"La paciencia es la madre de todo las virtudes"Pero hay un momento límite en el que la paciencia deja de ser una... Y ese momento era ahora.
Crucé mis brazos bajo mi pecho y los deje posar desafiantes. No sé que clase de expresión tenía, debía ser todo un poema; sentía las uñas clavarse en mi carne y una vena necia palpitando en mi sien.
Por un momento me sentí idiota, que clase de chica estúpida era para desafiar a un hombre mucho más fuerte, en mi situación de necesitada y sin nadie a la redonda más que polvo. Debía ser una completa imbécil, él podía fácilmente apuntarme con su tambaleante pistola y dejar mi cuerpo inerte reposar plácido bajo el sol para ser la comida del primer carroñero que se acercara.
El miedo se apoderó de mí cuando detuvo el auto en seco, una gota de sudor rodó por mi mejilla y sentí mi temperatura bajar unos grados; hasta aquí llegaría mi vida y lo único en que pensaba era en que debí haberle hecho caso a mi madre y ser una buena chica, pero... nada pasó.
Para mi sorpresa se dedicó únicamente a estirar su brazo para recoger las gafas y colocarlas de nuevo sobre su nariz; no me dedicó una mirada de odio como esperaba; claro, tampoco de una de júbilo; exclusivamente se concentró en desechar mi presencia, o en líneas más cortas «a ignorarme».
Pensé que lanzaría atrocidades a todo pulmón; tomaría de mi cabello y halaría de el como cualquier hilo suelto, no le hubiera costado mucho y a pesar de su reacción... Me hizo sentir vergüenza, yo actúe como una loca cuando me está ayudando y él sin remordimiento lo olvido; tal vez gritarme era lo correcto y así sentiría que estábamos a mano pero no... creyéndose genial el muy idiota.
Luego de 5 horas de viaje y de un largo rato de ignorarnos bajamos a buscar algo de comer en Benin City, una ciudad con un encanto enajenador y de gran magnitud, aunque no abarca ni la cuarta parte de lo que tiene Lagos es encantadora; nos detuvimos frente al mercado y las personas nos cayeron encima como niños tras la piñata, me sorprendí por el comportamiento de los citadinos pero mi acompañante ni se inmuto, seguro ya estaba acostumbrado, el definitivamente era un forástero; y no era que fuera racista o algo parecido, lo supuse por la bandera bordada en su inmensa mochila que aún reposa en el asiento trasero.
Mi almuerzo fue súper ligero, todo era picante, todo; hasta las verduras, así que oficialmente inicié una dieta involuntaria por los tres meses que pasaría aquí, para bajar el picor tomé nono, una bebida comparable con el yogurt, una clase de empanada de cordero que en lo particular estaba buena y compré un shuku shuku (bolas de leche de coco) para llevar.
El militar a mi derecha se atragantaba con una sopa de pimienta y una brocheta de carne, comía como si no hubiera un mañana, con una mano empuñaba la cuchara y con la otra el gatillo de la pistola asegurada en la pretina del pantalón.
Luego de pagar regresamos al monstruo gris que cada vez parecía más grande y retomamos el viaje.
Él seguía sin decir algo y esto cada vez era más incómodo.
—Cuando dijiste que era un viaje largo, ¿a que tan largo te referías? —Ya el cielo comenzaba a tornarse rosa y no había rastro de una base militar.
—Un día.
—¡¿Qué?!
—Un día, el viaje es de un día.
Hace una hora había bajado a recargar el tanque con golosina que tenía en una botella, pensé que no había cerca una gasolinera, pero resulta que nada esta cerca... ¡Un día!
—¡Un día!, ¿24 horas? —Solté un fuerte suspiro, debí haber comido más.
—Eso significa un día, linda.

ESTÁS LEYENDO
El Capitán & Yo
AcakChris es un joven soldado que vive la vida al 100%; su fuerte convicción de lo correcto y sus años dedicados al entrenamientos militar lo hacen digno de alabanzas pero su personalidad fuerte, jocosa y despreocupada le provoca un dolor dolor de trase...