Capítulo 10

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Feliz lectura 💙💙💙

Hacia dos días desde la prueba de Mariela, desde entonces no habían vuelto a practicar en parejas lo cual fue una suerte pues se habían dedicado a trabajar en las patadas y las combinaciones que habían aprendido, a intentar perfeccionarlas. Su relación con Anthony y Sarahi había mejorado a tal punto de que al menos eran capaces de sostener una conversación durante la comida o la cena por lo que parecía que al menos las cosas estaban mejorando en ese aspecto, ojala pudiera ser capaz de decir lo mismo respecto a sus sesiones individuales con los ángeles, como en la que se encontraba justo en ese momento.
— ¿Por qué no solo aceptan que se equivocaron conmigo? Soy un asco para cada ejercicio que realizo.
—Otra vez— Dijo Miguel, aparentemente ignorando sus palabras por lo que cerrando sus ojos una vez más, simplemente se preparó para el cambio, luchando al mismo tiempo cuando el impulso de ir de un lugar a otro en cuestión de segundos la empujo hacia delante.
Miró el punto en el que había estado parada antes a aproximadamente solo diez pasos de distancia de donde se encontraba en ese momento e inmediatamente tuvo que luchar contra el enorme impulso de golpear la pared más cercana.
Desde su primera sesión con ellos, cada día después del entrenamiento Lizbeth se la había pasado allí perdiendo el sentido de cuánto tiempo había pasado mientras seguía cada instrucción que le daban. Inició con simples ejercicios de relajación que según le habían dicho servirían para calmarla un poco, después comenzó a meditar sobre la distancia entre un punto de la habitación y otro, imaginando que podía ser capaz de atravesarlos sin la necesidad de mover su cuerpo hasta que finalmente los ángeles le pusieron una tarea diferente, visualizar aquello que debía convertirse en su meta como una especie de luz dentro de su mente que debía ser capaz de alcanzar para que una vez que lo consiguiera permitir que su don hiciera el resto.
Hacia una semana de todo eso y en ese tiempo, diez pasos de distancia era su nuevo record en lo que a la teletransportación se refería. No importaba lo que hiciera, todavía no conseguía dominarlo.
—No lo consigues porque tienes miedo— Afirmo Gabriel.
— ¿Qué?— Preguntó, sin comprender del todo lo que acababan de decirle.
—Tienes miedo de fallar, es por eso que no consigues cubrir más distancia— Se quedó helada, no se le ocurría nada que responder a eso. El miedo al fracaso era justo lo único que nunca había sido capaz de controlar, ni tampoco de hablar con ninguna persona, ni siquiera con Mariela, que en poco tiempo se había convertido en prácticamente su única verdadera amiga dentro y fuera del Santuario.
—Es fácil para ustedes decirlo, al menos tienen idea de lo que hacen.
—Tú también la tienes. Cada una de mis experiencias en las peleas pasadas están dentro de ti, solo necesitas obtener acceso a esa parte— Dijo Miguel, llegando hasta donde ella se encontraba, de la misma manera en que Lizbeth tendría que hacerlo si consiguiera controlar su don. Le sonrió levemente, de todos los ángeles era él cuya presencia no le hacía sentirse incomoda en lo absoluto, sino todo lo contrario, era como si el simple hecho de tenerlo cerca la hiciera sentirse de alguna manera segura y protegida, cómo sospecho que probablemente le ocurría también al resto de sus compañeros, cada uno con su ángel correspondiente, después de todo se los habían dicho al llegar, la mitad de su esencia y por lo tanto sus recuerdos y una buena parte de sus poderes estaban dentro de ellos ahora. —A propósito ¿Cómo va tu relación con los Elegidos?
—Mejorando cada día más. Si, podría decirse que al menos puedo hablar con Anthony, Mariela y Sarahi pero el resto están completamente seguros de que nunca lograremos ser un equipo y probablemente continúan odiándome así que…
—El sarcasmo no es una característica que los ángeles veamos de muy buena manera precisamente— La interrumpió, sin embargo a pesar de lo severo de su observación, Lizbeth todavía fue capaz de notar que le sonreía.
—Debe ser difícil que eso abunde en este lugar entonces— Justó al término de la oración un gruñido de dolor se escapó de sus labios mientras una imagen se abría camino a través de sus pensamientos.

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