Cap 14

1.3K 60 11
                                    

 esta historia ya está llegando a su fin, faltan sólo 4 cap más... disfruten.


Cuando Yulia se levantó al día siguiente, el sol brillaba en el horizonte. Lena estaba sentada en la cama a su lado, leyendo una revista, con una naturalidad pasmosa, como si llevara haciendo aquello años.
Tenía los rizos despeinados, y el maquillaje de los ojos un poco corrido. Pero estaba extremadamente atractiva, pensó ella, con un cosquilleo en las venas.
¡Al fin y al cabo ella nunca había podido resistirse a las mujeres seductoras!
—¿Sabes una cosa? —le dijo la pecosa alzando la cabeza por encima del borde de la revista—. Ganó. La apuesta que me hiciste jugar antes de irnos de las carreras ayer. ¡Veinte a uno además! ¿Qué te parece si vamos hoy a comprarte un coche nuevo?
—¡No seas tonta! —dijo ella bostezando—. Con una apuesta no se puede comprar un coche. A no ser que tú hayas apostado dos billetes de mil dólares.
—Lo siento. Sólo aposté uno.
—Un dólar. ¡Ja! ¡Ja! ¿Qué estás pensando comprarme? ¿Un coche de juguete?
—No. Un Nissan deportivo te iría bien. Con una línea roja en el costado. Venga. Vamos.
—¿Qué? —ella se sentó en la cama sin darse cuenta de que estaba desnuda—. Te has vuelto loca, ¿no? —le dijo ella, mientras se estiraba la sábana para taparse—. ¿O has tomado drogas? ¿Es eso? ¿Qué has tomado?
—Lo único que me droga eres tú, querida —le contestó, y se inclinó para besarla—. No voy a soportar que mi más preciada chica ande por ahí con su madre en una peligrosa y destartalada chatarra ¿no?
Yulia negaba con la cabeza.
—Ahora sé que estás loca. Y no puedo aprovecharme de alguien que tiene una demencia temporal.
—¿Por qué no?
Después de hacer aquel comentario, Lena se puso de pie y fue hacia el cuarto de baño.
—Ven, Yulia. El vendedor nos está esperando. No aposté un dólar al caballo, sino mil dólares.
—¡Mil dólares! —Yulia se levantó de la cama la siguió—. ¿Qué diablos haces, apostando tanto dinero a un caballo?
—Ganar —respondió ella con una sonrisa pícara.
—Pero... pero no vas a ganar siempre, Lena —le dijo ella preocupada—. Tarde o temprano empezarás a perder. Nadie gana siempre.
La sonrisa se borró del rostro de Lena cuando la metió a la ducha con ella.
—¿Es que crees que no lo sé? Mira, ahora estoy ganando. Y eso me hace muy feliz. Me preocuparé de estar perdiendo cuando esté perdiendo, ¿te parece?
Ella la miró poco convencida.
—Toma —le dijo la pecosa levantándole un brazo para depositar el jabón en la palma de la mano—. Sé útil, querida. La última vez te bañé yo. Ahora te toca a ti.
Lena le compró un deportivo Pulsar con una línea roja a los lados, e incluso con calefacción. Yulia todavía no podía creerlo. Iba detrás de Lena en su coche nuevo rumbo a casa. Su madre también estaba impresionada.
—¡Qué suerte tienes, Yulia, con una mujer tan generosa como Lena! Es tan amable, se nota que te adora. Pero siempre te adoró. Nunca vi a una chica tan embobada contigo cuando ibais al colegio. Siempre sentí pena por ella por quererte tanto, porque pensaba que tú nunca te fijarías en ella —dijo Larissa.
Lo que no sabía su madre era que Lena ya no era la misma.
Ahora era una mujer, y no una adolescente embobada con ella. Su amabilidad y generosidad de esos días tenían un precio, pensó ella, recordando la ropa que le había comprado. Y ahora aquel coche de regalo.
¿Tendría que pagarle de algún modo?
—Por cierto, no he querido decírtelo delante de Lena, pero ayer te llamó esa tal Daria cuando no estabas en casa. Me alegré de poder decirle que habías ido a las carreras con tu esposa. ¡Se quedó muda!
Yulia frunció el ceño. En realidad no le importaba que Daria pensara que ella se había casado con Lena. Pero en el futuro pondría el contestador automático cuando ellas estuvieran fuera y se quedara su madre. Si no, alguna llamada podría hacer sospechar a su madre.
¿Y si se le ocurría a alguien ir de visita aquella semana? La hermana de Lena iba por allí de vez en cuando. Afortunadamente, había ido a la costa a visitar a sus padres, que por suerte, se habían ido a vivir allí, lejos de Moscú, desde que se habían jubilado. Sería mejor que le dijera a Lena que los llamara para evitar cualquier llamada inoportuna.
