🌟/Capítulo 2/🌟

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«Los clichés me buscan y yo me dejo encontrar.»
―Carolina

¿La chica castaña? Esa era yo.

¿La perra de la preparatoria? Sí, también yo.

¿La más deseada por el equipo de Lacrosse? Adivinen.

Bueno, lo cierto es que yo no era exactamente castaña, mi tono era más bien chocolate bastante claro. Pero... las castañas estaban de moda, así que no era yo quien iba a discutir ese punto a los estudiantes que me rodeaban.

En cuanto al punto de perra, bueno, quizá lo fuera un poco. Aunque, a decir verdad, la población estudiantil era bastante exagerada y creadora de grandes historias también. Porque, vamos, ¿tener una larga lista de chicos con los que me había acostado? Eso definitivamente no era cierto. Sí, los había anotado en un papel que, de alguna forma terminó siendo leído por toda la preparatoria de Beacon Hills, pero sólo habían sido dos nombres.

Dos chicos, no más.

No importaba que yo lo desmintiera, ellos seguirían inventando de todas formas. «Carolina es una puta» era la frase más delicada que podía leer en las puertas de los baños femeninos, por no hablar de lo que había escrito en los baños de los hombres. No había entrado allí, si se lo preguntan, sólo eran los rumores.

Aunque había una parte de mí que quería entrar a aquel lugar, lleno de feromonas sexuales, para dejar mi marca. «Aquí estuvo Carolina Kopelioff» escribiría yo misma, con aerosol, en alguna pared. Al menos la gente podría hablar con razón, ¿no?

―¿Carolina? Oye, Carolina.

Sólo cuando alguien me zamarreó del brazo, insistentemente, parpadeé y pude salir de mis pensamientos, los cuales deseaba hacer realidad en breve.

―¿Qué pasa? ―dudé mirando a Katja.

Sí, la única que sacudía a las personas en vez de gritarles en el oído, era ella.

―¿Puedes ayudarme con... esto? Como que, ya sabes, me perdí en la explicación del profesor y no puedo resolver el problema ―explicó apretando sus labios impaciente.

Entonces empujó su cuaderno hacia mí, sin esperar una respuesta de mi parte, y todavía dada vuelta y sentada en el pupitre delante del mío, me miró suplicante.

Resoplé.

―Hay días que preferiría ser menos inteligente ―mascullé antes de coger mi lápiz y comenzar a darle una clase sobre matemáticas a Katja.

¿La perra de la preparatoria enseñando? Inmediatamente, necesitaba dejar de hacerlo. Que mi madre fuese profesora, sumado a mi coeficiente intelectual que sobrepasaba los ciento treinta, era una desventaja con la que corría en mi vida desde que había nacido.

No era mi culpa ser inteligente, mucho menos ser hija de una profesora. Uno no elije a los padres, ¿no?

Lo que sí admitía tener la culpa, era de ser una perra. Ese adjetivo me lo había ganado gracias a un pequeño esfuerzo y a mis ganas de convertirme en la persona que toda chica odiaba.

Había logrado mi objetivo: mis compañeras me odiaban.

Katja también me odiaba, pero bueno... al parecer su orgullo no era tanto, o quizá sus ganas de graduarse eran más fuertes, no estaba segura.

Llevaba unos minutos tratando de meterle en la cabeza una fórmula para resolver el ejercicio que estaba escrito en su hoja, el cual yo había resuelto en menos de dos minutos, cuando el profesor se puso de pie detrás de su escritorio y, dando dos aplausos, reclamó la atención de todos.

Cliché Sobre Tacones [Adaptada] [Aguslina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora