Capitulo 16 Derek

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Ella parecía tan tranquila, tan serena, tan inocente

mientras la llevaba hacia su habitación y la tumbaba

sobre su cama. Ninguna otra mujer —y créeme cuando

digo que había estado con varias— tuvo el mismo efecto que Sofía Claremont

tenía en mí. Era frágil y vulnerable, y a la vez fuerte y resistente. Había

entrado muy recientemente en mi vida, pero se sentía como que la había

conocido durante años.

Era extraño el modo en que me sentía sobre cómo ella me escuchaba y

trataba de despejar mi mente después de mi tempestuosa explosión. Estaba

agradecido, pero al mismo tiempo, estaba enfadado con ella. Dentro de la sala

de música, me había escuchado dar mi pasión por la música. Escuchó hasta

que el agotamiento y el sueño le robaron su atención de mí. Tumbada en el

banco de madera con almohadones dentro de la sala de música, ella era un

festín que observar, con su vestido cubriendo esas largas, pálidas piernas suyas,

sus mechones de cabello rojo en cascada caían por la orilla del banco y sus

labios rosados ligeramente apartados mientras respiraba. Mi estómago se

revolvió simplemente al mirarla, preguntándome en qué estaría pensando que

le permitiera ser tan vulnerable alrededor de una criatura como yo, una que

podría perder el control en cualquier momento y arruinarla completamente.

Pero de alguna forma, dentro, sabía… sabía que nunca podría dañarla

de esa forma, simplemente porque yo nunca sería capaz de perdonarme por

ello. Puede que no tuviera suficiente autocontrol para dejar de alimentarme de

otros, pero con Sofía, no podía permitirme perder el control. Se había

convertido en mi principal vínculo con la humanidad y estaba claro para mí

que su ruina sería mi ruina.

Por tanto, con cuidado la agarré entre mis brazos, totalmente

consciente de la cantidad de piel de su cuello y hombros que estaba expuesta

ante mí y cuánto quería probar un poco de ella. Sin embargo, era fácil para mí

retractarme. Ella se las había arreglado para hacerse muy preciada para mí

incluso como para pensar en la destrucción.

La dejé en la cama redonda cubierta con lino rosa y piel blanca. Había

una sonrisa en mi cara mientras salía de su habitación. Con Sofía, se sentía

como que había encontrado mi brújula. Sabía que mientras la tuviera, tenía a

alguien para mantenerme en el suelo, alguien que dirigiera mi camino. Solo

con Sofía, tenía una razón por la que estar despierto.

No teniendo ninguna deseo —o necesidad— de perderme en el sueño,

volví al salón y descubrí cómo ver las “películas” que me había presentado.

A la sombra de la sangre. 1.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora