartó, ya no quería luchar más, lo único que quería en ese momento era volver a estar junto a su madre, sentados los dos en los hermosos jardines de su hogar, desde los cuales el cielo y las nubes parecían tener vida propia.
Y fue ese recuerdo, el de la brisa con el olor de Madrid, el de la suave piel del brazo de su madre rodeándolo, de la hierba todavía un poco húmeda bajo sus manos, lo que lo acompaño en su último respiro, su último aliento, su último latido.

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