Yulia iba pensando en todos los detalles que tendría que tener en cuenta para que su madre no las descubriese, cuando un pequeño perro se le cruzó en el camino. Quiso esquivarlo, y en la maniobra casi se chocó con un coche que iba en sentido contrario. Clavó los frenos, pero no pudo evitar golpearlo. Se apartó a un lado de la carretera. Apagó el motor. Le temblaban las manos. Temía ver lo que había pasado.
—Quédate en el coche, mamá —le ordenó, fingiendo un control sobre sí misma que en realidad no sentía.
Había sido peor de lo que pensaba.
El perro estaba inmóvil, tirado en la calzada, con la cara a un lado, las patas de atrás torcidas y cubierto de sangre. Yulia se inclinó para verlo mejor. El perrito no tenía collar, y no se movía.
Se inclinó para tocarlo suavemente. Pensó que estaba muerto.
«Lo he matado», pensó. «Soy una asesina».
Se puso de pie y desvió la mirada del lugar. Lena, que debía de haber visto lo que había pasado por el espejo retrovisor, se acercó a ella.
—¿Qué ha pasado? ¡Has estado a punto de chocar con un coche! ¡Dios mío, Yulia! ¡Me has dado un susto de muerte! Por un momento pensé, yo... ¡Dios santo! ¡Estás blanca como una pared! ¡Oh, querida! ¡No llores! —le dijo, y la apretó contra ella—. Venga, vamos... —la consoló, acariciándole el pelo y meciéndola—. No llores. Un error lo puede tener cualquiera...
—Pero no fue un error. No estaba concentrada. Estaba pensando en mi coche nuevo y... y otras cosas, y entonces... y entonces apareció... y yo... yo... ¡Oh, Lena, lo he matado! —sollozó Yulia y hundió su cara en el pecho de la pecosa.
—¿Qué es lo que has matado?
—A ese pobre perro —se apartó de ella para señalarle al animal ensangrentado.
En ese momento el animal levantó la cabeza.
—¡Está vivo! —Yulia se soltó de su abrazo.
Corrió hacia el animal y se arrodilló. Le acarició la cabeza; estaba muy asustado.
—¡Lena, mira! ¡Está vivo! ¡Mira, no lo he matado!
Lena la estaba mirando con una sonrisa pícara.
—Ya veo. Supongo que quieres que lo lleve al veterinario ahora, y que pague todas las facturas. Y luego me lo encontraré en casa.
—Bueno, no tiene collar, Lena. Y está tan sucio... Si tiene dueño, seguramente no lo están buscando. Yo misma puedo pagar las facturas del veterinario, si tú me ayudas a llevarlo. No soy tan pobre. Ya te he pagado casi todo lo que te debía de mi viaje a Escocia...
En ese momento, se acercó la madre de Yulia.
—¿Qué ocurre? —preguntó. E inmediatamente vio al perro.
—¡Oh, pobrecito!
—Lena lo va a llevar al veterinario. ¿No es verdad, Lena? —le imploró Yulia.
—Por supuesto —contestó Lena, agachándose al lado de ella, y poniéndole suavemente una mano en el brazo—. ¿Has pensado acaso que no lo haría?
Yulia sintió ganas de llorar. Por un momento pensó que la nueva Lena no tendría corazón ni siquiera para eso. Pero ahora se daba cuenta de que en el fondo todavía tenía sensibilidad. Aún era alguien con quien podía contar. Se sintió terriblemente aliviada. Se inclinó hacia ella y le dio un beso en la mejilla.
—Gracias —susurró.
Lena no dijo nada, simplemente le apretó el brazo afectuosamente.
—Tengo una manta en el maletero. Quedaos con el perro mientras voy a buscarla.
—Parece un terrier o algo así —comentó su madre—. Es un perrito muy bonito.
—Me lo voy a quedar, si se mejora —decidió Yulia, intentando no llorar.
—No puedes tener un perro en un piso, Yulia —dijo su madre con ese sentido práctico que le daba su sangre escocesa—. Sé razonable.
—Entonces me iré a vivir a una casa —contestó Yulia, con cabezonería.
—¿No crees que deberías consultarlo con Lena?
—¿Sobre qué tengo que opinar? —preguntó Lena al acercarse a ellas.
Se arrodilló y expandió la manta al lado del animal herido.
—Tu mujer quiere irse a vivir a una casa para po¬der quedarse con el perro —comenzó a decir Larissa, ignorando la mirada de advertencia de su hija—. En realidad, estoy de acuerdo con ella, no tanto por el perro, como por los niños. Un piso no es un buen sitio para fundar una familia, aunque sea muy bonito —dijo la madre de Yulia, y esperó que Lena dijera algo.
Lena estaba concentrada en la tarea de mover al perrito.
—¿Sabes? Yulia siempre ha dicho que no sería una buena madre. Pero no es así. Mi hija tiene un gran instinto maternal. Es por ello por lo que siempre ha sido una amante de los animales. Creo que puede ser una madre maravillosa. ¿No crees, Lena?
Yulia se dio cuenta de que Lena miraba a su madre con escepticismo.
—Estoy segura de que conocerá a su hija mejor que nadie, Larissa —contestó mientras envolvía al perro en la manta y lo levantaba—. Pero le aconsejo que no ponga su mira en ser abuela. Yulia es muy cabezota, y ella no se ve en el papel de madre todavía.
Yulia estaba de acuerdo con Lena.
Sin embargo no pudo evitar recordar que la otra noche habían hecho el amor sin usar ningún método de protección. Pero era casi imposible que se quedara embarazada, así que no valía la pena preocuparse por ello. Cualquier día aparecería el periodo. Y si no, bueno... ya se preocuparía cuando pasara eso.
—Mamá, eres una suegra muy entrometida... —le dijo Yulia, aunque le daba pena su madre.
Larissa siempre había querido una familia numerosa, pero no había tenido la suerte de tenerla. Y su única hija no le daría la satisfacción de tener muchos nietos. Como mucho le daría un nieto en un futuro lejano.
Yulia se sintió mal por ello, pero no podía hacer nada para cambiar la situación. No era culpa suya su problema hormonal. Igual que su madre, ella no iba a poder ser una madre prolífica, al parecer.
—Lena, ¿quieres que te acompañemos al veterinario? —le preguntó—. Necesitarás que alguien te tenga el perro mientras conduces...
—No, no hace falta. Lo pondré en el asiento del copiloto. Puedo echarle un ojo. Os sugiero que volváis a casa, si estás en condiciones de conducir, por supuesto.
—No hay problema. Estamos bastante cerca de casa. Me lo tomaré con calma.
—Eso es lo que debes hacer.
—Lena...
—¿Qué?
—¡Oh, nada! —Yulia iba a darle las gracias otra vez, pero iba a quedar un poco mal delante de su madre—. Te veremos luego.
—Es posible que tarde un poco —le advirtió la pelirroja.
—Iré preparando la cena. ¿Te apetece comer algo en especial?
—Ya sabes, me gusta todo lo que cocinas, Yulia. Será mejor que lleve a este perro al hospital ahora, o se morirá en mis brazos, y entonces me echaréis la culpa.
Una vez en el coche, su madre le comentó:
—Lena y tú tenéis una relación estupenda. El que fueseis amigas durante tanto tiempo antes debe de haber sido fundamental.
Yulia sintió el deseo de decirle la verdad a su madre. No era todo tan perfecto como ella pensaba. ¿Qué habría dicho de saber que Lena le había hecho perder su virginidad a los diecisiete años? Larissa siempre había pensado que Lena era una chica tan buena... Pero no tenía sentido contarle esa parte de la historia.
—Tenemos nuestros problemas, mamá. No te creas lo que dijo de esa tal Katia. Seguro que se acostó con ella.
—No. No lo creo. ¡Tu Lena te ama tanto, mi niña! Seguramente sólo quería ponerte celosa con esa fulana, como ella misma te dijo.
¡No sabía bien su madre lo que le gustaban las fulanas de ese tipo a Lena ¡Si la hubiera visto el día de las carreras!
—Como tú con esa Daria —siguió su madre—. Te conozco bien para saber que serías incapaz de serle infiel a Lena, cariño. Si eres la chica más fiel que conozco, cuando amas de verdad. En el pasado, has cometido errores, pero ahora me doy cuenta de que amas a Lena tanto como ella a tí.
Yulia tragó saliva. Tuvo ganas de llorar nuevamente.
—Supongo, mamá. Pero no digas nada más sobre bebés, por favor. No puedo pensar en eso en este momento en que mi matrimonio se tambalea. Tener un hijo sería lo peor que podría hacer en este momento.
—Tu matrimonio, mi pequeña, es sólido como una roca —dijo su madre con irritante certeza.
Yulia casi se rio.
—¿Cómo puedes decir eso? Hace dos días mi esposa estaba con otra.
—Te lo digo yo.
—¿Es un sexto sentido el que te lo dice?
—El sentido común, simplemente.
—Lo que quieras, mamá —dijo Yulia.
¡Gracias a Dios que sólo estaría con ellas quince días! Yulia quería mucho a su madre, ¡pero la quería aún más estando lejos!

Engañando al amor (t.A.T.u Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora