Ese momento en la Habitación del Sol me tenía hechizado
mientras la observaba dormir a mi lado. Ella se apartó
cuando intenté besarla. Si hubiera sido cualquier otra
mujer, no habría dudado en forzarla a mi manera para conseguir ese beso de
todas formas. Pero era Sofía. No era cualquier mujer.
Quería que me quisiera, pero después de todo lo que ella había visto,
después de todo por lo que había pasado, no podía culparla por rehuir de mí.
Lo entendía, pero eso no cambiaba lo doloroso que se sentía.
Se removió en la cama, su manta siendo lanzada a un lado, mostrando
una cantidad generosa de la piel de sus suaves piernas. Mi vientre se apretó y
tragué saliva con fuerza. Las noches con Sofía eran prácticamente una tortura.
Tenerla allí, hermosa y tan malditamente cerca de mí, siempre me recordaba
cuánto la quería. Su pijama casi siempre se desplazaba mostrando parte de su
cuello y hombro, prácticamente rogándome que la moridera.
Me levanté de la cama, inseguro de mí mismo y lo que estaba
sintiendo por ella. Me hacía sentir enfermo pensar en el peligro que ella estaba
enfrentando. El asesino de Gwen seguía sin ser encontrado, aunque mis
instintos me decían que sabía quién era. No podía soportar admitirlo. El
familiar sentimiento enfermizo se instaló en mi estómago mientras caminaba
hacia los ventanales que llevaban al balcón cuya magnífica vista daba al
Pabellón. La noche estaba tan negra como un cuervo, ningún rastro de los
rayos de la luna por ninguna parte. Me sentí tan sombrío como la noche.
Recordé ver a Lucas más temprano ese día susurrándole algo en el oído
a Sofía. Noté como el cuerpo de ella se tensó y cómo obviamente intentó
contener su ira. No hice nada al respecto. Fingí como si no hubiera visto nada.
Cuando Sofía se acercó a mí, actuó de la misma manera que yo. Como
si nada acabara de pasar. Ella sonrió y tomó mi mano. Me dijo que tenía una
sorpresa para mí. Su cabello rojo fuego y su radiante sonrisa, me recordaban
más al sol de lo que la propia habitación jamás podría.
—¿Derek? —ronroneó Sofía detrás de mí—. ¿Alguna vez duermes?
Negué con la cabeza a la vez que me daba la vuelta.
—No tanto como tú. —Me quedé sin aliento por lo impresionante que
se veía con esos profundos ojos verdes fijos en mí. Me sentí como un niño
hablando con su primer enamoramiento por primera vez. Sofía siempre
conseguía hacerme sentir trastornado.
A medida que me acercaba a ella, una expresión pensativa reemplazó
la sonrisa de su cara. Me senté en el borde de la cama y froté su cadera con
una mano.
—Oye… ¿pasa algo malo?
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A la sombra de la sangre. 1.
VampiroLa noche del decimoséptimo cumpleaños de Sofía Claremont, ella se adentra en una pesadilla de la que no podrá despertar. Un tranquilo paseo nocturno por de la playa la lleva cara a cara con una criatura pálida y peligrosa que anhela mucho más que su...