Ella parecía tan tranquila, tan serena, tan inocente
mientras la llevaba hacia su habitación y la tumbaba
sobre su cama. Ninguna otra mujer —y créeme cuando
digo que había estado con varias— tuvo el mismo efecto que Sofía Claremont
tenía en mí. Era frágil y vulnerable, y a la vez fuerte y resistente. Había
entrado muy recientemente en mi vida, pero se sentía como que la había
conocido durante años.
Era extraño el modo en que me sentía sobre cómo ella me escuchaba y
trataba de despejar mi mente después de mi tempestuosa explosión. Estaba
agradecido, pero al mismo tiempo, estaba enfadado con ella. Dentro de la sala
de música, me había escuchado dar mi pasión por la música. Escuchó hasta
que el agotamiento y el sueño le robaron su atención de mí. Tumbada en el
banco de madera con almohadones dentro de la sala de música, ella era un
festín que observar, con su vestido cubriendo esas largas, pálidas piernas suyas,
sus mechones de cabello rojo en cascada caían por la orilla del banco y sus
labios rosados ligeramente apartados mientras respiraba. Mi estómago se
revolvió simplemente al mirarla, preguntándome en qué estaría pensando que
le permitiera ser tan vulnerable alrededor de una criatura como yo, una que
podría perder el control en cualquier momento y arruinarla completamente.
Pero de alguna forma, dentro, sabía… sabía que nunca podría dañarla
de esa forma, simplemente porque yo nunca sería capaz de perdonarme por
ello. Puede que no tuviera suficiente autocontrol para dejar de alimentarme de
otros, pero con Sofía, no podía permitirme perder el control. Se había
convertido en mi principal vínculo con la humanidad y estaba claro para mí
que su ruina sería mi ruina.
Por tanto, con cuidado la agarré entre mis brazos, totalmente
consciente de la cantidad de piel de su cuello y hombros que estaba expuesta
ante mí y cuánto quería probar un poco de ella. Sin embargo, era fácil para mí
retractarme. Ella se las había arreglado para hacerse muy preciada para mí
incluso como para pensar en la destrucción.
La dejé en la cama redonda cubierta con lino rosa y piel blanca. Había
una sonrisa en mi cara mientras salía de su habitación. Con Sofía, se sentía
como que había encontrado mi brújula. Sabía que mientras la tuviera, tenía a
alguien para mantenerme en el suelo, alguien que dirigiera mi camino. Solo
con Sofía, tenía una razón por la que estar despierto.
No teniendo ninguna deseo —o necesidad— de perderme en el sueño,
volví al salón y descubrí cómo ver las “películas” que me había presentado.
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A la sombra de la sangre. 1.
VampireLa noche del decimoséptimo cumpleaños de Sofía Claremont, ella se adentra en una pesadilla de la que no podrá despertar. Un tranquilo paseo nocturno por de la playa la lleva cara a cara con una criatura pálida y peligrosa que anhela mucho más que su...