El sonido de un fuerte aleteo similar al que provocarían cientos de pájaros juntos inundo por completo el lugar.La voz que habían escuchado llamarlos hace solo unos momentos, no había vuelto a hacerlo.
Miró a sus acompañantes, igual que ella movían sus ojos de un lado a otro de la habitación en busca de la fuente, aunque esta pareciera no estar dentro de su campo de visión.—Los buenos espíritus— Susurró Chayna.
— ¿Qué?— Preguntaron Alex y Mariela casi al unísono.
—La razón por la que estamos aquí— Contestó ella, inclinándose sobre una de sus rodillas y agachando la cabeza en señal de sumisión esperando a que los demás hicieran lo mismo, sin embargo solo Lizbeth siguió su ejemplo, el resto permaneció de pie.Los presentes intercambiaron miradas, por un momento la habitación se sumergió en un completo silencio de modo que se hubiera podido escuchar incluso la caída de un alfiler en el suelo, eso al menos hasta que el aterrizaje de exactamente ocho hombres frente a ellos justo como si hubieran saltado desde lo alto del techo de aquel lugar y la voz de uno de ellos llamándolos, acabo por romperlo.
—Pueden levantarse, no es con nosotros con quien deberán mostrar esta clase de respeto— A simple vista lucían todos iguales, vestían con ropa dorada al igual que su cabello, sin embargo al mirarlos con detalle parecía como si de su cuerpo se desprendiera un extraño halo de luz con diferente color en cada uno.
—Todavía no somos dignos de estar en su presencia— Respondió Chayna.
—Por supuesto que si— Dijo uno de los hombres, aquel que de entre todos parecía brillar con un resplandor color azul. Levanto una de sus manos y en ese momento figuras idénticas a las alas de un ángel comenzaron a brillar en diferentes partes del cuerpo de todos, acompañadas de un ligero ardor, tan familiar que le provoco a Lizbeth al igual que al resto de sus compañeros llevar una de sus manos hasta la fuente de él, en su caso la espalda —Elegidos, los esperábamos.
— ¿Quiénes son?— Quiso saber Liz.
—Creí que por lo mensajes que te hemos enviado a ti en especial, ya tendrías que saberlo— En ese momento se sintió como si le hubieran arrojado una cubeta de agua helada sobre la cabeza y se sorprendió sintiéndose mareada. Así que era posible que su extraño sueño y las marcas sobre su cuerpo tuvieran un significado después de todo. Tal vez ellos podrían explicarle que era lo que estaba ocurriendo.
—Fue un sueño solamente— Dijo en su lugar, deseando desechar todos y cada uno de sus pensamientos anteriores, pero estos se negaron a abandonarla.
— ¿A pesar de todo esto, aun sigues pensando de esa manera?— La voz del hombre era solemne, tranquila y paciente, no el tono de burla que Lizbeth se había esperado algo que internamente no pudo evitar agradecer —Somos protectores, guardianes, guerreros, hemos sido llamados de muchas maneras en muchos lugares, pero estoy seguro de que la mayoría de ustedes nos conocen por lo que verdaderamente somos, ángeles. Zadquiel, Remiel, Jofiel, Chamuel, Uriel, Rafael, Gabriel, Miguel, los encargados de conformar la Corte Celestial— Anunció, mientras que el resto de los hombres parecía asentir cuando escuchaban la mención de su nombre, de modo que en ese momento al menos para ella, era mucho más fácil diferenciarlos.
— ¿Ángeles? Si claro, se supone que no existen— Replico Sarahi.
—Solo porque no puedas ver algo, no significa que no sea real y aunque ustedes nunca nos hayan visto antes, deben saber que nosotros los hemos vigilado durante toda su vida, asistiéndoles cuando tuvieron que aprender alguna lección— Afirmó Miguel y mirando al resto de los ángeles, con un ligero movimiento de sus hombros todos desprendieron de su espalda lo que parecían un par de medias lunas color blanco pero que después de solo un par de segundos comprendió que se trataba de sus alas.
El resto de los presentes se quedaron sin aliento, la mayoría casi sin darse cuenta retrocedió un paso atrás. En algún momento de su vida, todos habían leído o escuchado alguna vez sobre los ángeles y arcángeles por supuesto, aquellos seres supremos de luz e inmenso poder que constituían el vínculo más importante entre Dios y la humanidad, dedicados a librar la batalla contra el mal y velar por la seguridad de los hombres, pero leer todo aquello y tenerlos en ese mismo momento frente a ellos eran dos cosas completamente diferentes. El miedo a descubrir que todo podía llegar a ser posible, los había dejado helados.
— ¿Por qué estamos aquí?— Preguntó Mariela, apretando sus manos con fuerza para que el resto no notara que le temblaban pero no lo consiguió.
—El tiempo se agota, en cuestión de días la humanidad será destruida— Les informo Rafael y Lizbeth notó, no sin algo de sorpresa, como todos incluida ella, abrían mucho los ojos ante aquella información, todos excepto Chayna, quien más bien parecía encantada de poder escuchar a los ángeles hablar.
— ¿Así que nos han traído hasta aquí para decírnoslo en persona?— Soltó de pronto Anthony, sonando increíblemente molesto.
—No…— Gabriel pareció dudar un momento, como si se encontrara considerando el peso de lo que estaba a punto de decir —Están aquí porque los necesitamos.
— ¿De qué hablan?— Preguntó Lizbeth.
—Tiempo atrás, surgió una idea, si cada uno de nosotros lograra encontrar a un joven con el alma lo suficientemente pura como para ser digno de recibir la gracia de los ángeles, él o ella se convertiría en un Elegido, destinado a formar parte de un nuevo ejército celestial y pelear la batalla contra la obscuridad, otorgándoles parte de nuestros poderes, un orientador que debería decirles qué camino tomar, como el que cada uno descubrirá lleva en el interior de su antebrazo, así como una condena, en pago por las faltas cometidas por su gente..., eso es lo que son ustedes, nuestros Elegidos.
—Es una linda historia, pero vamos ¿De verdad piensan que vamos a tragarnos ese cuento? Adelante, la persona que armo todo esto ya puede saltar en nuestras caras y burlarse de nosotros, ha sido una buena broma lo admito— Exclamó Alex.
—En estos últimos días, a todos ustedes les han sucedido cosas que no pueden explicar ¿No es cierto?— Lizbeth notó que ante la mención de aquello los cuerpos de todos se habían vuelto rígidos y que algunos incluso apretaban la mandíbula con demasiada fuerza, manteniéndolos en silencio al menos por unos cuantos segundos — ¿Seguirán creyendo que todo es obra de la casualidad?
— ¿Quieren decir que ustedes son los responsables de todo?— Les preguntó Janet, que era como Chayna la había llamado hace unos momentos, con la voz cargada de rabia y los ojos cristalizados, acercándose cada vez más a donde ellos se encontraban.
—Cada uno necesitaba recibir sus marcas de alguna manera— Contesto Rafael, como si con eso pudiera justificar cualquier cosa.
—Mi hermana, yo le hice daño y fue todo por su culpa…— La distancia entre ella y los ángeles se había reducido peligrosamente hasta el punto de casi desaparecer por completo, pero cuando busco hacerlo, algo pareció lanzarla nuevamente hacia atrás, como si un escudo imperceptible para sus ojos se encontrara protegiéndolos.
—Veo que ya has descubierto tu condena— Continuo el ángel, sin inmutarse ni un poco en lo que había pasado con Janet.
— ¿Mi…, mi qué?
—Las condenas son castigos que deberán soportar mientras continúen siendo Elegidos, diseñados específicamente para cada uno de ustedes, en tu caso como ya lo has podido comprobar, cualquier persona que te toque descubrirá que tu piel arde con la misma intensidad de tu fuego interno.
— ¿Qué?— Quiso saber ella, tenía la respiración agitada y lucia igual a como si estuviera a punto de sufrir un ataque de nervios.
—Esperen ¿Qué hay de nosotros? ¿Cuáles son nuestros castigos? — Interrumpió Sebastián, con ojos suplicantes.
—Los descubrirán con el tiempo, al igual que sus poderes, pero para conseguir que estos emerjan tendremos que comenzar con su entrenamiento lo antes posible. Les explicaremos el resto mañana temprano, después de que hayan podido descansar un poco.
— ¿Descansar? Nosotros, prácticamente acabamos de perder todo lo que conocíamos y ¿Ustedes quieren que lo tomemos como algo normal?— Dijo Sarahi con un tono tan arrogante como el que Alex había utilizado antes.
—Necesitan recuperar sus fuerzas, de otra manera no conseguirán soportar ninguna de las pruebas.
— ¿Y si no queremos nada de esto? ¿Se les ha pasado por la cabeza? ¿Qué pasa si no queremos ser Elegidos? — Soltó Anthony, en tono cortante.
—Ustedes no lo deciden— Comenzó Miguel, olvidando por completo su tono amable para sustituirlo por uno mucho más firme —Las marcas en sus cuerpos y el don de la comunicación, entregado a cada uno de ustedes con el propósito de que les sea posible entenderse sin importar que todos provienen de diferentes partes del mundo, los reconoce como lo que son, incluso el Santuario los toma por sus dignos habitantes, desde el momento en que llegaron aquí su oportunidad de salir de el se perdió junto con sus vidas mortales.
— ¿Entonces estamos atrapados en este lugar? No de ninguna manera ¿Qué pasa con mi familia, con…?
—Todo eso forma parte de su antigua vida, esto es lo que son ahora y este es su nuevo hogar.
—No van a obligarnos, aún podemos negarnos a pelear, ni siquiera comprendo porque debemos arriesgarnos por personas que no conocemos, tarde o temprano todos tienen que morir— Replicó Alex.
— ¿Incluso tu familia? — La expresión de la mayoría pareció cambiar nuevamente pero ninguno dijo nada por un momento y cuando el ángel comprendió que ya no lo harían, continuó — Se les está ofreciendo la posibilidad de salvar no solo a aquellos a los que aman, si no a la raza humana en general, ya han sido marcados, el poder angelical corre por sus venas ahora, no pueden renunciar a su destino porque este terminara por alcanzarlos de una u otra manera, acepten y si tienen éxito podrán volver a sus antiguas vidas como si nada hubiera pasado.
— ¿Volveremos de verdad?
—Tienen nuestra palabra.
Lizbeth sintió nuevamente las siete miradas sobre ella, era como si todos estuvieran esperando a que dijera algo, lo cual le parecía prácticamente imposible, pero aun así allí estaban, insistentes, suplicantes, provocándole que su boca se secara todavía más, quitándole la posibilidad de formar cualquier oración y hacerla sentirse con una especie de nudo en la garganta cuando Alex, al darse cuenta de que ella no lo haría, hablaba en su lugar.
—De acuerdo, terminemos de una vez con esta pesadilla entonces— Los ángeles asintieron, lucían complacidos, como si lo que habían escuchado fuera exactamente lo que se habían imaginado que dirían.
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Elegidos
FantasíaLos días de la humanidad estan contados. El creador ha decidido terminar con su existencia y solo los ángeles creen que existe una forma de que pueda ser salvada. De esa manera Lizbeth, acompañada de Sebastian, Janet, Alex, Chayna, Sarahi, Mariela y...