Capítulo Veintidós

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Me cubrí el rostro con ambas manos para que ninguno de los dos, pudiera ver como sonreía. Estaba derretida, completamente enternecida por la dulzura de Luciana y aquella inusual propuesta. Pese a todo el enojo que sentía hacia Pablo, encontré sumamente especial ese momento. Respiré hondo percibiendo como mis latidos se habían acelerado, me sentía tonta por haberme emocionado tanto.

—Lu —suspiré nerviosa al no saber que decirle—, puedo ser tu tía sin ser la novia de tu tío.

Mi respuesta la dejó pensativa, se acercó un poco a Pablo con quien comenzó a cuchichear como si yo no estuviera ahí.

—No, no puedes ser mi tía si no eres su novia. No hay otra opción, lo tomas o lo dejas, ¿lo dije bien? —le preguntó a Pablo que asintió sonriente.

Quería matarlo por ponerme en esa situación, me sentía acorralada por una niña de seis años con mirada dulce y sonrisa de traviesa.

—Luciana, hay cosas que tú aún no entiendes por qué eres pequeñita, tu tío y yo solo somos amigos...

—Pero tú le gustas mucho. ¿A ti no te gusta él? Míralo, parece un príncipe, es muy lindo —el estúpido golfo sonrió en cuanto las pequeñas manos de Lu sujetaron sus mejillas.

—Lu —bajé el rostro incapaz de seguir viéndolos a ambos, la ternura que me producía la escena hacia imposible que me mostrara seria.

—Te hice un regalo, es un dibujo —explicó buscando algo en los bolsillos de su pantalón rosa—. Son tú y mi tío, pinté los corazones de rosa porque es tu color favorito.

—Voy a matarte —dije sin voz, esperando que Pablo pudiera leer mis labios.

—¿Serás mi tía? No sé vale responder que lo vas a pensar.

—Un sí o un no es todo lo que pedimos —escucharlo intervenir me puso más nerviosa.

El idiota sabía perfectamente lo que estaba haciendo, negarme estaba siendo difícil por la dulzura del gesto. Aparté la mirada de ambos de inmediato, al sentirme incapaz de decir no. Tomé aire una vez más, rehuyendo de los ojitos claros de Luciana que seguían todos mis movimientos. De Pablo no pude escapar, me regaló una de sus sonrisas encantadoras cuando nos vimos fijamente.

—¿Cami, quieres ser mi tía? —insistió, alargó el brazo ofreciéndome su pequeña mano que acepté de inmediato—. Estás helada.

Estaba muerta de nervios pese a lo indiferente que me mostraba. Me encontraba en medio de una disyuntiva compleja. Lo más sensato era decir no, lo sabía perfectamente, no obstante, sentía una enorme necesidad de dejarme llevar por lo que estaba sintiendo. Lu apretó mi mano al mismo tiempo que comenzaba a parpadearme con coquetería, la niña era casi tan astuta como él.

Malas IntencionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora