Capítulo Siete

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Se respiraba un ambiente estresante dentro del set, los asistentes de iluminación se movían acomodando las luces, recibiendo indicaciones del fotógrafo, la encargada de vestuario corría de un sitio a otro mientras una maquillista estaba sobre mí, preparándome para el que sería el momento que iba a determinar todo. Era mi última oportunidad, una que no estaba dispuesta a desperdiciar aunque me encontrase aún alterada por todo lo que había pasado con Pablo.

—Debo retocar tu labial.

Asentí nerviosa, reviviendo en mi mente el momento exacto en el que el labial se borró de mis labios. Cerré los ojos percibiendo como el corazón me continuaba latiendo acelerado, las sensaciones que dejó en mi cuerpo esa ardiente caricia, no mermaban a pesar del paso de los minutos.

—¿Está lista, Camila? —gritó el fotógrafo.

—En un momento —respondió la encargada de vestuario, que se acercaba con un collar entre las manos.

—No voy a usar eso —dije al reconocer el accesorio que me ofrecía. Era el mismo collar que había usado la tal Liviana, para sus fotos—. Quiero otro.

—Es el indicado para el concepto de las fotografías.

—No me importa, busca otro. No me pondré ese collar.

Le di la espalda a las dos mujeres que me observaban un poco desconcertadas, necesitaba controlarme por más irritada que me sintiese en ese instante. Respiré hondo, intentando seguir los consejos de relajación que me había dado Mariano. El asunto del collar no era lo único que me estaba irritando, la mirada de Pablo que continuaba dentro del set, no se apartaba de mí. Podía sentir la forma en la que estudiaba cada uno de mis movimientos, de mis gestos, me resultaba agotador enfrentarme a eso.

—Encontré el perfecto para ti —tomé el collar que me ofrecieron y me lo coloqué con cuidado.

Tanto como la encargada de vestuario y la maquillista, hicieron un gesto de desaprobación mientras me contemplaba en el espejo. No me importaba que estuvieran fastidiadas, era su trabajo, debían hacerlo bien.

—Camila, ven.

Acudí al llamado de Víctor que me esperaba con la cámara lista para empezar. Me ubiqué frente a las luces ignorando a Pablo que descaradamente se encontraba sentado a unos pocos metros, observando todo desde primera fila. Asentí cuando me preguntaron si estaba lista, mostrándome segura a pesar del nerviosismo que me recorría.

—¿Quieres algo de tomar, Pablo? —Preguntó una de las asistentes.

Aunque estaba enfocada en ofrecer mis mejores ángulos pude notar la forma en la que era atendido. Parecía que todas las mujeres que se encontraban en el set necesitaban congraciarse con él. Cuando el sonido del obturador de la cámara se volvió más constante comencé a desinhibirme mucho más.

Malas IntencionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora