dos

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El viaje resultó de lo más devastador para sus tropas, el frío y aquellas condiciones de exterior a las que sus más de treinta mil hombres no estaban preparados casi pudieron con ellos, los recursos eran escasos para el viaje y si se tenían que retrasar por cualquier inconveniente probablemente hubieran muerto más de la mitad de sus soldados. Pero no fué así.

Ramsay les había asignado una aldea cerca de Invernalia para asentarse hasta la batalla, aunque se situaba lo suficientemente lejos como para poder prevenir el ataque, no se fiaba de ellos, pero Ava aún menos de él asi que la distancia le favorecía. Era un pobre pueblo con bastantes casas como para alojarse, pero el silencio y la apariencia de haber sido abandonado repentinamente ponía a la muchacha los pelos de punta. A su lado Nicholas sonreía contento encabezando el pelotón, aún no sabía por qué pero llevaba los cuatro días de largo camino con un extraño aire de felicidad.

—¿Por qué ríes?—le preguntó finalmente al hombre. El la miró y volvió a sonreír.

—Por fin nos encontramos en el exterior, sonría un poco, disfrute del aire puro y de las hermosas vistas, mi reina.—ella le sonrió de lado y volvió a centrar su mirada en el frente.

En el centro del inóspito lugar había una especie de ayuntamiento que sería fácil de defender a su parecer asi que eligió ese sitio para asentarse, mientras que su ejército tomaría los edificios de alrededor.

**

La nieve se quedaba prendada de sus negros rizos, la carta del cuervo le había dejado anonadado, se mantuvo como una estatua entre el frío del Norte durante un largo rato, pero finalmente regresó junto a su hermana para comunicarle la noticia. La cual él seguía sin creer.

—¡Maldita sea!—lanzó la carta en dirección a la pelirroja que le miraba sorprendida.

—¿Qué ocurre, Jon?—Sansa tomó la carta entre sus manos y comenzó a leerla.

Mientras leía el contenido de la carta, su hermano caminaba nervioso por toda la habitación.

—Padre decía que el rey loco había acabado con todos ellos, puede ser que Ramsay quiera asustarnos.—el pelinegro varió esa posibilidad, pero no creía que mintiera.

—No, no es una estrategia para asustarnos, no lo es.—Nieve se sentó con gran frustración mirando a su hermana, pero algo en su mirada se iluminó.—Melisandre.

Al instante salió de la habitación con gran rapidez para recorrer el castillo Negro y encontrar a la Dama Roja. Irrumpió en su cuarto sin llamar antes, la mujer estaba sentada mirando las llamas, ni siquiera se inmutó al notar entrar al Lord Comandante.

—Necesito que hagas algo.—dijo él.

—Ya no sirvo a ningún señor, Jon, no tengo que hacer nada por vos.—la mujer se levantó, acercandose lentamente al chico.

—La victoria en batalla depende de vos.—su rostro estaba horrorizado, no quería ver morir a ningún elegido más.—Necesito que encontréis a alguien.

—¿De quién se trata?—caminó nuevamente hasta las llamas y pasó la mano por encima rozando el fuego.

—La última Hawke.—Melisandre le observó pensando que quizá fuese una broma, pero por el rostro del hombre, no parecía serlo.

Removió las llamas en busca de su respuesta. Y allí estaba, contra todo pronóstico, en el centro de un pequeño pueblo no lejos de allí, acompañada de otro hombre y un gran ejército, estaban celebrando y lucían felices todos ellos.

—¡Ensillad los caballos!—gritó para que pudieran oírle.

**

Acarició el cuero del libro en el que estaba escrita toda la historia de su familia, leyó especialmente las últimas páginas escritas sobre los logros de su padre en batalla y sus promesas rotas con la casa Targaryen. En la página siguiente estaba escrito el nombre de su hermano mayor, legítimo heredero de su casa, pero nada debajo. Pasó sus dedos sobre el nombre, nunca llegó a la edad de hacer realmente nada como heredero, pero aún así merecía tener algo escrito en sus páginas.

El caos se hizo en el exterior, se asomó a la ventana esperando visualizar el problema, pero todas las antorchas del lugar se apagaron, únicamente quedaban algunos gritos que al poco tiempo se acabaron.

Nada. Era lo único que se escuchaba entre aquel tétrico silencio.

Tomó su ballesta, cuando la tenía entre sus manos escuchó como la puerta se abría de golpe, corrió fuera de la habitación y apuntó a aquella persona.

—¿Quién sois?—preguntó ella alzando la cabeza.

—¿Quién sois?—preguntó ella alzando la cabeza

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—Mi nombre es Jon Nieve.—sabía que iba a ser su adversario, asi que quizá todo lo que quería era matarla—No ha habido ninguna baja entre sus tropas, mi señora. Vengo en señal de paz, necesito vuestra ayuda.

La puerta volvió a abrirse de una patada y entró Nicholas con una brecha en la frente y un rostro verdaderamente demoníaco.

—¿Llego tarde?—preguntó él apuntando a Jon Nieve.

Portaba a Ala de Plata, un cañon de mano que era del fallecido rey Hawke.
Mientras la amistad entre los Targaryen y la casa Hawke se forjaba entre el fuego de los dragones, su padre ingenió una increíble arma de fuego valyrio con la ayuda de Aerys II. El rey loco, que en aquel entonces no estaba tan loco, la llamó Ala de Plata, como uno de los antepasados que lucharon en la Danza de los Dragones.

—No le incineres, tenemos una guerra sobre la que hablar.—Nieve observó el arma del comandante de la muchacha con gran horror.

Ava bajó el arma y descendió la escalera mirando al bastardo de reojo.

—Pero antes, ordena liberar mis tropas.—insistió ella.

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