Epílogo

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Sé que con lo anterior les quedó algo inconcluso así que bueno, aquí les dejo el epílogo para que entiendan mejor. 

Era una mañana cálida de noviembre. Yulia salió de la casa y caminó a lo largo del jardín trasero sobre la alfombra roja puesta para la ocasión.

Lena pensó que nunca la había visto tan hermosa, tan radiante. Su tradicional traje de novia era muy elegante: de seda, la falda recta, y un escote amplio que dejaba sus hombros al descubierto.

El tener un bebé había hecho que el cuerpo de Yulia madurase en cierto modo.

No llevaba velo. Unas trenzas negras cubrían su espalda. Las adornaban delicadas florecitas blancas en las puntas. La gargantilla y los pendientes de perlas que la pecosa le había regalado para la boda lucían sobre su piel bronceada.

Y más valía que así fuera, pensó Lena, porque le habían costado todas las ganancias de aquel año. Unos treinta mil dólares.

Yulia no tenía idea de cuánto había gastado. Ni cuánto jugaba. De saberlo se habría preocupado. Pero Lena sabía lo que estaba haciendo, y para ella era un placer poder hacerle un regalo tan lujoso y caro en un día como aquél.

Pero tal vez fuera hora de dejar un poco el juego, sobre todo las carreras. Cada vez era más difícil ganar, y sinceramente, le llevaba demasiado tiempo.

Tal vez dejase el casino también. Después de todo, ya no le hacía falta ganar más dinero, puesto que acababa de aceptar el ofrecimiento de un trabajo en la universidad de Brisbane, lo que suponía un aumento considerable en prestigio y en sueldo. Le daban la casa también, por lo tanto podría alquilar la casa de Moscú mientras estuvieran viviendo allí.

Yulia estaba muy excitada con la mudanza. A ella le encantaban los sitios nuevos y las nuevas «aventuras».

Yulia...

¡Dios Santo! ¡Cómo la amaba! Más que nunca. Porque ahora estaba segura de que ella la amaba también, y de que su amor duraría hasta la eternidad. Aquel día de su boda con Yulia sería el más feliz de su vida, sin contar el día en que había nacido su hija, por supuesto.

Lena miró de reojo hacia donde estaba Vicka, una bebé de quince meses sentada al lado de su abuela en la primera fila de sillas, abrazado al cuello de Lucky.

Lena los miró. Eran inseparables.

Una tarde, hacía un par de meses, casi se destornilló de risa cuando vio que el perro se instalaba en la cuna del niño para dormir la siesta junto a su pequeño amo. Pero cada vez que había querido quitar al perro la niña se había puesto a chillar.

Finalmente el perro y la niña se salieron con la suya. Eso sí, ningún perro estaba tan desparasitado y limpio como Lucky.

Lena le sonrió a su hija, y ésta le devolvió el gesto con una sonrisa pícara. Se parecía más a Yulia que a ella. ¿Qué haría cuando llegara a los temidos dos años? Lena temblaba al pensarlo.

—Se supone que tienes que mirar a la novia —le dijo Yulia en voz baja cuando llegó a su lado.

—Estoy echando un ojo a tu hija —le contestó—. Viendo cómo se porta.

—¿Por qué la llamas mi hija cuando quieres ver si se porta bien? —sonrió Yulia.

Y al mirarla, Yulia se dio cuenta de que nunca había estado tan elegante y bella, tan adorable. Se puso en puntillas y la besó.

—¡Eh! —protestó la pecosa—. Eso se supone que viene luego.

Ella se rió.

—Lo mismo pasa con los hijos.

Engañando al amor (t.A.T.u Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora