—Patético —comentó Stefanía riendo y los sonidos parecieron recorrer las calles vacías como si los grandes edificios a oscuras actuarán de amplificadores.
—No... bueno, quizás si fue un poco patético. Pero en ese momento me pareció lo más incómodo del mundo. ¿Quién te dice "es verdad, te fui infiel" y luego te suelta un "pero te amo"? —. Melissa movía los brazos y gesticulaba como si estuviera actuando para una película muda.
—Además ¿quién te dice "te fui infiel"? ¿qué pasó? ¿de repente te vino la formalidad? —Melissa rió cuando tras decir eso su amiga imitó una voz gruesa y torpe para decir: —El lenguaje no se mancha, podre ser un cagador pero nunca un mal hablado —.
—Por si fuera poco el día anterior me había dicho que le gustaría vivir conmigo en un futuro, ¿entendes? —Melissa miró a su amiga abriendo los ojos y juntando los labios al tiempo que levantaba un poco los hombros pues recordar aquello todavía la descolocaba.
—Hay Mel, que paciencia. Yo le hubiera dado el número del psiquiatra después de una buena patada en... esperá —Stefanía se detuvo. Melissa pudo ver como sus mejillas se inflaban un poquito y segundo después se desinflaban. Su cara se ponía roja de repente como si su vestido negro se le hubiera rasgado frente a un grupo de jóvenes.
—¿Todo bien? —preguntó Melissa sabiendo lo que vendría y deseando que no sucediera. Así fue. Su amiga abrió las piernas en un intento de no vomitarse en las caras botas de cuero que había comprado sólo para esa noche. El líquido de un color blancuzco como la leche tibia cayó al suelo formando un charco. Melissa apartó la vista pues aquella visión hacía que se sintiera mareada.
—Que asco —comentó por lo bajo escuchando sonido a goteo que hacia el vomito al caer al suelo y juzgó que en verdad imaginarla haciendo eso era peor que verla.
Intentó distraerse pero no había mucho en qué centrar su atención. <<Menos mal>> pensó reconociendo que al menos odiaría que la gente la viera junto a la borracha que descargaba la cena en plena vereda. Al comenzar a sentirse mareada se mentalizó que debía respirar, eso la ayudaría. <<Despacio>> se dijo, <<la respiración es la llave>> y mientras inflamaba su pecho repetía ese mantra de sus clases de yoga. La respiración es la llave de la calma y el control.
La noche era fría y silenciosa, típica de esas zonas donde la edad del habitante promedio pasaba de los cincuenta y tantos años. Eran casi las tres de la mañana por lo que Melissa supuso que la mayoría estaría durmiendo hace horas.
Miró entonces al lugar que solía observar cuando necesitaba una distracción y se quedó así contemplando el cielo estrellado. Puntos blancos brillantes como pequeños diamantes daban forma a esas ilusiones ópticas donde si mirabas un punto fijamente te parecía que los otros se estaban moviendo o brillando o creciendo de tamaño.
Quería abarcarlo todo con la mirada y fracasaba rotundamente, era esa la maravilla de aquel cielo.
—Ya pasó —escuchó que decía una voz a los pocos minutos.
—Nunca voy a entender para que tomas si después no aguantas. —comentó Melissa con cierto tono cortante volviéndose para mirar a su amiga. Esta se pasaba una mano por los labios y se limpiaba en el vestido. Melissa arrugó un poco el gesto frente a esa imagen.
—El lunes lo dejo —fue la respuesta de su amiga y entonces ambas reanudaron la marcha por la silenciosa vereda. Pasaron al lado de un indigente que dormía contra un muro bajo, envuelto en sábanas y ropas viejas que cubrían su cuerpo completamente para protegerlo del frío. A simple vista podría haber sido un cadáver en la morgue tirado en la vereda, sin embargo ninguna se percató de su presencia y continuaron con la charla sobre la infidelidad del novio, o ex novio, de Melissa y como esta lo venía sospechando desde hacía tiempo.
—A veces pienso que la mente de los hombres no está hecha para responder a la pregunta ¿hay otra mujer? Cuando le mostré los mensajes que había visto, no sabia que decirme. Te juro, parecía un pescado afuera del agua, abría y cerraba la boca y miraba para todos lados. Entró como en cortocircuito —.
—¿Sabes lo que tendríamos que haber hecho? —preguntó entonces Stefania sonriendo.
—¿Que?
—El flaco alto y el rubio de la fiesta. Nos tendríamos que haber ido con ellos y estarla pasando bien ahora mismo.—. Melissa recordó a los muchachos, les habían invitado unos tragos y la charla no había sido mala tampoco, algo simple pero no del todo aburrida. El mas alto de los dos creía que le había comentado que era escritor o algo así.
—Pero que decís borracha, si fuiste vos la que no se quiso ir con ellos. Repetías que tenias que madrugar y que ya era tarde y no se que. ¿No te acordas? —. Stefania la miró mientras fruncía el ceño para memorizar.
—Uy, es verdad. Pero igual, la próxima vez no me hagas caso Mel —respondió entonces y lanzó una risotada al aire que se perdió entre las callejuelas poco iluminadas de la zona residencial.
Melissa no respondió. Un poco se arrepentía de no haberse ido con nadie esa noche y mientras el aire frió le recorría las piernas firmes bajo el vestido rojo se repetía que debió haber insistido un poco más. Eran dos chicas de veintiséis años divirtiéndose un jueves por la noche, pero no seria así por siempre y en cuanto se graduaran en medicina, era probable que su tiempo fuera aun más limitado.
Mirando al piso, suspiró.
—De paso, y cambiando un poco de tema. Sobre eso de madrugar, me hiciste acuerdo. Este lunes tengo que ir al hospital de mañana a sacarme sangre para el carnet de salud. Me da un poco de cosa ir sola...¿tenes algo que hacer? —comentó Stefania como al pasar.
—Sí, estoy a full. Si fuera por mi te acompañaba —mintió Melissa —aunque odio los hospitales y me dan diez infartos si veo que a alguien le sacan sangre, igual iba. Pero tengo que ir al bautismo de mi ahijado, Gustavo, ¿te acordas que te comenté? —preguntó intentando que la borrachera de su amiga le impidiera recordar correctamente que ella jamás había mencionado a ningún Gustavo. <<Perdón amiga, pero tengo algo que no pienso suspender".
—Ahh, si, si, creo que algo me habías dicho. Bueno no pasa nada. Conseguiré a alguien más para que vaya conmigo —. Stefania se tambaleó un poco y estuvo a punto de caer. Debió detenerse en la vereda y sujetarse a una de las columnas de luz que tenía a mano.
—¿Otra vez? —preguntó Melissa intentando ver si debía desviar la mirada y deseando llegar de una vez a su casa y dejar que su amiga continuara con su camino.
—No, ya estoy bien. Fue solo un mareo. Ya lo dije, no tomo más —fue su comentario al reanudar la marcha y una sonrisa tonta se formó en su rostro, como si este fuera consciente de las muchas veces que había dicho esa frase antes.
Un camión veloz que circulaba por la calle dobló la esquina ignorando el semáforo en rojo y Melissa comenzó a repetir en su mente "que no digan nada, que no digan nada" tras percatarse de quienes iban sobre el.
—¡Chau mamita! —escucharon las jóvenes que les gritaban desde el camión. Frase que acompañaron con algunos toques de la bocina, más gritos y algunos aullidos como una especie de manada de perros salvajes.
Stefania levantó el dedo del medio y los apuntó hasta que se alejaron por la solitaria calle y no llegó a gritar ningún insulto pues su amiga le apretó el brazo con firmeza. No quería problemas, y menos con esos tipos a los que conocía, puesto que llevaban trabajando desde hacía meses en la esquina de su casa.
—Son los de Tecfur —comentó para calmar un poco la furia de su amiga Stefania que insultaba por lo bajo a los albañiles mientras repetía que los hombres eran todos iguales y que no pensaban en otra cosa.
—¿La empresa de telefonía? —preguntó Stefania.
—Si, están construyendo una de las antenas esas, las que salen por la tele.
—¿En serio? ¿En la esquina de tu casa? Que suerte, esas son las que van a darle internet a los nuevos celulares, los IG. Mientras más cerca mejor señal.
—Esas mismas. Dicen que ningún celular actual tiene la capacidad para conectarse y usar una red tan potente.
—Cómo avanza la tecnología. Y yo todavía con mi viejo táctil del año del pedo. —se lamentó Stefania sacando de su bolso abierto el viejo celular y mirando la hora. La pantalla estaba repleta de muescas y ralladuras, no era un aparato viejo pero sin dudas muy descuidado.
—¿No te vas a comprar otro? —preguntó Melissa.
—Cuando la economía mejore —fue la respuesta de su amiga, a quien ya veía un poco mejor o al menos se tenía en pie con más seguridad. El encuentro con los albañiles quizás la había despejado o algo parecido, supuso Melissa.
—Son demasiado caros esos nuevos modelos y la verdad que solo para tener más Internet... no se, ¿quién quiere tanto? —preguntó entonces Stefania.
—Es la base de todo amiga. Además no es solo internet, los modelos IG tienen todo lo de un celular normal pero a mucho más nivel. ¿Vistes las fotos que saca?
—Parece que a vos ya te convencieron de comprar —dijo su amiga riendo.
—Tengo unos ahorros sí. Y el mio también esta bastante viejo. No se cuando llegan al país pero en cuanto vengan voy a ser la primera en la fila.
—Había escuchado que mandan pocas unidades porque todavía están probando ciertas funciones ¿puede ser?
—Si. Por eso hay que estar atento, la gente se desespera por conseguirlo y si no vas con tiempo te lo sacan de las manos prácticamente.
—¿Viste? Al final lo único que provocan es violencia colectiva. Por eso yo digo más amor y fiesta y menos celulares —Stefania dijo la última frase casi gritando y sacudiendo los brazos como si aún estuvieran en la fiesta de la que habían salido hacía una media hora.
—Shhhh, cállate loca —respondió Melissa mientras intentaba sacarse a su amiga de encima pues ahora la abrazaba y le decía que la quería mucho. —Más amor, si, mi novio siguió ese consejo tuyo y se apretó a la primera que pudo. —agregó Melissa con más rabia de la que sentía en verdad. Joaquín no había sido algo más que pasajero y aunque estaba herida en su orgullo tampoco era como si ella no hubiera estado con nadie más durante lo que duró su relación.
—Te quiero, te quiero. Loquita linda —repetía sin hacerle caso Stefania, en parte por la borrachera y en parte también fingiendo para molestarla, como Melissa sospechaba.
—Si, si, pero quereme en silencio o los vecinos van a llamar a la policía.
—Y bueno, no es mi culpa si vivís en un barrio de viejos chotos —comentó por lo alto su amiga ganándose miradas furiosas de Melissa.
—Llegamos —dijo ésta al poco tiempo, dejando escapar un suspiro.
Por fin había terminado esa noche suya, tan larga. La fiesta había estado bien pero venirse caminando desde allí hasta su casa soportando su amiga era toda una aventura desgastante. Sentía los hombros pesados y un deseo de quitarse los zapatos de tacón y tirarlos muy lejos. Arreglarse para salir era una cosa pero volver con toda esa ropa era una incomodidad más.
—Que lástima... hey, ¿ese no es tu vecino? —preguntó de repente Stefania al percatarse de la presencia de un hombre sentado en los escalones de una casa que daba a la vereda de enfrente. La misma se hallaba a oscuras y la figura del hombre era apenas visible pues las luces se la vereda se mezclaban con las sombras de los muros de la casa dándole a su apariencia un toque sombrío. —¿No es el que nos pidió que bajáramos la música hace un tiempo? —. Melissa miró de reojo mientras se sacaba el abrazo de su amiga de encima.
—Si, últimamente se queda hasta la madrugada ahí —fue su respuesta. Se masajeó un poco las muñecas que ahora le dolían al igual que los hombros.
—Mirá, y tan aplicado que parecía. Resulta que no le gusta la música pero sí emborracharse en la vereda —comentó con sarcasmo su amiga. Dado su tono Melissa se preguntó si no la estaría escuchando aquel hombre. Era bastante mayor que ellas y parecía muy borracho, aunque eso no quería decir que no estuviera oyendo la conversación.
—Por lo que escuché hace poco se enteró que la hija está enferma. Cáncer creo. Suele salir a la vereda y quedarse ahí, solo y tomando. —dijo Melissa que buscaba la oportunidad para acabar la charla y despedirse, pero en ese mismo momento sentía que había hablado de más.
—Bueno, que se joda por no dejar vivir —Stefania le dedicó una mirada despectiva a medio camino entre un gesto de rabia y la mueca de una borracha que parece moverse demasiado lento.
—Hay, ¿como vas a decir eso? —Melissa miró con las cejas levantadas a su amiga. Ahora sí que le preocupaba si el vecino escuchaba o no y un calor le recorrió las mejillas y el vientre.
—Y si es cierto. Además, me acuerdo que cuando vino a pedir lo de la música fui yo la que abrió y él me miraba las tetas de reojo. Que se joda, el karma no perdona.
—Sos re mala —fue la única respuesta de Melissa que no quería continuar con esa incómoda conversación. Decidida, cortó el tema por ahí y se despidió de su amiga tras preguntarle si podía llegar a casa sola, vivía a unas tres cuadras nada más y Melissa bien sabía que se las había arreglado para llegar en estados mucho peores que aquel.
—Sin problemas —fue su confirmación y ambas se despidieron con un abrazo.
Melissa entonces se dispuso a cruzar la calle pero un fuerte mareo la golpeo como el aire frío de la mañana. De repente se sintió como si se hubiera levantado de la cama de un salto, con la vereda girando a su alrededor, borrosa como una imagen que se movía a mucha velocidad. Estuvo a punto de pensar que caería. Lo siguiente que supo fue que estaba inclinada mirando al piso, aun parada, y entre escupitajos vomitaba lo poco que había tomado y comido esa noche. El líquido de un color más grisáceo que blanco caía sobre el asfalto y se mezclaba con el mismo, que se hallaba húmedo por la noche fría.
La risa de su amiga a la lejanía le hizo mirar en esa dirección y la observó alejarse mientras se sentía mejor y volvía a incorporarse. La sien le dolía y se las masajeo suavemente mientras entre quejidos escupía los últimos restos de saliva con vomito.
—Te dije que el Karma no perdona —gritó Stefania sin voltearse, alejándose cada vez más. Melissa no respondió. Le extrañaba el mareo y el vómito pues sabía que no había tomado tanto en la fiesta. Acabó adjudicándolo al hecho de haber visto vomitar antes a su amiga y sabiendo que eso le provocaba sensaciones desagradables en el estomago y sobre todo en la mente.
Respirar recordó, respirar.
Quitándose la imagen de Stefania de la cabeza cruzó del todo la calle rumbo a su casa.
El vómito algo humeante se secaba en la vereda inmóvil, como aguardando el amanecer, mientras ella pensaba en que su amiga era una perra y deseando que los ojos vidriosos de su vecino borracho no hubieran registrado nada de lo que había sucedido.
"Ya bastantes cosas tiene el pobre como para que encima le vomiten casi enfrente" se dijo y entró en la casa silenciosa.
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Relatos desde las sombras ©
HorrorTodos tenemos una misteriosa casa cerca de la cual intentamos no pasar solos por las noches. Una mujer de apariencia tenebrosa que recorre ciertos lugares y cuya sola presencia genera miedo en los que escuchan sus pasos acercarse. Un lugar en el qu...