Epílogo

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Gracias por todo el amor y apoyo que le dieron al final

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Gracias por todo el amor y apoyo que le dieron al final. 

*Dejé una nota al final, leánla.

Nueva York, 01/12/2018

Levanté la barbilla siguiendo la indicación de la fotógrafa que me apuntaba con fascinación. El obturador no paraba de sonar mientras el lente captaba mis mejores ángulos. Silenciando mis pensamientos que se empecinaban en divagar en el momento menos indicado.

La satisfacción que me recorría aumentaba a medida que alternaba poses, tomando la iniciativa y encontrando la aprobación de quien sostenía la cámara y me animaba.

Enfoqué la vista en el lente, ofreciéndole una mirada intensa que fue capturada en ese instante. Me estaba esforzando por proyectar plenitud, después de todo estaba viviendo mi sueño, el que estuvieron a punto de robarme.

Llevaba tres meses viviendo en Nueva York, disfrutando de una buena racha laboral que cada vez me sorprendía más. Mariano había logrado todo lo que me prometió. No solo consiguió una agencia para mí, estaba esforzándose por posicionarme y, consiguiéndolo contra todo pronóstico.

El sonido de los aplausos me sacó el trance en el que me sumergía cada vez que estaba frente a los reflectores. Sonreí percibiendo como la adrenalina se diluía y mi realidad se esforzaba por hacerme daño. Con todo y el trabajo que hacía para que no lo consiguiera.

—Así se hace, mi diosa —susurró Mariano cuando me lo topé en medio del set—. Ven a cambiarte, te tengo una sorpresa.

Lo seguí sin dudar, permitiendo que su mano me guiara hacia el área donde se encontraba el improvisado camerino. Mariano se había ganado mi confianza casi por completo, en esos meses tan difíciles me brindó el apoyo que tanto necesité para retomar mi vida.

—Tengo tu café —anunció Lucy ofreciéndome un vaso— y un pequeño obsequio que espero te guste.

—Gracias, Lucy. No debiste...

—Feliz cumpleaños —me interrumpió.

Me tomó por sorpresa el beso que me ofreció en la mejilla y el regalo que puso en mi mano. No me gustaba abrazarla, hacerlo me recordaba a aquellos días donde lloraba sin poder controlarme entre sus brazos. Lucy me había visto en mi peor momento, por ello sentía una conexión fuerte con ella.

—Gracias, Lucy. Eres muy linda, no como otros, que me tienen trabajando en mi supuesto día especial.

—No digas supuesto, en realidad lo es. No haya nada más agendado. Podríamos salir a cenar, hay muchas cosas que celebrar.

—Mi diosa no irá a cenar a ningún sitio, va a una fiesta de verdad.

—Mariano, no. Estoy cansada.

Como si quisiera huir de una de nuestras tantas y constantes discusiones, Lucy salió dejándonos solos. Pasar tanto tiempo con Mariano estaba siendo complicado. Jamás había compartido techo con una persona tan complicada como yo.

Malas IntencionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora