Capítulo 15

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—Entonces —Kenya plantó sus manos sobre la mesa y cerró los ojos para concentrarse —La función de los neutrones es formar parte del átomo y su masa junto a los protones y, equilibrar las cargas de los protones y electrones —Elevé mis manos al cielo con alegría.

—¡Por fin!, ¡Sí, logras entenderlo! —Kenya cerró el libro frente a ella y se dejó caer contra el respaldo de la vieja silla.

Al final habíamos acudido a la biblioteca para estudiar.

Entendía las razones para que a Kenya no le gustara este lugar, era oscuro, más de lo usual, y había un intenso olor a humedad por toda la enorme estancia.

Hacía muchísimo frío ya que al parecer aquí no conocían lo que es la calefacción, y para colmo, la chica que atiende la zona de préstamos y da justo a la entrada, era su ex.

Me sorprendió verla, pues por alguna razón la había imaginado rubia y de ojos claros, aunque no tuviera razones para ello. Y sin embargo me encontré con una chica asiática, de piel perfecta y color porcelana, de ojos casi negros y sonrisa encantadora.

Jamás la había visto antes, luego Kenya me dejó saber que ella vivía en un pueblo cercano, simplemente venía aquí a trabajar por las tardes.

—Odio esto, no va a servirme de nada en la vida —Gruñó la morena mientras ambas comenzamos a recoger nuestras cosas.

Miré la hora en mi reloj de muñeca, estaban por dar las diez de la noche.

No tenía prisa, pues había avisado que quizás cenaría fuera tras estudiar.

—Todo depende de a lo que te vayas a dedicar —Respondí colgando mi mochila sobre mi hombro, ella hizo lo mismo.

Tomamos los libros prestados y acudimos al pasillo correspondiente para devolverlos.

—No creo que los neutrones sean muy importantes en el diseño y la confección de ropa. No sé, solo supongo —Reí, Kenya quería convertirse en una gran diseñadora, y la verdad no dudaba en que lo lograría.

Ella misma me había enseñado algunos de los bocetos de sus diseños, eran realmente buenos y no hablemos de su buen gusto al vestir. No lucía como una persona de un pueblo perdido de Dios, ella es lo que se esperaría de una auténtica chica de New York.

Siempre lucía increíble.

—Y tú, ¿a qué te quieres dedicar? —Preguntó y miré nerviosa al suelo.

—Aún no lo sé —Murmuré, escuché un pequeño grito agudo de su parte.

—Oh, pero estamos en el último año, deberías decidirte por algo —Rodé los ojos, siempre respondían lo mismo.

—Lo sé, y eso me estresa. Pero quiero dedicarme a algo que verdaderamente me guste, lo único malo es que aún no he encontrado eso —Kenya se encaramó a mi brazo después de colocar el último libro en su lugar.

—¿Has pensado en algo relacionado con la literatura? Te gusta leer y escribir, además eres buena en ello —Alcé los hombros y suspiré.

—No lo sé, solo tengo que tomarme el tiempo de pensarlo. El último año fue un poco ajetreado como para pensar en eso —Ella asintió.

Aún no les había contado sobre porque no conocían a mi madre ni a mi hermana, si del accidente, pero no me sentía capaz de decirles todo, aún no. Aunque comenzaba a pensar que lo sabían, realmente no me importaba si lo descubrían ellos mismos. Aun así, agradecia que no preguntaran al respecto.

—Adiós —Se despidió Kenya de la chica asiática, no había preguntado por su nombre.

Siendo sincera no creo que tuviera que saberlo.

Yo me limité a dar una pequeña sonrisa.

Ambas temblamos y aferramos las bufandas a nuestros cuellos cuando el gélido aire del exterior nos golpeó el rostro.

—Bueno, gracias por ayudarme. No sé cuáles serían mis notas sin ti Ely —Sonreí y respondí a su abrazo.

—No es nada. Ve con cuidado —Ella asintió y cada una fue en dirección a su casa, es decir direcciones contrarias.

La biblioteca quedaba al final de la larga avenida, por lo que solo tenía que caminar recto hasta la gasolinera y después girar en un par de calles más para llegar a casa.

Saqué mis auriculares y lo conecté a mi teléfono, con suerte podría escuchar un par de canciones antes de llegar.

La voz de la cantante comenzó a sonar junto a una suave melodía, la canción hablaba sobre la persona que significaba el mundo para ella, y como lo había perdido, como los hechos no se podían cambiar y como el tiempo no podía retroceder.

Muchas veces me gustaría hacerlo, quizás para poder evitar aquella discusión, poder abrazar a mi madre una vez más, o molestar de nuevo a Jessica con bromas estúpidas.

Seguía mi camino de manera tranquila cuando frente a mí se abrió una puerta y un cuerpo fue expulsado por ella, cayendo al suelo de golpe.

—¡NO VUELVAS AQUÍ! —La puerta volvió a cerrarse con un golpe sordo.

Arranque los auriculares de mis orejas y me acerqué a la persona en el suelo preocupada, podría haberse hecho daño.

—Oye ¿Estás bien? ¿Te has hecho daño? —Cuando su rostro me miró no pude evitar sorprenderme.

—¡Elisse! —Exclamó un muy feliz y golpeado Ashton —¡Hola!

Me levanté y él quiso hacer lo mismo, pero en su intento volvió a caerse.

Estaba completamente borracho.

—¿Cómo es qué te han dejado beber? Eres menor —Me agaché de nuevo, lo ayudé a ponerse en pie y sujeté su cuerpo contra una de las grandes farolas.

—Tengo mis trucos ¿Tú no? ¿Eres una santita? Beber es para mayores como yo —Rodé los ojos y miré a los lados.

Aún estaba lejos de casa y no podía dejarlo en este estado caminado solo por la congelada calle borracho como una cuba.

—Ven, necesitamos bajarte eso antes de llamar a tu hermano —Pasé uno de sus brazos sobre mi cuello, y aunque fuera más alto casi lo arrastraba conmigo.

Caminé con él por la avenida hasta ver el letrero reflectante de una cafetería que para nuestra suerte, aún seguía abierta.

—¡Eres muy guapa! Pero eres antipática, eso te hace fea —Rodé los ojos, no lo golpearía simplemente porque no sabe de qué mierdas habla —Tu pelo parece chocolate de fresa —Sentí como tomaba un mechón y tomaba una profunda inspiración, oliéndolo.

—Y huele a chocolate¿Puedo probarlo? —Di un rápido golpe a su mano antes de que su lengua tocara mi cabello, lo mire seriamente.

—¡No! Ahora entra. Necesitas un café —Mientras yo sostenía la puerta él entró dando tumbos.

—¡Hola! —Saludó con un grito a la señora que atendía el lugar.

Los pocos clientes que aún estaban en el lugar nos miraron molestos.

Volví a tomar su brazo y lo senté en una de las mesas del fondo del lugar, allí casi no había nadie.

—Quédate aquí, y no grites, por favor —Supliqué, él asintió y me dio un pulgar hacia arriba.

Sonreí ante eso, lucía como un niño pequeño.

Ese pequeño me hizo reír, quizás esta noche, podría conocer a otro Ashton Evans, uno con suerte, mucho más amable. 





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Llamas #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora